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Marsupilami
La compra de un coche es la segunda compra más onerosa que un barcelonense ha de hacer en su vida. Así pues, sería muy de agradecer que no se cambiasen las reglas del juego a mitad de la partida. Me explico. Si yo ahora me compro un coche en Barcelona de color rojo y mañana me dice la autoridad que los coches de color rojo no pueden circular los días impares, tengo todo el derecho del mundo a enfadarme, porque cuando me compré el coche nadie me advirtió de esa restricción.

Análogamente pasa con esta restricción a los coches de más de 20 años. Si lo llegan a saber, quizá no se hubieran comprado ese coche hace 20 años. Y no me vale decir que 20 son suficientes para amortizar un coche, porque los planes de amortizaciòn en una economía no dirigida no están en manos de la autoridad.

En una sociedad más humana, este tipo de restricciones deberían tener en cuenta los derechos adquiridos por quien se compra un coche en determinado momento bajo determinadas circunstancias. Si cuando me compro el coche está permitido aparcar en mi calle, el hecho de que posteriormente el Ayuntamiento impida aparcar implica una indemnización ante la ruptura de las reglas del juego.

Y que nadie nombre el bien común, porque entonces deberíamos prohibir primero el tabaco y luego el reguetón.
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