El oso cavernario (13)

Fútbol y machismo están genéticamente unidos

La sociedad tecnológica está forzando cambios entre los cazadores-recolectores que todavía somos

El Bernabeu, a tope para ver un partido de fútbol.

El Bernabeu, a tope para ver un partido de fútbol. / Pxfuel.

Alicia Domínguez y Eduardo Costas.

Los futbolistas de élite ganan mucho más dinero que los científicos premiados por sus descubrimientos, muchos de ellos trascendentales para la humanidad. Valoramos más la pericia física porque genéticamente seguimos siendo cazadores recolectores, con ancestrales posturas machistas que, como en el caso Rubiales, eclosionan debido a que la sociedad tecnológica ya no las tolera.

Alicia Domínguez y Eduardo Costas (*)

Como médico de staff en el Hospital St Mary de Londres, Alexander Fleming tenía un sueldo que rondaba los 45.000 euros al cambio actual, lo que le permitía vivir razonablemente bien, aunque sin demasiados excesos. Tras la obtención del Premio Nobel por el descubrimiento de la penicilina, que salvó la vida de más de 1.000 millones de personas (incluyendo la de muchas de las que ahora leéis este artículo), Flemming pudo vivir con más desahogo.

Por comparación, el recién dimitido presidente de la RFEF, Luis Rubiales, ganaba en un solo año un importe semejante a la cuantía con la que está dotado actualmente el premio Nobel que, para colmo, se reparte entre todas las personas que lo ganan ese año. Así, solo en los 3 últimos años Rubiales ganó más dinero que el que, actualizado hoy en día, ganó el Dr. Alexander Fleming en toda su vida. Como para no aferrarse al cargo…

¿Qué sentido tiene esto?

En nuestra sociedad actual el fútbol está tan presente en la vida cotidiana —y desde que el caso Rubiales acaparase la atención mediática, más— que la mayoría de las personas no se preguntan por qué están tan ligadas a esa disciplina deportiva. Les gusta y punto.  

En la película El secreto de sus ojos, una de las mejores del director argentino Juan José Campanella, basada en la novela La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, se dice una de las mejores frases sobre el deporte rey: «¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín, no puede cambiar de pasión».

A Albert Einstein, tal vez la mente más brillante que haya tenido la humanidad, le asombraba el extraordinario poder de convocatoria que tenían los grandes deportes como el fútbol, el baloncesto o el rugby. A menudo comentaba que no podía entenderlo salvo como la pulsión de algo primitivo y ancestral. Como en tantas otras cosas, la intuición de Einstein resultó acertada.

A Charles Darwin nunca le gustó el fútbol. Cuando sus compañeros le invitaban a jugar siempre se inventaba alguna excusa para pasar su tiempo libre observando a los animales, las plantas y la geología del lugar. Con el tiempo, Darwin sentaría las bases que permitirían entender por qué a la gente le gusta tanto el futbol.

Evolución compleja

Hace más de dos siglos que miles de científicos estudian el complejo fenómeno de la evolución. Uno de los momentos estelares de este largo proceso se produjo en 1972 cuando Niles Eldredge y Stephen Jay Gould propusieron la teoría del Equilibrio Puntuado de la Macroevolución, también llamada de Equilibrio Interrumpido. Con ella demostraron que cuando aparece una nueva especie en el registro fósil, sufre cambios evolutivos rápidos durante su período inicial, pero después sigue un largo período de estabilidad en el que el cambio es mucho más lento; este período se denomina estasis y ocupa la mayor parte de la historia evolutiva de las especies.

Los seres humanos de nuestra especie (Homo sapiens) se originaron hace más de 200.000 años en África. Tras un período inicial de rápido cambio llevamos más de 100.000 años en un período de estasis. Se han estudiado muy detenidamente fósiles antiguos de Homo sapiens, secuenciando incluso su ADN conservado en los dientes: hace 100.000 años nuestros ancestros eran muy parecidos a nosotros. Muchísimo.

Escala temporal

En realidad, durante el 99,5% de nuestra historia fuimos cazadores-recolectores que vivíamos en pequeños grupos nómadas, por lo que nuestra experiencia como habitantes de una sociedad tecnológica avanzada es bastante corta. Imaginemos que comprimimos en un solo año los 200.000 años de historia de nuestra especie.

Desde que aparecimos a las 0 horas del 1 de enero hasta mediados del mes de diciembre, fuimos cazadores recolectores nómadas viviendo en pequeños grupos. El primer asentamiento neolítico que inició la agricultura y la ganadería ocurrió el 16 de diciembre. El auge de los romanos se produjo el 28 de diciembre. Colón llegó a América bien entrada la tarde del 30 de este mismo mes.

La ciencia moderna apareció el 31 de diciembre y los ordenadores se descubrieron mientras tomábamos las uvas de Nochevieja. Evidentemente, durante casi toda nuestra historia no hemos sido más que cazadores recolectores. Sin duda tenemos muy poca experiencia como habitantes de una sociedad tecnológica.

Y aunque el cambio cultural puede ser muy rápido, los cambios genéticos requieren del paso de muchas generaciones. Podemos estar conectados en redes, viajar por el espacio o desarrollar inteligencia artificial, pero genéticamente seguimos siendo unos primates inteligentes bien adaptados a la vida en pequeños grupos tribales de cazadores y recolectores nómadas.

La pasión por el fútbol es universal.

La pasión por el fútbol es universal. / Pxfuel.

Primates futboleros

Los primates en general, y los seres humanos en particular, casi siempre estamos dispuestos a embarcarnos en actividades lúdicas grupales. Esto tiene un interés evolutivo: cuando jugamos de niños, los primates entrenamos habilidades motoras, pero si jugamos en grupo adquirimos, además, habilidades sociales que nos resultan esenciales.

Los deportes como el futbol se desarrollaron a partir del juego. Y en torno a juegos y deportes se aprenden comportamientos que han resultado vitales para la supervivencia y el desarrollo social de nuestra especie. Los juegos y el deporte resultan ser un buen método para conseguir las habilidades necesarias para ser un buen cazador. Correr rápido y lanzar proyectiles con puntería son habilidades imprescindibles un una sociedad de cazadores-recolectores.

Hoy en día la gente dedica mucho tiempo a observar cómo otros hacen deporte —hay muchos más “deportistas de sillón ball” que verdaderos practicantes—. Es el resultado de algo que fue esencial en el pasado: estimar la fortaleza de posibles aliados o enemigos, algo que se puede hacer simplemente contemplándolos. Quienes poseían habilidades superiores para el juego y el deporte adquirían un estatus elevado. A fin de cuentas, resultaban esenciales para la supervivencia del grupo.

Cazadores y recolectores modernos

Aunque vivimos en sociedades tecnificadas cada vez más complejas, nuestros genes siguen adaptados a vivir en pequeños grupos de cazadores recolectores que rivalizan con los grupos vecinos. Tendemos a crear grupos de aliados en los que encontrar seguridad y construir nuestra identidad en contraposición a los grupos de enemigos.

Por ello, en los partidos de futbol la afición se alía con su grupo “tribal” en clara oposición a los grupos rivales. Somos de la tribu del Real Madrid en oposición a los de la tribu del Barsa, del Cádiz o del Betis (o viceversa). En los estadios, los aficionados cantan himnos, gritan, exhiben camisetas y bufandas de su equipo como símbolos de pertenencia a un grupo.

Al igual que muchas etnias africanas pintan a sus hijos con los colores tribales, los padres visten a sus hijos con las camisetas y bufandas de su equipo; así refuerzan su sentimiento de identidad grupal ancestral que, por supuesto, es un asunto puramente familiar: los padres llevan a sus hijos a su estadio, con lo que la lealtad se hereda de generación en generación.

¿Ciencia o fútbol?

Hasta hace poco el éxito en la guerra y en la caza era esencial. Los mejores cazadores y guerreros del grupo gozaban de la más alta posición social. Y tenían acceso privilegiado a las mujeres.

En diversas tribus amazónicas, como la etnia de los Canela, que en cierta medida aún viven en el paleolítico, se celebran competiciones deportivas consistentes en correr cargando con troncos: los ganadores eligen primero entre las mujeres solteras a sus esposas y la tribu les recompensa con más alimentos. En diversas tribus africanas se observó que la gente quiere atraer a su grupo a los mejores cazadores. Prefieren cazar con los que son más hábiles.

Aunque en nuestra sociedad tecnológica de hoy en día los matemáticos, científicos, médicos, ingenieros, filósofos, escritores e intelectuales son mucho más necesarios para la supervivencia de la especie que los deportistas, biológicamente seguimos fascinados por la habilidad física.

Por eso Messi es mucho más famoso que el Dr. John L. Leal, pionero en la cloración de agua potable que se estima que salvó la vida de más de 1.000 millones de seres humanos.

Genéticamente deportistas y machistas

Si aún viviésemos como cazadores recolectores, la destreza física de Messi resultaría esencial. Sin embargo, en nuestra sociedad altamente tecnificada resultan imprescindibles las habilidades de los doctores Fleming o Leal, pero genéticamente seguimos siendo primates que admiramos la pericia física.

Así a los deportistas, e indirectamente a los líderes deportivos como entrenadores o presidentes de equipos de futbol, les consentimos mucho más que al común de los mortales.

Numerosos estudios científicos realizados ya en los años 80 y 90 del siglo pasado demostraron que los jugadores profesionales de deportes de masas (especialmente en el fútbol y fútbol americano) son mucho más violentos con las mujeres que los miembros de cualquier otro colectivo.

Esta cultura machista alcanza a directivos como Rubiales, capaz de mostrar sus atributos de macho dominante en un acto retransmitido al mundo entero.

La Coordinadora Feminista pide la reactivación del Pacto contra la violencia de género

La Coordinadora Feminista pide la reactivación del Pacto contra la violencia de género / Ana Escobar

Algo ha cambiado

Frente a semejantes primates, millones de mujeres seguirán sufriendo abusos de todo tipo porque una cultura dominante que violenta a las mujeres no se modifica de la noche a la mañana. Aunque, algo sí que ha cambiado tras la victoria femenina en el Mundial de Futbol.

Como la fuerza bruta del macho dominante se ha sobrepuesto a la poca o mucha inteligencia que el susodicho tenga, sus actos vistos en directo por millones de espectadores: besar sin consentimiento a una subordinada y tocarse sus genitales sin el menor recato, han acabado tumbándolo gracias a que la sociedad, mayoritariamente, ya no tolera estas actitudes.

Y a que decenas de jugadoras de futbol firmaron una declaración en la que se negaban a volver a jugar con la selección española mientras continuaran en la RFEF los actuales dirigentes, incluido Rubiales.

Se impone superar la violencia machista en el futbol y en la vida. Porque ya no somos cazadores-recolectores, por mucho que lo llevemos en los genes.

(*) Alicia Domínguez es doctora en Historia y escritora. Eduardo Costas es catedrático de Genética en la UCM y Académico Correspondiente de la Real Academia Nacional de Farmacia.

Referencias

·    Arnol’d V. Catastrophe Theory, 3rd ed. Berlin: Springer-Verlag, 1992.

·    Dunning E, Murphy P and Williams J.  Spectator Violence at Football Matches: Towards a Sociological Explanation. The British Journal of Sociology 37: 221-224. https://doi.org/10.2307/590355. 1986

·    Eldredge N and S. J. Gould. "Punctuated equilibria: an alternative to phyletic gradualism" In T.J.M. Schopf, ed., Models in Paleobiology. San Francisco: Freeman Cooper. pp. 82-115. 1972

·    Goig, R.. Learning and representation: the construction of masculinity in football. An analysis of the situation in Spain. Sport in Society, 11, 685 - 695. https://doi.org/10.1080/17430430802283948. 2008.

·    Newson M, Bortolini T, l Buhrmester M, Ricardo da Silva S, Queiroga da Aquino J, Whitehouse H. Brazil's football warriors: Social bonding and inter-group violence- Evolution and Human Behavior 39: 675-683 Pages https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2018.06.010. 2018

·    Thom R. Stabilité structurelle et morphogénèse, Interédition, París 1977.

·    Welch, M. Violence against women by professional football players: A gender analysis of hypermasculinity, positional status, narcissism, and entitlement. Journal of Sport and Social Issues, 21(4), 392-411. 1997.