Por qué soy bonapartista

Desde jovencillo me he alimentado casi exclusivamente de liberales anglosajones (no he comido niños, o sea que no soy de izquierdas), salvando a Nietzsche, el único filósofo alemán comestible. Y cómo es que teniendo de referencia a Hume en lo filosófico, a Smith en cuanto a la economía, a Mill respecto a la moral o compartiendo el ánimo de Thoreau acabé siendo bonapartista. Bueno, pues porque desde el liberalismo he concluido que mi prioridad es el individuo su libertad y sus cosas, ya que mi prioridad soy yo mi libertad y mis cosas, y que para mantener la libertad del individuo hay que limitar el poder de todo el mundo, para que todo el mundo pueda tener la libertad de mandar a la mierda a todo el mundo. Por eso no creo en la democracia, porque como dijo Ayn Rand “los derechos del individuo no están sujetos a votación pública; una mayoría no tiene el derecho de eliminar por votación los derechos de una minoría; la función política de los derechos es, precisamente, la de proteger a las minorías de toda opresión ejercida por las mayorías (y la minoría más pequeña de la Tierra es el individuo)”. De lo que habla Ayn Rand es de dictadura, la que cimenta todas las repúblicas modernas. Mientras lo que propone la democracia… puede ser cualquier cosa, desde Cthulhu a Milei o engendros peores. Y quién puede mantener esta dictadura en sociedades donde aún está lejos de terminar la opresión de los poderosos o las mayorías más implacables, las que nos controlan de la forma más íntima, en el barrio, en la tribu, en la empresa, en los templos, en los clubs, en la familia, en el matrimonio, dentro del entorno doméstico y laboral del que el individuo es incapaz de escapar por su situación, y por la presión social que ejercen sobre él unos y otros, pues el Estado. Siempre vamos a tener que acudir a un poder superior, a un leviatán hobbesiano, que nos ayude y proteja de un vecino que se anexiona parte de nuestro huerto de lechugas, de una familia o unos padres que por su cultura o religión quieran hacernos alguna perrería, de un cónyuge que por su cultura o estado mental abuse de nosotros, de un jefe que por inhumanidad o avaricia nos explote, etc