Alan Turing fue, sobre todo, un adelantado a su época, un genio capaz de convertirse en héroe de guerra, resolver problemas de biología y convertirse en pionero de la informática, todo al mismo tiempo. No hay más que echar la vista atrás y recuperar algunas de sus charlas de hace más de 70 años. Turing le hablaba a la sociedad de 1950, pero con sus predicciones parecía que el matemático vivía en el futuro, entre nosotros. Estas fueron algunas de sus teorías, muchas, la gran mayoría, convertidas en inquietantes hechos. 

No había nadie en su época que pudiera hablar con tanta seguridad de algo tan complejo como la inteligencia artificial a mitad del siglo XX. No en vano, había descubierto el principio fundamental de la maquinaria informática moderna (el diseño de programa almacenado) en 1936. Para que nos hagamos una idea, lo hacía 12 años antes de que se diseñara realmente la primera computadora moderna.

La máquina de Turing Universal

El hombre acababa de terminar una primera licenciatura de matemáticas en el King’s College de Cambridge cuando se publicó su artículo On Computable Numbers (1936), uno de los trabajos matemáticos más importantes de la historia en el que hacía un resumen de la máquina informática digital, conocida hoy como máquina de Turing universal, algo así como una máquina teórica que podría leer y alterar símbolos en una cinta infinitamente larga. La cinta se compone de celdas, cada una de las cuales contiene un símbolo.

Imagen: Dunk 🐝/Flickr

La razón que le llevó a formular aquel famoso trabajo era clara: su amor a los números. El matemático concibió estas máquinas simplemente porque vio que un humano involucrado en el proceso de computación podía compararse con una y, muy importante, de una manera que era útil para las matemáticas. Por tanto, su objetivo era definir el subconjunto de números reales que son computables en principio, independientemente del tiempo y el espacio. Por ello, necesitaba que su máquina informática imaginaria fuera lo más potente posible.

La máquina funciona según una serie de reglas que describen por completo lo que hace la máquina, en función de su estado actual y de lo que contiene la celda que está leyendo. Dependiendo de lo que encuentre, la máquina puede, después de un número finito de operaciones en la cinta, alcanzar un estado final en el que genera una respuesta y se detiene, o queda atrapada en un bucle infinito.

Representación artística de la máquina de Turing.
Foto: Dominio Público.

En realidad, Turing se imaginó una cinta (el medio de almacenamiento de la máquina imaginaria) de suministro infinito, y partir de ahí, investigó y finalmente desarrolló el ingrediente esencial de dicho método, que no es otro que el diseño del programa almacenado, hoy principio fundamental de la informática moderna. A la vez, Turing también estaba mostrando una visión profunda de los límites del aprendizaje automático. 

También estaba interesado en la cuestión filosófica de la inteligencia, específicamente, la inteligencia de las máquinas, lo que hoy denominamos como IA. Computing Machinery and Intelligence es un artículo fundamental escrito por el matemático sobre el tema de la inteligencia artificial. El trabajo, publicado en 1950 en la revista Mind, fue el primero en presentar su concepto de lo que hoy se conoce como “La prueba o test de Turing”.

Test de Turing

El trabajo en cuestión gira en torno a la gran pregunta: “¿Pueden pensar las máquinas?“. Turing decía que dado que las palabras “pensar” y “máquina” no pueden definirse claramente, deberíamos reemplazarlas con conceptos que puedan definirse como tal. Para ello, primero hay que encontrar una idea simple e inequívoca para reemplazar la palabra “pensar”, y en segundo lugar, hay que definir qué “máquinas” se están considerando. Solo así será posible hacer una nueva pregunta, relacionada con la primera.

Estas son las ideas que se utilizan en la famosa “Prueba o Test de Turing”.

En lugar de intentar determinar si una máquina está pensando, el matemático sugirió que se debía determinar si la máquina puede ganar un juego, el denominado “juego de imitación”. En esencia, un juego de mesa sencillo en el que participan tres jugadores. El jugador A es un hombre, el B es una mujer y el C (que hace el papel de interrogador) puede ser de cualquier sexo.

En el juego, el jugador C no puede ver ni al jugador A ni al jugador B (y los conoce sólo como X e Y), y puede comunicarse con ellos sólo a través de notas escritas o cualquier otra forma que no revele ningún detalle sobre su identidad o género. Al hacer preguntas al jugador A y al jugador B, el jugador C intenta determinar cuál de los dos es el hombre y cuál es la mujer. El papel del jugador A es engañar al interrogador para que tome la decisión equivocada, mientras que el jugador B intenta ayudar al interrogador a tomar la decisión correcta.

Imagen: Dominio Público.

¿Y todo esto para qué? Muy sencillo. La idea de Turing consistía en proponer una variación de este juego en la que interviene una computadora: “¿Qué pasaría cuando una máquina toma el papel de A? ¿Se equivocaría el interrogador con tanta frecuencia como cuando se juega entre un hombre y una mujer?

De esta forma, el “nuevo” juego propuesto por Turing se convierte en uno que involucra a tres participantes en salas aisladas: una computadora (que está siendo probada), un humano y un juez (también humano obviamente). El juez humano puede conversar tanto con el humano como con la computadora escribiendo en una terminal. Tanto la computadora como el humano intentan convencer al juez de que ellos son el humano. Si el juez no puede decir consistentemente quién es quién, entonces la computadora gana el juego.

Dicho de otra forma, la prueba o test de Turing venía a decir que si una computadora oculta puede convencer a un humano mediante una serie de preguntas y respuestas de que es humano, entonces se puede decir que piensa.

Por supuesto, desde entonces se han llevado a cabo innumerables tests de Turing con resultados mixtos. Con todo, con el paso del tiempo, las computadoras han tenido cada vez más éxito. De hecho, hace poco tiempo se afirmó en Nature que ChatGPT pasó el test de Turing.

Predicciones, IA y humanos

Estos dos trabajos expuestos más arriba dan una idea de lo puesto que estaba Turing para desarrollar teorías y predicciones sobre el futuro de las sociedades y el avance de la tecnología. En 1950 definió su test al escribir que “una computadora merecería ser llamada inteligente si pudiera engañar a un humano haciéndole creer que es humano”. Además, argumentó contra los críticos que decían que las máquinas sólo tienen la capacidad de hacer lo que les decimos, “las máquinas me toman por sorpresa con gran frecuencia”.

GPT-3. Imagen:
Dominio Público.

Otro momento (en este caso ciertamente inquietante) del matemático llegó en el año 1951, cuando dio una charla donde predijo que algún día las IAs podrían derrocar a la humanidad: “Parece probable que una vez que comience el pensamiento automático, no tardará mucho en superar nuestros débiles poderes. Serían capaces de conversar entre sí para agudizar su ingenio… por lo tanto, deberíamos esperar que las máquinas tomen el control“.

Turing también creía que para el año 2000, la sociedad aceptaría la idea de la IA, “creo que a finales de siglo el uso de las palabras y la opinión general educada habrán cambiado tanto que se podrá hablar de máquinas que piensan sin esperar que nos contradigan”. De hecho, otro momento donde se adelantó a su tiempo y predijo con gran exactitud el futuro ocurrió en una charla en la Sociedad Matemática de Londres el 20 de febrero de 1947. 

En la misma, declaró que “lo que queremos es una máquina que pueda aprender de la experiencia”. Es más, anticipándose al entusiasmo actual por el aprendizaje automático y el aprendizaje profundo, Turing describió cómo funcionarán las máquinas inteligentes de la siguiente forma:

Supongamos que hemos configurado una máquina con ciertas tablas de instrucciones iniciales, construidas de manera que estas tablas podrían en ocasiones, si surgiera una buena razón, modificarlas. Se puede imaginar que después de que la máquina hubiera estado funcionando durante algún tiempo, las instrucciones habrían cambiado hasta ser irreconocibles, pero aún así serían tales que habría que admitir que la máquina todavía estaba haciendo cálculos muy valiosos. Posiblemente todavía esté obteniendo resultados del tipo deseado cuando se configuró la máquina por primera vez, pero de una manera mucho más eficiente. En tal caso, habría que admitir que el progreso de la máquina no había sido previsto cuando se le dieron las instrucciones originales. Sería como un alumno que hubiera aprendido mucho de su maestro, pero hubiera añadido mucho más gracias a su propio trabajo. Cuando esto sucede, siento que uno está obligado a considerar que la máquina muestra inteligencia.

Autorretrato de una IA generativa.
Imagen: DALL·E

También anticipó el debate sobre el impacto de la inteligencia artificial en los empleos: ¿destruye empleos (la automatización) o ayuda a los humanos a hacer mejor su trabajo y hacer cosas más interesantes (aumento del rendimiento)?

El matemático especuló que las computadoras digitales reemplazarían parte del trabajo de cálculo realizado en ese momento por las computadoras humanas. Aunque “la mayor parte del trabajo realizado por estas computadoras [digitales] consistirá en problemas que no podrían haberse abordado mediante computación manual debido a la escala de la empresa”.

Sobre el impacto que iba a tener la IA en nuestros empleos, Turing también pareció apiadarse de las sociedades futuras al sugerir que se necesitarán seres humanos para evaluar la precisión de los cálculos realizados por las computadoras digitales. Al mismo tiempo, también predijo la automatización de trabajos de alto valor (realizados por lo que llamó “amos” en lugar de los “esclavos” que manejan la computadora) y la posible aparición de mecanismos de defensa de los humanos:

Los maestros corren el riesgo de ser reemplazados porque tan pronto como cualquier técnica se vuelve estereotipada, es posible idear un sistema de tablas de instrucciones que permitirán a la computadora electrónica hacerlo por sí misma… Es posible que no estén dispuestos a permitir que les roben sus puestos de trabajo de esta manera. En ese caso rodearían todo su trabajo de misterio y pondrían excusas, expresadas en galimatías bien elegidas, cada vez que se les hiciera alguna sugerencia peligrosa.

Turing concluyó esta profética conferencia pidiendo que se espere que las máquinas inteligentes no sean más inteligentes que los humanos, “no se debe esperar que una máquina construya por sí sola una gran cantidad de tablas de instrucciones. Ningún hombre aporta mucho al conjunto de conocimientos, ¿por qué deberíamos esperar más de una máquina? Dicho de otro modo, es necesario permitir que la máquina tenga contacto con los seres humanos para que pueda adaptarse a sus estándares”.

Han pasado más de siete décadas desde que el genio matemático atisbara un futuro que ya casi tenemos frente a nosotros. Esperemos que tenga algo de razón cuando pide que las máquinas no lleguen a ser más inteligentes (o estúpidas) que los humanos, y que la convivencia siempre nos permita una última posibilidad, la de apagar el botón antes de que sea demasiado tarde, ¿o quizás ya llegamos tarde a eso también?

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