Nanar, una palabra francesa usada para designar a una película — u obra de arte— tan mala que pasa a ser buena, cosa que sugiere un destello de virtud en tan enorme desastre. Si bien existe una palabra para denominar a algo tan malo que termina por volverse genial todavía hay que adentrarnos en qué tan malo debe ser algo para volverse bueno o al menos qué requisitos deberían de tener todas aquellas obras maestras del mal cine.
Un domingo cualquiera el FK Partizan de Kostajnica juega como local en la cuarta división de la liga de fútbol de la República Srpska. Unas pocas docenas de espectadores animan con cierta desgana a los jugadores locales mientras fuman un cigarrillo tras otro con los codos apoyados en las barandillas de un costado del campo. La hierba no está demasiado cuidada y los uniformes blanquinegros del once local lucen manchas de barro como testimonio.
Acusaciones, reparaciones, perdones, colgar el sambenito… son términos que se repiten cuando se juzga la historia. Es fácil hacerlo cuando hablamos de historia reciente, en la que incluso algunos de los protagonistas siguen vivos, pero es que nos atrevemos a juzgar cualquier hecho pasado independientemente del tiempo transcurrido. Para bien o para mal, la historia es la que es.
Los míticos dibujos animados de la Warner Bros. son parte del inmenso legado cultural pop de Estados Unidos. Vertebran, con su influencia, su estética, su ritmo y sus personajes, todo el siglo XX, y como tales son un buen reflejo de nuestra sociedad... y nuestros pecados. Por eso, muchos de esos dibujos animados, que en su día echaban mano de estereotipos raciales y sociales, hoy se consideran inadmisibles.
Lucrecia Borgia representa para muchos el maquiavelismo y los escándalos sexuales que caracterizaron a la Italia del siglo XVI, pero fue Alejandro Dumas quien en su obra «Crímenes célebres» nos recreó la historia de los Borgia, e inventó el mito y la leyenda negra que rodean a este personaje. Con él Lucrecia Borgia pasó a la historia como culpable de los peores crímenes. Y fue Dumas el que también nos habló de un “misterioso armario” que-supuestamente- encerraba los venenos utilizados por aquella malvada mujer
17 de enero de 1966, más o menos sobre las 10:30 de la mañana. Sobre el cielo del pueblo pesquero de Palomares (España), un bombardero estadounidense B-52G colisiona con un avión nodriza KC-135 Stratotanker. ¿Resultado? Se pierden cuatro bombas nucleares en el territorio español de 1.4 megatones cada una.
Unas cadenas rotas, la A de Aragón (y de acracia), un olivo de Teruel, las montañas del Pirineo en Huesca y el río Ebro cruzando un puente en Zaragoza, todo ello bajo un sol naciente, figuraban en el escudo del Consejo de Aragón, el territorio semiindependiente que gobernó la mitad este de la región desde julio (desde octubre formalmente) de 1936 hasta agosto de 1937. Durante ese año justo, un territorio de unos 25.000 km2, poblado por medio millón de personas, tuvo un gobierno anarquista.
Hoy hablaremos de la Biblia, pero no en el sentido religioso y no entraremos en el debate de las creencias de cada persona, sino como objeto literario analizado a detalle con el objetivo de descubrir que hay entre sus líneas.