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Almeida deroga las clases de psicomotricidad infantil en Madrid sin tener en cuenta a cientos de niños con patologías

El programa, que tenía un grado de satisfacción del 99%, se ha integrado en uno más grande de formación deportiva que olvida las necesidades especiales de pequeños con discapacidad o trastornos

Clases de psicomotricidad infantil Madrid
Entrada del centro deportivo municipal Las Palomeras, en Vallecas (Madrid), uno de los ocho donde se impartían las clases de psicomotricidad infantil.Juan José Martínez Villa
Juan José Martínez

523 familias de Madrid, muchas de ellas con niños con discapacidad o patologías, se han estrellado contra la decisión del Ayuntamiento de la capital al derogar las clases de psicomotricidad infantil que se impartían desde 2001. La Administración ha explicado que ha incluido este programa en uno mucho más amplio con el fin de abrir más plazas en un mayor número de centros deportivos. Sin embargo, los padres de los menores con necesidades especiales han denunciado que el nuevo programa ha fulminado las tutorías y evaluaciones personalizadas, ha impuesto un umbral del 10% para niños con dificultades y ha reducido la calidad de la formación de los instructores. Con anterioridad, este programa tenía un 99% de satisfaccion según la propia encuesta realizada por la Corporación.

Los padres que matricularon desde junio a sus hijos en el programa de psicomotricidad infantil se enteraron meses después, al comenzar las clases, de que esta disciplina había pasado a llamarse “actividad física de base”. Los afectados denuncian que este cambio, lejos de ser cosmético, ha convertido una terapia psicomotriz en una clase deportiva ordinaria, que no tiene en cuenta la especial atención que requieren los niños con TDH o síndrome de Down, por citar ejemplos reales. “Lo que parece una simple modificación, elimina un programa de éxito sin ningún tipo de justificación fundamentada, afectando, sobre todo, a quienes padecen algún trastorno, patología, o discapacidad”, escriben sus representantes por correo.

Javier Rodríguez es maestro en educación física y técnico superior en reanimación deportiva. Ha dictado clases del anterior programa de psicomotricidad y ahora imparte las de actividad física de base en el centro de Las Palomeras, en Vallecas. Para él, “los objetivos de la actividad física de base no son para nada los mismos que con el enfoque de psicomotricidad”. A monitores como él, que llevan más de 20 años impartiendo las sesiones, nadie les consultó la viabilidad del nuevo proyecto. Tampoco a las familias. “Las personas que han hecho esto no han tenido ningún tipo de relación con la actividad”, señala Rodriguez. En línea con el nuevo enfoque, los monitores han pasado de ser técnicos en psicomotricidad a ser instructores sin especialidad. “La degradación de la titulación es total”, señala Rodríguez, que ha visto llegar nuevos monitores “sin ningún tipo de experiencia, ni titulaciones medias o superiores”.

Otra afectación a los menores con dificultades motoras y mentales, a raíz del cambio de clase, es la desaparición de las tutorías. En el programa de psicomotricidad, los instructores reservaban, al menos, una hora después del entrenamiento para reunirse presencial o telemáticamente con los padres. En este encuentro discutían la evolución de cada menor, las familias expresaban las dificultades que experimentaban en casa con el niño y coordinaban una estrategia conjunta para su formación. Estos espacios ya no forman parte del horario, ya que los instructores deben encargarse de otras labores del centro deportivo como la impartición de clases de natación para adultos. “Los padres no tienen ninguna posibilidad de dirigirse hacia mí para comentar el proceso de su hijo”, lamenta el instructor Rodríguez.

Las sesiones de psicomotricidad tenían un grado de satisfacción del 99% entre los usuarios, según una encuesta del Ayuntamiento del 2022. “Éramos la actividad mejor valorada de Madrid”, remarca Rodríguez. El gobierno local ha defendido el cambio con el fin de ofrecer esta actividad “a todos los centros deportivos municipales y, por lo tanto, aumentar su oferta”. Sin embargo, Rodríguez afirma que “en ninguna instalación se ha implantado la actividad física base”.

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La imposición de la actividad física de base, cambia el modelo de inscripción de los menores respecto al antiguo. Ha pasado de ser tramitada por los mismos instructores a ser gestionada por los centros deportivos municipales, que impone, por ley, un límite del 10% de los cupos para alumnos con discapacidad. Rodríguez afirma que esto implica “que hay niños que se van a quedar fuera”, teniendo en cuenta que en el programa anterior “los porcentajes de alumnos con alguna dificultad eran de un 25% y un 30%”. Este umbral inquieta a algunos padres como Pepe Muñoz, quien asegura que en la antigua clase de psicomotricidad de su hijo Diego, el 40% de los menores tenía alguna patología. Aunque su hijo ha estado inscrito en las clases desde antes del cambio, se declara preocupado ante la posibilidad de que “los que vengan detrás no entren”

Muñoz ha mantenido en las nuevas lecciones a su hijo Diego, que padece síndrome de Down ―una patología en la que la estimulación es clave para evitar efectos como el envejecimiento prematuro―, aunque con el temor de que lo puedan expulsar. “Si el día de mañana el monitor ve que mi hijo no es capaz de seguir el ritmo, puede salir del programa”, alerta el padre por teléfono. El instructor Rodríguez confirma la posibilidad de tal escenario: “Si el niño no se adapta por motivos diversos, se le va a invitar a que deje de venir porque los objetivos [del programa] ya no son los mismos”. El Ayuntamiento ha justificado la reforma al afirmar que “los centros deportivos municipales dan servicio deportivo, no educativo”.

Las clases de psicomotricidad duran entre 45 y 60 minutos, en grupos que no suelen exceder los 10 alumnos. Los niños juegan libremente sobre el tatami acolchonado con pelotas de hule, figuras de goma, aros y colchonetas y, a veces, hacen actividades grupales. Ocasionalmente, el instructor debe intervenir por una conducta peligrosa o inapropiada de un menor. El nuevo modelo, en cambio, plantea sesiones que se rigen por circuitos deportivos, más similares a una educación física de colegio. “Ese no es el tipo de entrenamiento que necesita un menor con una dificultad conductual o problemas para relacionarse”, enfatiza Rodríguez.

El cambio de psicomotricidad por actividad física no solo erradica la palabra mente (psico) de su raíz etimológica, sino que lo roba la esencia pedagógica a un programa con un grado de aceptación altísimo. Una de las madres afectadas, cuya hija sufre una dificultad para correr, lamenta así la pérdida de este espacio: “Es una pena que deje de existir algo que funcionaba fenomenal”.

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