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Rob_Ben_Gebler
1.- La leyenda del “Sindicato Judío” fue inventada, al parecer, por los periodistas Henri Rochefort (“L’Intransigeant”) y Edouard Drumont (“La Libre Parole”). Por supuesto, tal invento no existió nunca.

2- Sin conocer la falsificación, obviamente. La carta [ver imagen] decía así:

Querido amigo:

He leído que un diputado va a interpelar sobre Dreyfus. Si piden nuevas explicaciones a Roma, diré que nunca he tenido relaciones con ese judío. Si te preguntan, di lo mismo, porque nadie debe saber nunca lo que ocurrió con él

Alexandrine


3.- El destino en Túnez era en sí peligroso, pero además Picquart tenía sospechas de que sus superiores podían haber recibido órdenes de enviarle a alguna misión suicida, o incluso de asesinarle. No hay pruebas de esto; ciertamente, el Ministerio de la Guerra pensaba que Picquart ya estaba silenciado para siempre en su semi-exilio.

4.- Leblois y Scheurer-Kestner se sentían obligados por el juramento hecho a Picquart de no divulgar lo que les había transmitido (a no ser que le pasase algo) y, además, temían las represalias que podía tomar el Ejército contra él, en su puesto africano. Entre los prohombres contactados por Scheurer-Kestner, se encuentran el Presidente de la República Felix Faure (que sabía que la condena de Dreyfus era ilegal, pero no podía anular el juicio por el riesgo de un Golpe de Estado militar); Jean Baptiste Billot (ministro de Guerra, antecesor de Cavaignac), que quería echar tierra sobre el asunto; y a varios periodistas como Albert Clemenceau (hermano del político Georges Clemenceau), Joseph Reinach o Émile Zola, que en el futuro formarán el núcleo del dreyfusismo.

5.- “Le Matin”, que obtuvo la primicia del propio Teyssonières, y luego “Le Figaro” y otros. Teyssonières era un furibundo antisemita, que incluso iba pavoneándose de haber conseguido la condena de Dreyfus (en su testimonio avaló la identidad de ambas letras); pero su avaricia era mayor que su judeofobia, y vendió a buen precio una muestra del "Bordereau".

6.- Las cartas estaban dirigidas a Mme Boulancy, una antigua amante de Esterhazy despechada, que había hecho llegar al periódico las cartas; en parte por rencor, en parte a cambio de dinero. Esterhazy decía en ellas cosas como: “Los Alemanes pondrán a toda esta gente en su lugar a muy corto plazo”; “Nuestros jefes, cobardes e ignorantes, irán una vez más a llenar las prisiones alemanas”; y, la carta más famosa, la “Carta del Ulano”, decía: “Si esta tarde me dicen que moriré mañana como capitán de ulanos, matando franceses a sablazos, sería completamente feliz”. Por supuesto, Esterhazy y los medios que le apoyaron, incluyendo los mandos militares, dijeron que era un invento judío. En realidad el encargado de la instrucción sobre Esterhazy, el General Georges Gabriel De Pelletier (amigo personal de Esterhazy) había requisado esas cartas en casa de Mme Boulancy, por lo que los mandos militares eran conscientes de la clase de crápula que era Esterhazy... lo que no impidió que De Pelletier cerrase la investigación con un “no ha lugar” absolutorio.

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