De la violencia y sus formas: a propósito del apuñalamiento en un instituto español y la ofensiva palestina en Gaza
Decía Aristóteles que el ser humano es social por naturaleza, de modo que es inherente a nuestra esencia humana organizarnos en comunidades para compartir nuestra existencia y lograr cotas de felicidad personal, progreso y bienestar que no podríamos soñar con alcanzar sin dicha cooperación. Si somos sociales por naturaleza, el Derecho es también un fenómeno inescindible de la naturaleza humana, pues ninguna comunidad puede funcionar sin un sistema de reglas que la proteja frente a la ley del más fuerte y evite la violencia generalizada que se deriva de esa situación de injusticia extrema (violencia estructural del fuerte frente al débil y lógica reacción del débil usando la misma violencia para resistir frente a los abusos del fuerte).
Y si el Derecho es inherente a la naturaleza humana porque resulta preciso para ordenar nuestra convivencia, es evidente que no cualquier Derecho resulta idóneo para conseguir dicho fin, sino sólo el Derecho justo, que dé a cada uno lo suyo y, a la vez que garantiza el bien supremo que constituye la dignidad de cada individuo, genere un clima de consenso en torno al sistema fruto de que la inmensa mayoría de la población se siente tratada como merece. De ahí que yo defienda que el Derecho que no recoja el mínimo de justicia natural que se plasma en los Derechos Humanos, no es Derecho válido porque no cumple el fin naturalmente inherente a todo sistema jurídico: evitar la violencia en todas sus manifestaciones.
La justicia es la peor enemiga de la violencia, porque la violencia se nutre de la injusticia y, en la práctica totalidad de los casos, la necesita para brotar y reproducirse. En realidad, la injusticia siempre es violencia, tanto cuando implica una agresión física concreta como cuando se manifiesta en la denigración de un ser humano (maltratándole psicológicamente, explotándole laboralmente, privándole de los recursos más básicos, expulsándole de su tierra...) que, si se atreve a rebelarse contra esa situación, recibirá el golpe de una violencia física latente que constituye el arma del opresor para evitar que su víctima se revuelva.
¿Por qué en EEUU hay tantos tiroteos en instituciones educativas? No sólo por el demencial flujo de armas entre la población, sino porque la sociedad norteamericana, la más deshumanizada de Occidente, está viciada por un individualismo radical y un profundo desprecio al "débil-perdedor" que, como en tantos otros sitios, es usado por los "triunfadores" (que muchas veces son zanguangos unineuronales cuyo destino es ser explotados en cualquier fábrica) como válvula de escape a sus frustraciones. Por eso allí el acoso escolar está generalizado y las agresiones físicas y verbales contra los marginados de las aulas son diarias. Hasta que uno de esos marginados se vuelve loco y devuelve la violencia que ha recibido disparando indiscriminadamente. Obviamente tal conducta es un crimen, pero si asimilamos la intensidad de un fenómeno violento a una botella llena de líquido, veremos que el acosado-asesino nos muestra una botella que en un día se llena hasta rebosar, pero si sumásemos las miles de gotas de violencia que día tras día han introducido sus acosadores en sus botellas, la cantidad de líquido se asimilaría bastante. La verdad es que no me sorprendió nada enterarme de que el adolescente que atacó a sus compañeros en un instituto español hace unas semanas, era víctima de acoso escolar.
La solución frente a estas situaciones es, evidentemente, garantizar el respeto en las aulas y no considerar chiquilladas las agresiones físicas y verbales que tantos estudiantes sufren diariamente. Primero porque causan un dolor insoportable a sus víctimas (aparte de que inculcan en la juventud patrones de maltrato que sin duda reproducirán en su vida adulta), y segundo porque son embrión de violencias más graves todavía si la víctima alcanza sus límites de dolor y opta por vengarse en vez de suicidarse. Y entonces los hipócritas que se lavan las manos ante el acoso escolar se rasgarán las vestiduras y ya no hablarán de "cosas de críos". Para garantizar la paz social en las generaciones presentes y futuras, es esencial inculcar a la gente que las autoridades actuarán frente a los abusos que puedan padecer, y que se les dará una solución justa sin obligarles a tomarse la justicia por su mano.
Es la misma lógica que percibo en tantos periodistas que hoy comentan el ataque a gran escala de Hamas contra las colonias israelíes de Gaza. Los palestinos han recibido, durante décadas, el mensaje de que no pueden esperar nada del mundo, y de que su destino es vivir como perros en campos de refugiados y ciudades superpobladas sin los recursos más elementales. Ven morir a sus hijos por falta de medicinas debido al bloqueo sionista, reciben los insultos y golpes de los colonos neonazis y las tropas regulares que los apoyan. Son tiroteados por manifestarse y sufren bombardeos indiscriminados desde aviones de guerra que arrasan barrios civiles. Han sido expulsados de su tierra ilegalmente. Y creo que tras más de medio siglo de estas dinámicas, podemos decir que sólo les queda responder con las mismas armas. De hecho, es muy llamativo que se hayan llevado a decenas de soldados sionistas como rehenes a Gaza: saben que la reacción de Netanyahu será reducir a escombros la Franja y esperan evitarlo teniendo a varios cientos de israelíes allí, pues a Netanyahu le da igual matar a cien mil civiles palestinos de una tacada pero valora la vida de los suyos. Cosas del supremacismo (no hay gran diferencia entre "raza aria" y "pueblo elegido").
Si la comunidad internacional cumpliese su obligación y forzase a Israel a respetar los Derechos Humanos de los palestinos y devolver los territorios ilegalmente ocupados, permitiendo el retorno de los refugiados, la ofensiva de hoy nunca habría sido necesaria. Pero cuando condenas a una persona (o a un pueblo) a defenderse por sí misma o morir en vida, no puedes culparle si toma la primera opción. Y es que sin justicia no hay paz, porque la injusticia es violencia en sí misma y sólo puede generar más violencia, que será más grave cuanto más profunda sea la injusticia que la causa.