No ofende quien quiere
Solo hay una cosa que me molesta de esta canción, y es el título. No puede ser que cada vez que le pido a Spotify que me la reproduzca, en vez de la palabra zorra, suene un pitido. Porque eso sí que es «significativo de la crisis cultural» de la que habla el obispo Munilla
Guarras nos llamó el señor Marcelo a mi amiga Rosa y a mí cuando, en lo que ideamos como un pequeño paso para la humanidad pero un salto con pértiga hacia la libertad de nuestros recién cumplidos 16, quisimos estrenarnos en su bar en eso de jugar a las cartas mientras tomábamos café, como habíamos visto que hacían los hombres.
Con el empuje de quien sabe que está abriendo puertas (para nosotras y para las que vinieran detrás) nos acercamos resueltas a la barra a pedirle que nos dejara una baraja, como también habíamos observado que hacían los chicos al igual que otras muchas acciones vetadas para nosotras en esos tiempos.
«Guarras, ¿por qué no os vais a fregar a casa en vez de estar aquí perdiendo en tiempo en cosas que no son de mujeres?». Palabra arriba, palabra arriba, esa fue la respuesta completa del tal Marcelo, quien regentaba uno de los pocos bares que había en el pueblo.
Por supuesto que no nos dio las cartas pero, si era lo que pretendía, tampoco nos ofendió. Lo único que consiguió es que a partir de ese día fuéramos al bar con la baraja de casa. Y miradas las hubo, sí. Pero nunca más se atrevió a hacernos el más mínimo comentario ni sobre nuestra destreza al tute.
Guarras suena casi igual que zorras y tampoco es una palabra que me ofenda. Ni a mí ni a muchas mujeres que han entendido a la perfección el grito de «porque yo lo valgo» que desprende el tema con el que Nebulossa va a llevar al resto de Europa eso de que «me da igual lo que digas porque yo voy a hacer lo que me dé la gana». Comprenderán que ni me sienta vejada, ni mi dignidad mancillada, como sostiene un obispo Munilla sorprendentemente alineado en esta ocasión con las otrora hordas feministas.
Aunque si les soy sincera, sí hay algo que me molesta de esta canción, y es el título. No puede ser que cada vez que le pido a Spotify que la reproduzca, en vez de la palabra zorra, suene un pitido. Porque eso sí que es «significativo de la crisis cultural» de la que habla el obispo.
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