Indómito Oriente

Un viaje por Omán, el fascinante (y desconocido) país del incienso

La costa sudeste de la Península Arábiga acoge este bellísimo país cuyo litoral, ciudades y oasis están aún por descubrir.

 

 

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Foto: Adobe Stock

Desde tiempos inmemoriales, Omán ha sido lugar de encuentro de navegantes que surcaban los mares cargados de productos de Asia y África, de pescadores de perlas y de mercaderes de incienso que se adentraban por desiertos impenetrables. Este es un viaje desde la capital Mascate, hasta el desafiante y fascinante desierto de Rub el Khali a través de oasis, fortalezas e, incluso, fiordos inspiradores. 

 

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El incienso blanco Riyam en la carretera al Bahri en Mascate
Foto: Shutterstock

El antiguo puerto de mascate, donde todo comenzó

El antiguo puerto de Mascate se esconde en un recodo rocoso, entre la cordillera de Al Hajar y el mar de Arabia, protegido por los fuertes portugueses de Jalali y Mirani. El geógrafo griego Ptolomeo se refirió al lugar como Cryptus Portus, el Puerto Oculto. El nombre no podía ser más acertado. Al abrigo de las montañas, frente al golfo de Omán y cerca del estrecho de Ormuz, Mascate fue un estratégico enclave comercial que a lo largo de los siglos se disputaron persas, abasíes, portugueses, otomanos y británicos.

Mascate
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mascate desde el mar

Una de las vistas más bellas del puerto y del casco antiguo se consigue al atardecer, navegando a bordo de un dhow, embarcación tradicional de madera y vela triangular. A pesar de su modernidad, algunos rincones de la capital omaní conservan aún la esencia marinera y comercial que se remonta a los orígenes de la ciudad, cuando hacia finales del III milenio a.C. los pescadores locales vieron llegar a sus costas a los sumerios en busca de diorita y cobre.

 

Mutrah
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MUTRAH, EL GRAN ZOCO DE MASCATE

Cerca de la vieja Mascate se encuentra el puerto de Mutrah, rodeado por una corniche por la que los lugareños pasean, charlan y pescan al atardecer. La ciudad de Mutrah alberga un zoco que no ha perdido el ambiente de los mercados de antaño, donde predominaba la fragancia del olíbano, la resina aromática que se obtiene de árboles del género Boswellia. Hombres y mujeres pasean hoy por sus callejuelas en busca de todo tipo de productos: kufis (gorros tradicionales omaníes), rosarios islámicos o dallahs, los recipientes metálicos con un surtidor curvado con los que se prepara y sirve el famoso café árabe.

 

 

Gran Mezquita del sultán Qabus
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la Gran Mezquita del sultán Qabus

Existe también otra Mascate: la cosmopolita, que debe su crecimiento y estructura actual al sultán Qabus ibn Said Al Said, quien modernizó el país desde la década de los 70 hasta su muerte en 2020. La capital es una ciudad horizontal, homogénea, de colores blancos y ocres, limpia y ordenada, de apariencia austera.

 

Mascate alberga dos edificios singulares, la Royal Opera House y la Gran Mezquita del Sultán Qabus. Se trata de dos iconos de la arquitectura omaní contemporánea en los que se usaron los materiales más exquisitos: mármol de Carrara, arenisca de la India, maderas nobles africanas, mosaicos italianos y egipcios, lámparas de factura alemana o una alfombra iraní que es la segunda más grande del mundo realizada de una sola pieza.

 

Alojarse y comer en Mascate es fácil, pues hay hoteles y restaurantes para todos los gustos y bolsillos. En Omán viven y trabajan muchos extranjeros, así que por toda la ciudad es posible disfrutar de diferentes tradiciones culinarias, sabores del Próximo Oriente, platos indios y de todas las orillas que bordean el golfo Pérsico, el mar de Arabia y el océano Índico.

 

 

Camellos cruzando un río en Omán
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el camino que lleva hasta  ras al jinz 

Dejamos atrás la ciudad de Mascate y emprendemos rumbo sur por la carretera que bordea la costa hasta Ras al Jinz,el punto más oriental de la península Arábiga. Muy pronto la austera modernidad de las grandes construcciones desaparece y, a cambio, se abre paso un terreno prácticamente libre de edificios.

Se trata de un trayecto largo de aproximadamente 250 km durante el cual se observan, a la derecha, las montañas y los valles de Al Hajar y, a la izquierda, el azul mar de Arabia.

 

Wadi Shab
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el oasis de Wadi Shab

Si se dispone de un vehículo todoterreno, durante el recorrido se puede visitar alguno de los wadis (valles normalmente surcados por ríos) que cruzan la región. De entre las diversas opciones, destaca Wadi Arbain, que serpentea entre montes y en cuyo interior fluyen las aguas cristalinas de un río que forma varios oasis. Si se prefieren las excursiones a pie, en las cercanías de Tiwi nos podemos adentrar en el Wadi Shab. Para acceder a este valle, primero se debe cruzar el río en un corto trayecto en lancha. Luego, un sendero de montaña bien señalizado conduce en apenas una hora hasta unas pozas de aguas color turquesa.

 

 

Bimah
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el sorprendente Sumidero de Bimah

Ahora bien, si hay un lugar verdaderamente popular en la región este es el Sumidero de Bimah, un cráter calcáreo cuyo interior contiene un lago de agua dulce. Los locales lo llaman Hawiyyat Najm (el pozo de la estrella), porque atribuyen su formación a la caída de un meteorito. A Bimah acuden extranjeros y omaníes para darse un refrescante baño o para hacer un pícnic en las instalaciones construidas en torno a la poza. La belleza natural del Sumidero de Bimah a menudo queda empañada por la gran afluencia de visitantes que alteran la paz del lugar.


 

 

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ruinas de Bibi Maryam: por aquí pasó marco polo

A escasos 25 km de la ciudad de Sur se divisan las ruinas de Bibi Maryam –ahora, cerradas al público–, un santuario de la antigua Qalhat. Por esta ciudad portuaria de origen preislámico y declarada Patrimonio Mundial por la Unesco pasaron viajeros medievales como Marco Polo o Ibn Battuta. Ambos dieron testimonio de la importancia de este puerto en sus crónicas, antes de que la ciudad cayera en declive tras el terremoto que la asoló en el siglo XV. El sincretismo cultural de Qalhat constituye un magnífico ejemplo de los históricos vínculos comerciales de Omán con África Oriental, la India, el Sudeste Asiático y China.

Puerto Sur
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la ciudad del sur (literal)

En el tramo final de la ruta hacia el cabo de Ras al Jinz se alcanza la ciudad de Sur. Llegó a ser uno de los puertos más importantes del país, pero entró en decadencia tras la prohibición de la esclavitud decretada por los británicos en 1838 y la consecuente ruina del comercio de personas en las colonias omaníes, entre las cuales se contaba Zanzíbar, el principal mercado esclavista del Índico. Dan fe del pasado marinero de Sur algunos astilleros en los que todavía se construyen dhows de forma artesanal. Estas embarcaciones tradicionales aún surcan estas aguas; son las mismas que en el pasado usaron los buscadores de perlas, los mercaderes y los pescadores. Sin duda, Sur nos traslada a los legendarios viajes de Simbad el Marino en los cuentos de Las mil y una noches.

Tortuga Carey en el Mar de Arabia
foto: Shutterstock

Reserva de Tortugas Ras al Jinz

Desde finales de junio a principios de octubre, multitud de tortugas marinas acuden a las playas de Omán para depositar sus huevos en la arena. La Reserva de Tortugas Ras al Jinz, a 50 km de la ciudad de Sur, es uno de los mejores sitios donde es posible observarlas todo el año. Hay que tener en cuenta que la infraestructura hotelera es escasa. La visita nocturna guiada para contemplar el ir y venir de las tortugas a la luz de la luna dejará una huella imborrable en nuestra memoria.

 

 

Playa Ras Al Jinz reserva de tortugas
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los Grandes y deshabitados acantilados

Al suroeste de Ras al Jinz, la costa omaní se convierte progresivamente en un territorio casi deshabitado, salpicado por pequeñas poblaciones de pescadores y poco frecuentado por turistas.

Grandes acantilados, playas sin fin y lagunas repletas de flamencos son la recompensa que se obtiene al  viajar por este tramo de litoral. Lo ideal es recorrer la costa hasta la pequeña localidad de Al Ashkhara y, desde allí, tomar rumbo norte hasta divisar las dunas del desierto de Wahiba.

Arenas de Wahiba
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un desierto inhóspito 

En pocas horas las crestas doradas de las dunas toman el relevo a las olas del mar de Arabia. Cruzar este desierto de sur a norte es una aventura al alcance de pocos, pues requiere ir acompañado de un buen guía local y usar vehículos todoterreno equipados con todo lo necesario para varios días. Hay que tener en cuenta que en esta ruta no hay alojamientos ni restaurantes adaptados a los estándares occidentales. Adentrarse, en cambio, desde el oasis de Huyawah, en el norte, sí que permite realizar una ruta corta y relativamente fácil.

 

Dunas de Sharqiya
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las animadas Arenas de Sharqiya

Las también llamadas Arenas de Sharqiya se extienden por el interior del triángulo delimitado entre las montañas de Al Hajaral norte, el Wadi Batha al oeste y el mar de Arabia al este. Las dunas deben su forma a los monzones, que llegan por el suroeste, y a los vientos alisios procedentes del norte, que las peinan formando cordilleras perfectamente alineadas. Se trata de un territorio de más de 12.000 km2 de arena que, pese a su apariencia estéril, alberga una gran biodiversidad: 200 especies de animales y 130 de plantas.

 

Bald Sayt oasis
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Bald Sayt y el oasis de huyawah

Wahiba también es el hogar de diversas tribus de beduinos que recorren la región en busca de pastos para sus rebaños de cabras y camellos. El oasis de Huyawah, situado en el extremo norte del desierto, suele ser el punto de encuentro de estas tribus. En los alrededores del oasis hay varios lodges y campamentos que permiten pasar una noche en el desierto sin renunciar a un mínimo confort. Para alcanzar estos alojamientos es imprescindible desplazarse en todoterreno.

 

Fuerte de Nizwa
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Nizwa, capital espiritual del país

A unas dos horas de Huyawah por buena carretera, se alcanza la ciudad de Nizwa. Situada al pie de las montañas, en una destacada encrucijada comercial del interior del país, Nizwa fue la capital de Omán durante los siglos VI y VII.

 

A la ciudad de Nizwa también se la considera la capital espiritual del país, ya que desde allí se difundió el islam ibadí por todo Omán. Esta corriente es anterior a la división entre sunitas y chiitas, y se caracteriza por su ortodoxia y, al mismo tiempo, por una gran tolerancia hacia otras creencias. Ciertamente, Omán siempre fue un lugar de encuentro y diálogo entre los diversos pueblos que se encontraban en sus puertos para intercambiar productos y compartir ideas y religiones.

 

Todos los viernes se organiza en Nizwa un ajetreado mercado de animales. Con el ir y venir de compradores y vendedores que negocian paseando en círculos alrededor de una plaza porticada, se aprehende la esencia rural del interior del país

 

 

Fuerte de Bahla
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el portentoso fuerte de Bahla, en Ad Dakhiliyah

Pero si hay algo que convierte a esta ciudad en un enclave icónico es su fuerte del siglo XVII. Su torre circular, considerada la mayor de toda Arabia, ofrece unas magníficas vistas sobre el oasis y las montañas de la región.Desde Nizwa se pueden visitar otros fuertes centenarios, como el de Jabrin y el de Bahla, dos ejemplos singulares de la arquitectura islámica omaní que contrastan con la simplicidad de los pueblos de adobe tradicionales.

 

Sistema de regadío. Al Misfat al Abriyyin en las montañas Hajar
Foto: stock

felaj, sistema de regadío que es patrimonio de la humanidad 

La visita a la aldea de Al Hamra o a la de Birket el Mouz permite conocer otra de las joyas del país: los felaj, un sistema de regadío tradicional que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad.

 

Las montañas alrededor de Nizwa ofrecen un sinfín de actividades para todos los gustos y niveles de exigencia. La vertiginosa carretera que asciende hasta el macizo del Djebel Akhdar (Montaña Verde) conduce a uno de los balcones panorámicos más espectaculares del país. En la meseta de Saiq, a 2.000 m de altitud, se divisan aldeas de montaña rodeadas de terrazas donde se cultivan rosales y árboles frutales.

 

Wadi Bani Khalid oasis
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el vergel alrededor del oasis de Wadi Beni Khalid

La excursión a pie hasta al pequeño pueblo abandonado de Wadi Beni Habib es muy recomendable por la belleza del enclave y la intensidad de los verdes que tapizan el fondo del valle. Varios hoteles lujosos ofrecen pernoctar en esta región, donde se disfruta de uno de los climas más amables de Omán. Al pie de la insólita Djebel Misht, nombre que significa «montaña (con forma de) Peine», asoman las misteriosas siluetas de las tumbas del sitio arqueológico de Al Ayn. Se trata de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del país, data de finales del III milenio a.C. y forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.

 Jebel Akhdar
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la Montaña del Sol

Hay una tercera montaña cercana a Nizwa que ofrece un sinfín de experiencias y actividades a su alrededor: Djebel Shams (la Montaña del Sol), que con 3.009 m de altitud es el techo de Omán. Desde prácticamente la cima se abre paso el profundo Wadi Nakhar, un abismo de más de un kilómetro de profundidad. Este gigantesco cañón se puede contemplar desde alguno de los miradores situados al filo del precipicio. Quien prefiera más emoción, puede seguir el camino que recorre el borde del acantilado hasta alcanzar un pueblo hoy abandonado; la excursión requiere cuatro o cinco horas, ida y vuelta. El Balcony Trail o ruta W6 es una vivencia única, solo apta para viajeros con experiencia en montaña y, por supuesto, sin vértigo. En la zona existen algunos alojamientos que permiten pasar la noche cerca de la cumbre del país.

 

Salalah, Omán. Camellos en las verdes tierras altas
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LOS MICROCOSMOS DE LA REGIÓN DE DHOFAR

Visitar la gobernación de Dhofar, en la frontera con Yemen, puede ser el final perfecto de nuestro viaje a Omán. En la Antigüedad, la región perteneció al reino yemenita de Hadramut y poco tiene que ver con el resto del país. En efecto, sus habitantes hablan distintos dialectos y lenguas sudarábigas (de origen semítico) y practican el islam sunita. El Dhofar consta de tres zonas geográficas y climáticas bien diferenciadas.

 

Por un lado está la costa, claramente tropical, y por el otro, las montañas, donde el monzón deja grandes cantidades de lluvia entre junio y septiembre, creando una región sumamente húmeda y fértil. Y luego está el interior, que alberga uno de los desiertos de arena más extensos del planeta: el inhóspito Rub al Khali.

 

La mejor forma de llegar al Dhofar es volando desde Mascate a Salalah, su capital. Cerca de ella, varios yacimientos arqueológicos dan testimonio de cómo la región se enriqueció gracias al comercio de incienso, una resina aromática que aún se extrae manualmente de distintas especies de bursáceas que crecen en las zonas semidesérticas del Dhofar.

Cascadas de Darbat, Salalah, Sultanato de Omán
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las impresionantes cascadas de wADI DARBAT

Este oasis es uno de los grandes emblemas naturales de la región por su impresionante paisaje natural, que incluye exuberantes palmeras, cascadas y piscinas naturales. El valle es especialmente llamativo durante la temporada de lluvias, cuando el agua fluye abundantemente por las montañas y crea un espectáculo visual impresionante.

 

Las rutas en Wadi Darbat varían en dificultad y duración, lo que las hace adecuadas para diferentes niveles de habilidad y preferencias. En todas ellas la recompensa es un chapuzón en estas aguas hipnóticas aguas cristalinas. 

Las ruinas de la antigua ciudad amurallada de Samharam
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Samharam, LA CIUDAD DEL INCIENSO

Las ruinas de la antigua ciudad amurallada de Samharam (Khor Rori en árabe) están situadas en lo alto de un montículo que domina el estuario donde las aguas del Wadi Darbat alcanzan el mar. Viejas casas, almacenes e inscripciones en musnad (alfabeto sudarábigo) dan testimonio de un pasado en el que la región fue uno de los enclaves comerciales más importantes de la Ruta del Incienso.

 

Dhofar también tiene espacios naturales excepcionales como las playas de Taqah. En otoño se pueden observar a grupos de pescadores que arrastran enormes redes colmadas de sardinas, un botín que deben proteger de las bandadas de gaviotas que se lanzan en picado sobre el manjar. El espectáculo es digno de un film de Hitchcock.

 

 

Rub al Khali
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dunas del Rub al Khali

De camino al desierto del Rub al Khali se pueden visitar dos lugares legendarios, ambos Patrimonio Mundial por la Unesco. Por un lado, el Wadi Dawkah, un valle semidesértico donde sobreviven algunos de los ejemplares más ancianos del país de Boswellia sacra, el árbol del incienso. Por otro, los restos de la antigua ciudad maldita de Ubar, una «Atlántida de las arenas» que según la leyenda desapareció por la ira divina ante los excesos de sus ricos habitantes.

Más allá de los restos de la antigua ciudad perdida, las dunas del Rub el Khali se extienden hasta alcanzar la vecina Arabia Saudí. A nuestros pies tendremos uno de los grandes desiertos del planeta. Adentrarse en su interior no es empresa fácil, pero quienes se aventuren a hacerlo probablemente recordarán la frase que el gran explorador Laszlo Almásy dejó en su libro Nadadores en el desierto (1939): «Amo el desierto. Amo la llanura infinita que centellea en el reflejo de los espejismos, las cumbres rocosas resquebrajadas, las cadenas de dunas semejantes a las olas del océano petrificadas».