Arquitectura

Frank LLOYD WRIGHT, 150 años del maestro de la arquitectura americana

El próximo 8 de junio se cumple un siglo y medio del nacimiento de Frank Lloyd Wright. Un visionario de la arquitectura orgánica y democrática que nunca ha dejado de estar de actualidad.

Frank Lloyd Wright durante la construcción de uno de sus edificios.

CORDON PRESS

Este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Frank Lloyd Wright, considerado el arquitecto más importante de la cultura estadounidense y, además, uno de los más icónicos. Para conmemorarlo y reivindicar su obra no dejarán de dedicársele homenajes, desde una exposición de sus archivos en el MoMa, que comienza el día 12, hasta la edición en piezas de Lego del edificio del Guggenheim de Nueva York diseñado por él.

La primera persona en soñar con un Lloyd Wright arquitecto no fue él, sino su madre, Anna, hija de un pastor galés emigrado a EE.UU. por razones políticas. Parece que la buena mujer cubrió las paredes del dormitorio de su bebé, nacido el 8 de junio de 1867 en la localidad de Richland Center de Wisconsin, con grabados de catedrales inglesas. Y su hijo Frank se enamoró, junto a la belleza de la arquitectura, de la naturaleza. Tenía solo 19 años cuando dejó la escuela de ingeniería y se marchó a Chicago dispuesto a construir edificios. El primero en darle trabajo fue Louis Sullivan y con él aprendió el oficio. También se casó, tuvo seis hijos, se endeudó y se enemistó con su mentor. Eso le dio la oportunidad y el valor para abrir su propio estudio y probar sus alas. Y las alas de Wright estaban llenas de ambición...

Casa de la Cascada por Ezra Stoller (1971).

Despreciaba la arquitectura plagiada de Europa y tenía un solo dios: la Naturaleza, que él escribía siempre con N mayúscula. Con estas premisas y una enorme petulancia –“a cualquier hombre que crea en sí mismo le acusarán de arrogante”, decía– se inventó residencias horizontales, de techos bajos, orgánicas, integradas en el entorno, con interiores fluidos. Había nacido el Prairie Style, sus famosas casas de la pradera, la Robin House entre ellas.

Pero no era suficiente. Su crisis de los 40 hubiera sorprendido al mismísimo Freud. Abandonó a su familia para marcharse a Europa con una clienta, Mamah Borthwick Cheney, que murió en el incendio de su mítica casa Taliesin en Wisconsin (reconstruida más tarde), descubrió Japón, se hundió en un ostracismo social elitista, irreverente y al mismo tiempo plagado de utopías.

Intentó crear una ciudad democrática, una urbe en el campo en la que a cada familia se le regalara un acre de tierra (la Broadacre City). Odiaba la chusmocracia (según él, el gobierno de los mediocres), creía en la arquitectura para todos y en el organicismo. Tenía más de 70 años y parecía un viejo dinosaurio resentido cuando se sacó de la manga, primero, su Casa de la Cascada y después, el museo Guggenheim de Nueva York, su mejor obra. El 9 de abril de 1959, a los 92 años, con más de 1.000 obras bocetadas, tres mujeres a sus espaldas y muchos enemigos, murió como siempre dijo que haría, como el mejor arquitecto americano de la historia.

Cabinet Taliesin editado por Henredon, mesita Usonian (1952), alfombra Fern Leaves (2009) y boceto del Guggenheim NY (1959).

**SIMPLY THE BEST **

Su ego: “Si tuviera 15 años más de vida, podría reconstruir este país desde sus cimientos, transformar esta nación”, dijo a los 88.

Su utopía: En los años 30 creó la escuela Taliesin donde estudiar arquitectura, cocina, arte, música y agricultura.

Su legado: Más de la mitad de sus 1.100 diseños fueron construidos, entre ellos, edificios comerciales, rascacielos, resorts, museos, iglesias, casas particulares, muebles, textiles y lámparas.

Su visión: “Mis edificios no solo son luz o perspectiva; alimentan el espíritu. Intentan encontrar formas adecuadas para integrar y armonizar los nuevos materiales y técnicas con el ideal de vida democrática de mis tiempos”.

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