“Dulce es ver el gran mar alborotado por la tempestad, y contemplar desde la tierra el enorme esfuerzo del otro; no porque ver su sufrimiento proporcione placer, sino porque es dulce saber de qué males te has librado. Dulce es asimismo contemplar grandes batallas de encrespada guerra en la llanura sin formar parte del peligro, pero nada hay más placentero que estar solo en los altos espacios serenos, bien fortificados por la doctrina de los sabios, desde donde puedes guardarte de la soberbia de los demás y verlos errar aquí y allá y rondar perdidos el camino de la vida, careciendo de ingenio, rivalizando en nobleza de sangre y esforzándose noche y día con actividad incesante para recabar una riqueza grande y asumir el poder. ¡Oh mentes miserables de los hombres, oh pechos ciegos! En qué tinieblas de vida y tras cuántos grandes peligros transcurre esta vida, cualquiera que sea”.
“Dulce es ver el gran mar alborotado por la tempestad, y contemplar desde la tierra el enorme esfuerzo del otro; no porque ver su sufrimiento proporcione placer, sino porque es dulce saber de qué males te has librado. Dulce es asimismo contemplar grandes batallas de encrespada guerra en la llanura sin formar parte del peligro, pero nada hay más placentero que estar solo en los altos espacios serenos, bien fortificados por la doctrina de los sabios, desde donde puedes guardarte de la soberbia de los demás y verlos errar aquí y allá y rondar perdidos el camino de la vida, careciendo de ingenio, rivalizando en nobleza de sangre y esforzándose noche y día con actividad incesante para recabar una riqueza grande y asumir el poder. ¡Oh mentes miserables de los hombres, oh pechos ciegos! En qué tinieblas de vida y tras cuántos grandes peligros transcurre esta vida, cualquiera que sea”.
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