48 horas en Berna, la modesta capital suiza

Es pequeña, coqueta, medieval y con excelente calidad de vida. Y, además, alardea de tener un casco histórico que es Patrimonio de la Humanidad. Te llevamos de la mano por sus imprescindibles.
48 horas en Berna
Félix Lorenzo

Te proponemos sacarle partido a 48 horas en Berna, la ciudad a la que llegamos decididos a entregarnos en cuerpo y alma a sus encantos. Comencemos a disfrutar.

Ni por asomo desborda de bullicio, como le sucede a Zúrich. Tampoco cuenta con mil y una nacionalidades que colman cada rincón de cosmopolitismo, como le pasa a Ginebra. Ni tan siquiera cuenta con aeropuerto internacional, como Basilea. Y, sin embargo, Berna alardea de llevar ostentando el título de capital de Suiza desde nada menos que 1848. Y no solo eso: la majestuosidad que transmiten las calles perfectamente ordenadas de su casco histórico hacen que, todo aquel que pasea por sus dominios, acabe enamorado irremediablemente de ella. Porque, eso sí, Berna es la más fotogénica de todas —si no, plántate en cualquiera de los miradores desde los que contemplar su skyline, y ya nos dirás.

DÍA 1

10:00h Alcanzamos la deslumbrante ciudad suiza bien temprano en la mañana: llegamos hasta ella en uno de los múltiples trenes que la conectan con el aeropuerto de Zúrich, en el que hemos aterrizado. En apenas hora y media nos encontramos andando y desandando las calles del casco histórico de Berna, cuyo máximo exponente tiene nombre propio —e impronunciable—: a los pies de la Zytglogge —la Torre del Reloj— nos espera el simpático Martin Seewer, nuestro guía.

La Zytglogge, o la Torre del Reloj, es el corazón de Berna.Félix Lorenzo
Los relojes en Suiza son todo un icono.Félix Lorenzo

Arranca entonces un viaje en el tiempo que nos lleva a descubrir detalles y anécdotas con los que entender la idiosincrasia de esta urbe sin igual: rodeada por el río Aar, Berna se estableció en sus orígenes, allá por el 1191, sobre una colina en el meandro protegido por sus aguas —aunque, aquí va un apunte, la ciudad salió ardiendo en 1419 y tuvo que ser prácticamente reconstruida—. Esto permitía a sus ciudadanos reaccionar con facilidad en caso de ataque.

Tan antigua como la propia ciudad es esta torre coronada por un reloj a la que ahora subimos. Suertudos nosotros, resulta que Martin se ha hecho con una de las llaves de acceso a las entrañas del monumento: estamos a punto de vivir una experiencia única, la de presenciar el espectáculo de la ingeniería medieval más puntera desde el interior, y no a pie de calle, como el común de los mortales.

Se trata del mecanismo de reloj más antiguo y grande aún en funcionamiento en el mundo.Félix Lorenzo

Martin se afana en deleitarnos con sus conocimientos sobre historia mientras la respiración se nos acelera: los escalones no son pocos hasta alcanzar su parte más alta. Asomados a una de las ventanas, solo unos minutos antes de que suenen las campanas, contemplamos el entramado urbano bernés, hoy conquistado por tranvías que se mueven por sus calles como en un baile sincronizado. Después, en una sala más abajo, sucede la magia: los engranajes comienzan a rodar, el gallo canta tres veces, el bufón hace su función, y un carrusel de osos comienza a girar como lleva haciéndolo desde 1530.

El mecanismo de reloj más antiguo y grande aún en funcionamiento en el mundo ha dado las 11 en punto.

11:30h Nos encontramos en la arteria principal de esta parte de la ciudad, la denominada Kramgasse, que despliega a ambos lados un festival de pórticos y galerías que datan del siglo XV repletos de comercios que derrochan cuquismo a raudales. El medievalismo en todo su esplendor nos abraza mientras Martin continúa desvelándonos curiosidades: de las más de 100 fuentes de agua potable repartidas por el centro de la ciudad, 11 se alzan a lo largo de la vía que nos ocupa y tienen cierto valor artístico. De vivos colores y llamativas figuras, nos quedamos con la que muestra dos osos, animal que es símbolo de esta ciudad.

El oso es el símbolo de Berna.Félix Lorenzo

Contemplamos, en la vía paralela, el resplandeciente edificio del ayuntamiento. En sus escalinatas hay sentado un grupo de jóvenes que charlan y pican algo. Los bares colmados de terrazas se despliegan en los alrededores: cuando llega el buen tiempo, al caer la tarde, se convierte en el lugar preferido para el after work. Es en la vía contraria, en la Münstergasse, donde se alza, imponente, la catedral de St. Vinzenz, construida durante los siglos XV y XVI. Aquí toca quedarnos embobados admirando su increíble pórtico, aunque tampoco se quedan atrás las vistas desde lo alto de su torre, que continúa defendiendo el título de ser, por cierto, la más alta de Suiza.

La torre de la Catedral de Berna es la más alta de Suiza.Félix Lorenzo
La catedral de St. Vinzenz fue construida durante los siglos XV y XVI.Félix Lorenzo

13:00h Que no se nos olvide donde nos encontramos: toca almorzar ya. Así que ponemos rumbo a uno de los rincones más románticos de la ciudad. El lugar elegido es el Rose Garden, un precioso jardín con más de 200 tipos de rosas que se despliega junto a uno de los miradores más aplaudidos de Berna. El enclave cuenta también con un restaurante aclamadísimo entre turistas y berneses: en el Rosengarten lo mismo puedes disfrutar de un delicioso brunch que de una cena frente a la ciudad iluminada. Nosotros, que venimos a almorzar, optamos por el menú del día en el que no falta, por supuesto, el clásico Schnitzel, del que nos declaramos auténticos fans.

15:00h Dar un paseo de vuelta hasta el casco histórico supone bajar tranquilamente la comida mientras se desciende la colina. En el camino nos topamos con el Bear Park, un amplio espacio verde —6 mil metros cuadrados— junto al río en el que conviven varios osos de lo más escurridizos a los que, si tienes suerte, conseguirás ver. ¿El porqué de este lugar? La tradición se remonta a pleno siglo XV, cuando decidieron exhibir un oso vivo capturado tras ganar una batalla para que todo el mundo pudiera contemplarlo —¿de dónde pensabas que venía el nombre de Berna?—. La historia tendrá su aquel, pero no deja de tratarse de una suerte de zoológico urbano para entretenimiento de curiosos.

La naturaleza está presente en cada rincón de Berna.Félix Lorenzo

16:30h Alcanzamos, pues, otro de los lugares icónicos de Berna: hablamos la casa de uno de sus vecinos más ilustres, pues aquí vivió el propio Albert Einstein durante los años que pasó en la ciudad como trabajador de la oficina de patentes. De hecho, desde aquí vino a revolucionar el mundo de la física desarrollando teorías tan importantes como la de la relatividad.

Recorremos las diversas plantas que ocupan el museo leyendo atentamente los paneles informativos y descubriendo interesantes detalles sobre la vida y hazañas del científico. Junto a ellos, enseres y muebles originales del genio y su familia. No es difícil imaginarlo sentado en la pequeña mesa del salón, cubierta por un mantel de croché, envuelto en sus pensamientos y fórmulas. Aprendemos sobre sus orígenes, sobre su paso por la universidad de Zúrich, el encuentro con la que se convertiría en su esposa, su traslado a Berna y todos los éxitos que llegaron tras hacer públicas algunas de sus teorías.

El museo de Albert Einstein, un must en Berna.Félix Lorenzo

17:30h Hora de un café, y qué mejor lugar para hacerlo que en la coqueta cafetería del propio museo. A pie de calle, ya sea en su terraza o en la zona interior, nada como merendar alguno de los ricos dulces que se exponen en su mostrador mientras se contempla la vida pasar. Relajarse, al fin y al cabo, también es parte del viaje.

20:00h Aunque auténticamente europeos, es cierto que Berna sorprende por los amplios horarios de sus restaurantes, sobre todo, cuando hace buen tiempo: no será raro poder ir a cenar incluso pasadas las 9. Tras descansar un ratito en el hotel —que el turismo, oye, agota– nos damos un merecido homenaje en el mítico Casino de Berna. ¡Y qué homenaje! Porque esta institución ocupa un edificio histórico de estilo barroco a orillas del Aar y ofrece hasta cuatro opciones gastronómicas para el disfrute.

Optamos por el Restaurant, en cuyas mesas, y bajo la batuta del chef Bill Stooss, se sirven desde delicias inspiradas en la alta cocina francesa a bocados de sabores tradicionales italianos un ambiente acogedor y elegante. No olvides pedir el exquisito tartar —ni echar un vistazo a su programación de conciertos, todo un tesoro—.

Berna es la ciudad más fotogénica de Suiza.Félix Lorenzo
Una postal desde Berna.Félix Lorenzo

DÍA 2

08:00h Suena el despertador con tiempo suficiente para remolonear un poco en nuestra cama del hotel Bären am Bundesplatz, un cuatro estrellas estupendo, modesto y bien ubicado, a solo unos pasos del espectacular edificio del Parlamento y rodeado de bonitos edificios históricos. Damos buena cuenta del desayuno, y de nuevo a explorar.

10:00h Hoy decidimos dedicar la mañana a ir de compras, pues si de algo puede presumir Berna, es de contar en su casco histórico con infinitas tiendas independientes y coquetos proyectos de artesanía. En otras palabras: dentro de los límites de la zona antigua, las grandes cadenas brillan por su ausencia. Hacemos parada en Anina Kaufmann, la tienda de esta diseñadora situada en uno de los locales entre arcadas de Gerechtigkeitsgasse.

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Aquí encontraremos “básicos sencillos hechos con materiales nuevos, y creaciones divertidas hechas con materiales usados”. Un local atractivo repleto de prendas que querremos llevarnos a casa y que llevan el sello de lo atemporal por bandera. Una declaración, según su impulsora, en contra del abuso del consumo excesivo de moda que hacemos en Occidente.

¿Ganas de shopping? En el centro histórico de Berna.Félix Lorenzo

No muy lejos, Romance Living aúna en un mismo espacio moda independiente, café de especialidad y cócteles. Un par de mesitas elaboradas con teselas de colores nos dan la pista ya desde el exterior. Dentro, al abrazo de esos pasillos porticados de piedra, charlamos con sus propietarios, una pareja sudafricana que decidió dar un vuelco a su vida para empezar de 0 en el corazón bernés.

Pero las tiendas continúan, y continúan también las historias tras ellas. En eniline, frente a la catedral, se fusionan una vez más elegantes trajes de chaqueta masculinos con whisky, cerveza suiza y café. Y lo hace en un original local con máquina de discos antigua y sofisticados sofás Chester de piel incluidos. Nos encantan los sombreros a medida de Coup de Chapeau y caemos rendidos a la cerámica y objetos de papelería de einladen —elaborados a mano por personas con limitaciones de rendimiento psicológicas.

Muchas calles del centro cuentan, además, con sótanos a los que se accede desde el exterior y que datan también del siglo XVI. Hoy, algunos, albergan bares y cafeterías, tiendas y teatros. Aunque, para teatro, nos quedamos con Schalachthaus Theater, donde además de obras alternativas también se organizan exposiciones.

Bajo sus calles existe mucha vida también.Félix Lorenzo

14:00h Nos ha dado la hora de almorzar y decidimos poner rumbo al Kirchendelbrücke, el inmenso puente junto al Parlamento que nos regala unas increíbles vistas sobre el Aar. Justo debajo, a los pies del río, alcanzamos el Schwellenmätteli Restaurant, un espacio gastronómico que nos brinda una panorámica estupenda y en el que, durante los meses de verano, los berneses vienen a disfrutar al aire libre. Cocina mediterránea y con cierto toque suizo compone la carta. ¿Después? Un café en su terraza, sin duda.

El Schwellenmätteli Restaurant se encuentra bajo el inmenso puente de Kirchendelbrücke.Félix Lorenzo

16:30h Toca arte. Es hora de tomar el autobús número 12 y plantarnos en el Zentrum Paul Klee, un espectacular edificio a solo 20 minutos del centro diseñado por Renzo Piano y dedicado al pintor

Tras abrir sus puertas al público en 2005, lleva ofreciendo, por oleadas —o sea, en exposiciones que van cambiando— una selección de las 4.000 obras del artista con las que cuenta el fondo del museo. Antes de introducirnos de lleno en el universo de este carismático pintor, caminamos por los jardines que rodean la construcción, que ya en sí es una obra de arte: Piano quiso simular tres olas de acero y cristal e integrarlas absolutamente en el paisaje. Un paisaje que muta con las estaciones, pero en el que las plantas, árboles y flores poseen un protagonismo absoluto. Además de su colección, el centro también ofrece exposiciones itinerantes y espacios para el desarrollo de la cultura y las artes por parte del público, incluyendo los niños.

El Zentrum Paul Klee es obra de Renzo Piano.Félix Lorenzo

19:30h Antes de poner fin a estas 48 horas en Berna, una última parada: no lo vamos a negar, qué nos gusta comer. Y mucho más si lo hacemos en uno de los restaurantes clásicos de la ciudad, no solo por la oferta gastronómica que atesora su menú, sino también por el propio edificio en el que se halla. El Kornhauskeller es un ejemplo magnífico de alto barroco bernés, y tanto los frescos que decoran techos y paredes, como su sótano abovedado, convierten en espacio en un lugar solemne, elegante, refinado... como si el tiempo se parara en su interior.

Para probar, nada como apostar por cualquier clásico bernés o receta tradicional, pues aquí se defiende una cocina regional, estacional y sostenible. Para chuparse —literalmente– los dedos.

El restaurante Kornhauskeller es un ejemplo magnífico de alto barroco bernés.Félix Lorenzo

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