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Ver al semejante

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"La guerra es tan pródiga en desgracias, su resultado es tan incierto, y sus consecuencias para un país son tan ruinosas que los príncipes no podrán meditar demasiado antes de embarcarse en ella. Las violencias que se cometen en un país enemigo ni se contabilizan entre las desgracias que suceden en las tierras del príncipe envuelto en una guerra. Estoy convencido de que los monarcas no se mostrarían insensibles si tuviesen una visión veraz y no distorsionada de todas las penurias que ocasiona una sola declaración de guerra. Su imaginación no es tan viva como para imaginar todas las desgracias que no les llegan porque lo impide su posición y terminan viéndolas como algo completamente natural. ¿Cómo podrían saber lo que se siente cuando se oprime al pueblo con pesadas cargas; cuando el país es drenado de su juventud con reiterados reclutamientos; cuando las enfermedades contagiosas diezman a los ejércitos; cuando la espada del enemigo –y, peor aún, cuando los cañones de los sitiadores– aniquilan a todo un ejército; cuando los heridos, después de perder los miembros que eran su única herramienta para trabajar y sostenerse, caen en la más tremenda de las miserias; cuando tantos huérfanos deben sufrir porque han perdido al padre que era el único sostén de su desamparo? ¿Qué hacer cuando el Estado ha perdido tantas personas valiosas que la muerte se ha llevado antes de tiempo? Los príncipes que consideran esclavos a sus súbditos los arriesgan sin misericordia y los pierden sin pesar alguno. En cambio, los príncipes que ven en las personas al semejante y en el pueblo el cuerpo cuya alma ellos mismos representan, son mucho más parcos con la sangre de sus súbditos". Federico II el Grande, El Antimaquiavelo, Capítulo XXVI: De las distintas clases de negociaciones y de causas de las guerras que deben ser llamadas justas (1740)

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