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Ser Mujer y responsable de mí.

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SER MUJER Y RESPONSABLE DE MÍ

Siempre se nos recuerda que fuimos creadas de una costilla del hombre, no obstante, Dios (nuestro supuesto creador) es conocedor de que ha concebido dos especies diferentes: «El hombre y la mujer». Y es de justicia recordar también que el cuerpo de la mujer es el que tiene la capacidad de crear vida. Mi intención no es ni mucho menos entrar en la polémica del machismo patente en toda esta antigua historia, algo lógico ya que está ambientada y escrita en una época en la que el hombre vivía influido por un medio cultural muy machista y la mujer en la sociedad tenía un papel secundario.
Gracias a Dios (nuestro supuesto creador machista), el ser humano ha ido evolucionando con el paso de los años, no queriendo decir eso que toda esa evolución haya sido positiva, ya que, en según qué aspectos, seguimos igual o peor que en la antigüedad. En el caso de la mujer, en la actualidad se encuentra con grandes logros obtenidos, eso sí con un enorme esfuerzo y muy lentamente; aún así le queda mucho por hacer para disfrutar de una igualdad de derechos justa, para ello, el empoderamiento de la mujer juega un papel muy importante y clave, ya que, fortalece su autoestima, la confianza en sí misma y la capacidad de elegir las orientaciones en su propia vida.
Os voy a hablar de mi experiencia personal, de mi evolución como mujer y ser humano. Con el paso de los años he observado como en esas crisis en las que tocas fondo y te arrastras lamiéndote las heridas, al resurgir tras un periodo de recogimiento y conocimiento personal, evolucionas hasta la libertad más absoluta, volando libre, cargada de energía; tal como le ocurre a una crisálida, esta metamorfosis acaece en la madurez.
Estas transformaciones suelen ser provocadas por situaciones que en un principio te desbordan, llevándote al límite, para luego mostrarte un nuevo camino a seguir, ese que no veías antes de la transición; en ellas descubres tu verdadero yo, el que se halla escondido en tus miedos e inseguridades.
En estos momentos de mi vida, pasada la cincuentena, soy completamente consciente de algo muy importante:
«Nunca me ha obligado nadie a hacer algo que no deseara, ni siquiera la vida, fue más bien el miedo a descubrir lo que el mundo me ofrecía lo que puso barreras en mi caminar».
Es imprescindible saber decirte «sí» a ti misma, aceptarte y quererte tal como eres; ahora estoy aprendiendo a decir «no» cuando es necesario y posible, a restarle importancia a la opinión de aquellos que tratan de impedir que siga adelante con mis sueños, y no es por haberme vuelto egoísta, sino por haber comprendido la importancia de arriesgarme a realizar mis metas, porque si no lo hago, ¿a quién le voy a echar la culpa? ¿Seré tan egoísta que buscaré a quien recriminar que he vivido su vida en vez de la mía?, no podré reprocharle a nadie por no haberlo intentando, porque habré sido yo quien ha priorizado la vida de otros por encima de la mía.
También me gustaría hacer un reconocimiento a la mujer que tiene el plus de madre, porque el coraje y la entrega de las madres es algo digno de admirar, ellas no son heroínas, su fuerza reside en el amor que sienten por sus hijos.
Las madres son un gran pilar en el hogar, y crean con sutiles hilos maternales unos sólidos lazos familiares.
En el tira y afloja con los hijos, la madre es una gran negociadora. Aporta sabiduría acompañada de los mejores consejos, y no le tiembla el pulso a la hora de regañar a sus retoños cuando no actúan correctamente.
Yo como mujer, como madre y lo más trascendente, como ser humano, intento disfrutar de la vida, con sus errores y aciertos, con sus alegrías y tristezas, con sus logros y derrotas. No me permito culpar a nadie de lo que no he logrado, porque cuando algo deseo lo peleo con uñas y dientes, sin importarme la opinión y sin esperar la aceptación de los demás, aceptando las consecuencias de mis decisiones.
Yo me siento responsable de mí, de mí caminar, vivo intentando no juzgar a mi vecino y procurando ponerme en sus zapatos; me alejo de quien me juzga y no le importa mi llanto, mi alegría, mis miedos, mis victorias, mi dolor, mi felicidad...
En este trayecto de mi camino no obligo a nadie a acompañarme, ni tampoco me veo obligada a dar explicaciones de mis acciones; solo deseo caminar junto a quienes me quieren y respetan, para ellos será todo mi amor y dedicación.

Cuando empecé a vivir mi verdad auténtica,
fue cuando realmente encontré la felicidad
Demi Lovato

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