Adiós a Carlos Pumares, el crítico que nos robó el sueño desde las ondas con su 'Polvo de estrellas'

Guionista de varios largometrajes, el locutor vizcaíno se convirtió en un símbolo para la cinefilia española desde el debut de su programa en 1982
Carlos Pumares ha muerto este jueves a los 80 años de edad, según el periódico La Razón. Su nombre está ligado al programa 'Polvo de Estrellas', un espacio cinematográfico en la madrugada en el que, con su peculiar estilo, hablaba de cine y escuchaba a sus oyentes.
El crítico de cine Carlos Pumares, en una imagen de archivo.
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Carlos Pumares ha muerto este jueves a los 80 años de edad, según el periódico La Razón. Su nombre está ligado al programa 'Polvo de Estrellas', un espacio cinematográfico en la madrugada en el que, con su peculiar estilo, hablaba de cine y escuchaba a sus oyentes.
El crítico de cine Carlos Pumares, en una imagen de archivo.
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Carlos Pumares, crítico y guionista de cine, falleció el 12 de octubre en Madrid a los 80 años de edad. Con él despedimos a uno de los profesionales del gremio en España que más pudieron presumir de tener una voz propia, y a veces controvertida.  

Esto último se aplica en su sentido más estricto, porque durante una década (1982-1992) Pumares fue, ante todo, una voz: la que resonaba en las ondas de Antena 3 Radio, a partir de la una de la madrugada, para conducir el espacio Polvo de estrellas. 

Nacido en Portugalete (Vizcaya) en 1943, Pumares se licenció en Ciencias Físicas antes de pasarse al cine con armas y bagajes. En los 70, escribió los guiones de varias películas (entre ellas, la notable La casa de las chivas) y trabajó en TVE, primero en el programa El hotel de las mil y una estrellas y después como asesor de José Luis Balbín en el espacio de debate La clave, seleccionando películas que darían pie al debate entre los invitados.  

En 1982, Carlos Pumares estrenó Polvo de estrellas. Un programa radiofónico que se convertiría en icono para los aficionados españoles al cine en parte por lo oportuno de su franja horaria (comenzaba a sonar justo después de Supergarcía) y en parte por un presentador irascible y sin pelos en la lengua. 

Pumares y el Monolito de '2001'

Lo más interesante de Polvo de estrellas podía encontrarse, las más de las veces, en las llamadas en antena que convertían aquello en una mezcla de confesionario y pim-pam-pum. La inmensa erudición de Pumares, la contundencia de sus opiniones (era un defensor a ultranza del Hollywood clásico frente a las 'moderneces') y, sobre todo, su cortísima mecha convertían el show en una experiencia inolvidable. 

Podía decirse que, entre algunos de los oyentes que llamaban a Polvo de estrellas, había una competición oficiosa por ver quién hacía enfadar más y mejor a su responsable. Y una de las armas que nunca fallaban a tal efecto era la pregunta acerca del significado del Monolito en 2001: Una odisea del espacio. Quienes se arriesgaban a hacerla, tenían su recompensa en forma de alaridos estentóreos que afirmaban "¡EL MONOLITO ES DIOS!". 

Pero esta dimensión hubiera resultado una mera anécdota de no ir acompañada por un enorme almacén de opiniones (no siempre expresadas a gritos) y de conocimientos. Un pozo de sabiduría cuya extensión quedaba patente en aquellos programas monográficos en los que Pumares hablaba largo y tendido sobre clásicos como Duelo al sol, Apocalypse Now o, sí, 2001.  

Polvo de estrellas desapareció de Antena 3 en 1992. A partir de entonces, el espacio de Pumares migraría por otras emisoras como Radio Voz y Onda Cero, donde se emitiría por última vez en 2000. 

A partir de ese momento, la carrera de Pumares migró por programas dedicados a la 'medicina natural', apariciones como invitado y contertulio y, por desgracia, por la órbita de Crónicas marcianas, el programa televisivo de Javier Sardá donde también intervenía Javier Cárdenas. En 2004, Pumares apareció en FBI: Frikis Buscan Incordiar, subproducto dirigido por este último, y al año siguiente tendría un cameo en Torrente 3: El protector, con Santiago Segura. 

Así, los contactos de Carlos Pumares con la telebasura más infecta contribuyeron a desdibujar su legado. Pero nunca anularon el recuerdo de quienes le habían llamado con la esperanza de escuchar, al otro lado de la línea, su característico saludo: "Sí, buenas noches, ¿dígame?". 

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