Parece ser que bajo un punto de vista general, el que más o el que menos ha tenido que vérselas con el jefecillo de turno y sus paranoias y suspicacias variadas propias de ostentar la responsabilidad de sostener un negociete ,a veces, de formas muy poco ortodoxas. Entendiendo, en este caso, por ortodoxia el buen hacer en el desempeño del mando. Sin recurrir a humillaciones, ni puestas en evidencia delante de otros empleados o subordinados, aparte de no esgrimir una desconfianza sistemática y trasladarla a todo el árbol jerárquico generando un malestar y un clima paranoico y hostil…