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El sufrimiento de Gaza y la expansión del conflicto acentúan la presión internacional sobre Israel

Estados Unidos, actores europeos y países árabes se movilizan para reclamar al Gobierno israelí que pare la ofensiva y negocie la solución de los dos Estados

Una mujer palestina llora junto a la tumba de su hijo, muerto tras un bombardeo israelí en Jan Yunis (Gaza), el 18 de enero.
Una mujer palestina llora junto a la tumba de su hijo, muerto tras un bombardeo israelí en Jan Yunis (Gaza), el 18 de enero.Arafat Barbakh (REUTERS)
Andrea Rizzi (Enviado especial)

La profundización del sufrimiento de los civiles en Gaza y la expansión del conflicto en el mar Rojo están impulsando un incremento de la presión internacional sobre el Gobierno de Israel para que contenga su ofensiva en la Franja y acepte finalmente negociar la solución de los dos Estados, abiertamente rechazada por el primer ministro, Benjamín Netanyahu. En un contexto de máxima fricción, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha hablado este viernes con el líder israelí. En su primera conversación conocida desde el pasado 23 de diciembre, Biden ha reiterado a Netanyahu que Israel debe aceptar la futura creación de un Estado palestino.

El Foro de Davos ha ofrecido esta semana destellos de ese movimiento de mayor insistencia a Israel, en el que, con distintos papeles, se perfila la implicación de Estados Unidos, países árabes, actores europeos y potencialmente, de forma indirecta, China, que observa con inquietud la disrupción del comercio en el mar Rojo, que afecta sus exportaciones. La declaración de rechazo a la solución de los dos Estados pronunciada por Netanyahu el jueves por la tarde puede interpretarse como una reacción pública a la ola, creciente y solo en parte pública, de presión.

Esto último no es una novedad: Netanyahu nunca ha considerado esa opción. Los síntomas de novedad se perciben, en cambio, en ese creciente impulso internacional para lograrlo. En Davos, el mensaje más claro fue probablemente la intervención en un debate de Christopher Coons, senador por Delaware, cuya voz es significativa por ser un estrechísimo aliado del presidente, Joe Biden, y por no estar sujeto a las cautelas de las posiciones gubernamentales.

El presidente de Israel, Isaac Herzog, durante su intervención en el Foro de Davos, el 18 de enero.
El presidente de Israel, Isaac Herzog, durante su intervención en el Foro de Davos, el 18 de enero. Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)

“El sufrimiento de los civiles en Gaza se halla en un nivel inaceptable”, dijo Coons. “La sociedad israelí debería reconsiderar si la estrategia de tener a Hamás y Fatah fue sabia y si es sostenible para Israel seguir en esta senda. Yo digo que no. Hemos hablado durante mucho tiempo acerca de un Estado palestino, sin hacer ningún progreso. Ha llegado el momento de actuar audazmente”, consideró el senador. Coons también dejó entrever la irritación de Washington ante la actitud de Netanyahu. Preguntado por si la solución de los dos Estados era viable con él en el poder, el senador dijo que Netanyahu ha construido una carrera rechazándola. Pero que ahora es urgente actuar, entre otras cosas, por el ciclo electoral. Un regreso a la Casa Blanca de Donald Trump garantizaría, con toda probabilidad, carta blanca a Netanyahu de forma aún mayor de lo que le ha permitido Biden hasta ahora.

En un comentario recogido por el diario Politico en un pasillo de Davos, Coons fue más allá, apuntando a la enorme palanca de presión de la que dispone EE UU y que Washington nunca ha utilizado: la ayuda militar a Israel. Coons se mostró dispuesto a modificar —presumiblemente a la baja— las condiciones del apoyo. El respaldo militar de EE UU es la clave de la superioridad de Israel y, además de todos los suministros históricos, la Administración de Biden ha continuado ese soporte, incluso sorteando el Congreso, en las actuales circunstancias de ataque de Israel a Gaza. Washington ha criticado los ataques que matan a civiles, pero sigue suministrando las bombas que los matan. Muchos expertos consideran a Coons un indicador fiable del pensamiento de Biden, y en Davos cundía la sensación de que la Administración de EE UU ha alcanzado un alto nivel de hartazgo con Netanyahu y de conciencia de los daños que supone continuar así, lo que espolea un cambio de actitud.

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La solución de los dos Estados fue el mantra repetido por prácticamente todos los líderes políticos que han desfilado esta semana en Davos. Significativamente, en el mismo panel de Coons, el ministro de Exteriores saudí, Faisal bin Farhan Al Saud, dijo: “Es importante notar que aquí hay un acuerdo general”, señaló, en referencia a la solución de los dos Estados. Preguntado por si, en el marco de un acuerdo político que incluyera un Estado para los palestinos, Arabia Saudí reconocería como Estado a Israel, el ministro respondió: “Sin duda”.

Jake Sullivan, consejero de seguridad de la Casa Blanca, dejó claro en un discurso en sesión plenaria que el marco inevitable de solución es el que prevé dos Estados con garantías de seguridad para Israel encarnadas, sobre todo, en la normalización de relaciones con los países árabes con los que esto todavía no ha ocurrido. El diario Financial Times informaba esta semana de que los países árabes preparan un plan en esa línea.

Un grupo de personas camina entre edificios derrumbados en el campo de refugiados de Al Maghazi, en el centro de Gaza, el 19 de enero.
Un grupo de personas camina entre edificios derrumbados en el campo de refugiados de Al Maghazi, en el centro de Gaza, el 19 de enero. MOHAMMED SABER (EFE)

Imponer la paz

En el marco de este contexto de creciente malestar con Israel puede leerse la declaración de este viernes del alto representante de Política Exterior y de Seguridad de la UE, Josep Borrell, quien ha considerado que la solución de dos Estados “debe ser impuesta desde el exterior para imponer la paz” y ha señalado a Israel como fuente de financiación de Hamás. La UE, sin embargo, sufre divisiones internas con respecto hasta dónde presionar a los líderes israelíes, sobre todo debido a las cautelas de Alemania.

En el marco de una cumbre de los países no alineados que se está celebrando en Ruanda y que reúne a 120 países, varios líderes manifestaron un rotundo rechazo a la respuesta de Israel al ataque de Hamás.

Estos movimientos diplomáticos se producen tras más de 100 días de conflicto posterior al ataque de Hamás en Israel. La respuesta israelí está provocando un nivel de sufrimiento de los civiles palestinos que ha convertido en extraordinaria la indignación generada en las sociedades de gran parte del mundo. La expansión del conflicto en el mar Rojo afecta a una vía marítima muy importante y, por ello, genera consecuencias a escala global, como decía Sullivan. Además, en una turbulencia paralela, Irán ha bombardeado en Irak, Siria y Pakistán, todos países aliados, para golpear presuntos terroristas tras el grave ataque sufrido en Kermán a principios de año.

Los expertos siguen considerando que Irán y su aliado Hezbolá no tienen intención política de escalar el conflicto, como demuestra que no lo hayan intentado en estos más de tres meses. Pero, por un lado, las situaciones de tensión elevan los riesgos y los incidentes no deseados. Por el otro, Irán no mantiene un control total de sus aliados, y los hutíes que desde Yemen disparan contra buques comerciales parecen actuar por decisión propia más que por sugerencia de Teherán, según opinan muchos expertos. Así, aunque no haya voluntad, “el riesgo de plena escalada sigue siendo real”, según dijo Sullivan.

Críticas internas y externas

Pero aunque no ocurra, la situación ha llegado a un punto en el que el interés de muchos actores principales por actuar para contener la crisis es ya elevadísimo. Muchos países occidentales, especialmente EE UU, afrontan durísimas críticas por una reacción a los bombardeos de Israel considerada inane, tanto dentro de sus sociedades como en el resto del mundo. Los líderes árabes sufren una presión parecida en el seno de sus sociedades.

La disrupción en el comercio coloca la crisis en otro nivel para China. Aunque los hutíes aseguran que no atacarán cargueros rusos o chinos, el caos y el peligro en esas aguas es muy elevado y afecta a las decisiones de las navieras. No por casualidad, Pekín emitió este jueves una declaración en la que llama “a todas las partes relevantes” a garantizar la seguridad de la navegación en el mar Rojo. Pekín dispone de palancas en la región, por su estrecha relación con Irán que, bajo la asfixia de las sanciones occidentales, tiene en China a su gran suministrador comercial.

China ha mediado en la reanudación de las relaciones entre Irán y Arabia Saudí, que mantiene una frágil tregua en su lucha contra los hutíes en Yemen. Y es además estrecho aliado de Pakistán, que ahora mantiene fricciones con Teherán por los disparos iraníes y la respuesta paquistaní. Islamabad se dispone a celebrar elecciones, y afronta, pues, un momento de alta tensión política.

Este es el contexto que induce a la lógica de pasar a una nueva fase de presión. Nada, sin embargo, asegura que esta se vaya plasmando de forma suficiente como para causar efectos significativos. Durante décadas, EE UU nunca ha actuado con decisiones para frenar a Israel, ni en la colonización y en la ocupación, ni en sus operaciones militares. Está por ver que eso ocurra finalmente. Incluso si ocurriera, está por ver que Netanyahu, cuya vida política depende de que este conflicto siga en máxima intensidad, ceda a ella. Lo mismo que los hutíes, aunque desde Teherán —y, desde más atrás, Pekín— llegue presión para frenar los bombardeos de buques.

Un grupo de combatientes hutíes en un vehículo en Saná, el 14 de enero.
Un grupo de combatientes hutíes en un vehículo en Saná, el 14 de enero. AP

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).
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