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El Mercurio: propaganda anticomunista en acción
La CIA destinó al menos dos millones de dólares en financiar al principal diario de Chile, que se encargó de desplegar una operación propagandística a gran escala para ayudar a deponer al gobierno de la UP.
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Han pasado 50 años desde que un golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet derrocara al Gobierno del presidente chileno Salvador Allende y el país suramericano quedara sometido a una cruenta dictadura durante casi 17 años.

Investigaciones posteriores han establecido que este evento, que partió en dos la historia de Chile, fue el cénit de un plan cuidadosamente urdido en las altas esferas del poder estadounidense desde que Allende, un marxista declarado, se vislumbrara como un contendor a tener en cuenta en los comicios de 1970.

Inscrita en la lógica de la Guerra Fría, la estrategia sediciosa se apoyó en tres pilares: el bloqueo subterfugio a la economía, el respaldo financiero y logístico a grupos de ultraderecha y la propaganda anticomunista.

El objetivo era crear las condiciones para una rebelión militar que expulsara al mandatario del poder, según demuestran cables desclasificados por distintas agencias del Gobierno de EE.UU.

En toda la trama, el grupo de medios El Mercurio, propiedad de Agustín Edwards Eastman, jugó un papel decisivo, que a menudo suele soslayarse frente al cerco económico, al golpe de Estado de 1973 o el posterior respaldo de los diarios controlados por el conglomerado de Edwards al régimen pinochetista.

A esto ha contribuido que, hábilmente, el empresario abandonó el país pocos días después del triunfo de Salvador Allende para residenciarse en los EE.UU., donde ejerció como alto ejecutivo de Pepsi Cola hasta 1975, cuando puso fin a su exilio voluntario.

Un viejo aliado de la CIA

El magnate pasó décadas negando cualquier implicación en el plan para desplazar al Gobierno socialista de la Unidad Popular en Chile, alegando que vivía fuera de su país, pero documentos oficiales desclasificados dejan claramente establecido que era un viejo aliado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

También está fuera de cuestión que antes de dejar Chile en septiembre de 1970 había prestado importantes servicios en favor de la gestión del predecesor de Allende, el socialcristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y había usado su influyente posición –era propietario de bancos y tenía negocios en el sector agrícola– para satanizar la alternativa de izquierda que encarnaban Salvador Allende y la Unidad Popular desde todos los espacios posibles.

Así las cosas, durante la campaña electoral de ese año, los diarios del grupo El Mercurio desplegaron una campaña anticomunista basada en el miedo, con la que pretendían desestimular a los votantes indecisos, que representaban "entre el 10 % y el 15 %" del padrón y eran claves para inclinar la balanza en favor de las opciones derechistas, de acuerdo con valoraciones formuladas desde la Embajada estadounidense en Santiago.

El documento abunda que, a tales efectos, era necesario coordinar dos tipos de acciones: "operaciones de sabotaje" y "el mecanismo de propaganda" para "atacar e intentar dividir a la UP –Unidad Popular– mediante estas dos operaciones de despojo".

Dos meses más tarde, la tarea estaba hecha, como se desprende del contenido de un memorándum del Comité 40, una entidad dirigida por el entonces consejero de Seguridad Nacional de los EE.UU., Henry Kissinger, que reportaba directamente al presidente Richard Nixon (1969-1974):

"Se creó el mecanismo de propaganda […]. La seguridad del mecanismo, más sus probados talentos en el campo de la propaganda, permiten montar una campaña anti-UP a nivel nacional en la que la mano estadounidense no se mostrará", precisa el texto.

Tampoco cabe duda que el Departamento de Estado tenía muy claro quién era Agustín Edwards y el rol que El Mercurio podía jugar en favor de sus intereses, según relata un telegrama que se enviara desde la Embajada de EE.UU. en Santiago a la oficina del secretario de Estado, William Rogers, el 5 de septiembre de 1970. 

"La prensa libre en Chile está representada principalmente por el grupo El Mercurio. Esta empresa, propiedad de Augustin Edwards, apoyó a [Eduardo] Frei en 1964 y, desde entonces, se ha ido con todo contra los comunistas. […]. Y 'eso' significa el único periódico respetable del país más una gran cantidad de periódicos satélites en Santiago y en todo el país", se lee en el texto, en el que también se vaticina su desaparición, en razón de supuestas restricciones impuestas por la Administración de Allende.

Washington giró instrucciones precisas: "difundir propaganda antimarxista a través de medios impresos, afiches y radio"; primero para evitar el triunfo de la coalición de izquierda y luego para demonizar y socavar al Gobierno allendista.

Aún en tiempos de Internet, las portadas de El Mercurio de aquella época son escurridizas para quien intenta consultarlas fuera de Chile y no está suscrito al periódico digital, pero trabajos como El Diario de Agustín, realizado en 2008 por el documentalista chileno Ignacio Agüero, evidencian que entre 1970 y 1973, el grupo mediático siguió al pie las directrices emanadas desde EE.UU. 

Encuentro en Washington con Kissinger

Edwards viajó a Washington en septiembre de 1970 a fin de ser recibido por Kissinger y el director de la CIA, Richard Helms, en un encuentro del que también participó el presidente de Pepsi Cola, Donald Kendall, según recoge un memorándum desclasificado.

No hay constancia fehaciente de la participación de Nixon en ese intercambio, pero la transcripción telefónica de la llamada que Kissinger le hiciera al secretario presidencial, Steven Bull, la mañana del 14 de septiembre de 1970, indica que el asesor de Seguridad Nacional intentaba conseguir una audiencia de 15 minutos para el empresario chileno y que se le ofreció una respuesta favorable. 

En 2013, Agustín Edwards admitió que sí se encontró con Kissinger en el otoño boreal de 1970 para conversar sobre la situación política en su país y relegó el contacto con Nixon a una llamada que recibiera Kendall mientras cenaban en Nueva York, que explicó a partir del hecho de que ambos se conocían desde los tiempos en que el gobernante ejercía como abogado de la Pepsi Cola. 

"En dicha oportunidad, Nixon comentó sobre mí, y Kendall le indicó que yo estaba presente, y esa es la razón por la cual yo posteriormente fui a Washington, lugar donde fui recogido en el aeropuerto por Helms, director de la CIA, y llevado hasta el lugar de reunión, donde estaba Kissinger. No tengo recuerdos de haberme entrevistado con Nixon", refirió entonces el dueño de medios.

En cualquier caso, los documentos de las agencias de EE.UU. son enfáticos al reseñar que Edwards ofreció un balance a sus interlocutores sobre la correlación de fuerzas existente en el país, inclusive dentro del estamento castrense, detalles que luego serían decisivos para consumar el plan sedicioso contra Allende.

El asesinato de René Schneider

La valía de Edwards Eastman para EE.UU. se puso nuevamente a prueba en octubre de 1970, cuando se perpetró el atentado con explosivos que puso fin a la vida del general René Schneider, comandante general del Ejército de Chile, ejecutado por dos generales pagados por la CIA –Roberto Viaux y Camilo Valenzuela– junto a miembros de la organización ultraderechista Patria y Libertad. 

El objetivo era generar una conmoción dentro de las Fuerzas Armadas para impedir que el Congreso ratificara el triunfo de Salvador Allende –quien no había sobrepasado el umbral del 50 % de los votos en el proceso del 4 de septiembre– y culpar a la izquierda por el crimen.

De esto último se encargó diligentemente El Mercurio, a pesar de que ninguna prueba vinculaba a individualidades o grupos izquierdistas con el suceso. El evento sirvió de prólogo a la arremetida mediática que se desarrollaría durante los siguientes tres años.

Dinero a manos llenas para El Mercurio

Solo entre marzo y junio de 1970, el Gobierno estadounidense, apoyado en informes del Comité 40, aprobó 425.000 dólares para respaldar "la operación de descrédito de la Unidad Popular" a través de El Mercurio, y en 1971 se consideró solicitar a la Casa Blanca "al menos 700.000 dólares" adicionales para evitar "el cierre del periódico". Semanas más tarde, la suma otorgada sobrepasó el millón de dólares.

Huelga decir que también se barajó la opción de llevarlo a la quiebra para luego "organizar un máximo esfuerzo de propaganda sobre el tema de la libertad de prensa" y obligar a la Unidad Popular a retroceder, ante el riesgo que suponían para el el Gobierno los cuestionamientos en una materia tan sensible.

"Debemos condicionar nuestro respaldo al entendimiento de que El Mercurio desplegará un ataque público intensivo sobre los esfuerzos del Gobierno de Allende para dejarlo fuera del negocio", expresó Kissinger en una reunión del Comité 40 realizada el 9 de septiembre de 1971.

La cobertura financiera de la CIA para El Mercurio no se detuvo. El 10 de abril de 1972 se requirieron 965.000 dólares adicionales, al considerar que su existencia era "esencial durante el período hasta las elecciones legislativas de marzo de 1973".  

"En términos de impacto público y efectividad política, El Mercurio es considerado tanto por Allende como por la oposición como el medio de comunicación más anti-Allende del país", se señala en el mismo memorándum dirigido al jefe de la CIA, Richard Helms, en el que además se mencionan las valoraciones sobre el tema expuestas por el Comité 40.

De lo antes dicho se desprende que en poco más de dos años, el influyente rotativo recibió más de 2 millones de dólares –unos 15 millones actuales– para financiar sus operaciones propagandísticas en contra del Gobierno de Salvador Allende.

Asimismo, en su informe final divulgado en 1975, el Comité Church –una instancia del Congreso de EE.UU. creada para investigar operaciones encubiertas en la era Nixon– concluyó que esta intervención de la CIA ejecutada a través de El Mercurio había jugado un rol significativo en el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

Pese a ello, todavía en 2013, Agustín Edwards aseveraba que su compañía no había recibido dinero de la CIA. "Debo reiterar que El Mercurio no recibió aportes de Estados Unidos, ni hubo una relación estrecha entre El Mercurio y la CIA", insistió, al ser interpelado por los periodistas en relación con los documentos desclasificados que indicaban lo opuesto.

La falacia de la libertad de prensa

La historia muestra que la confrontación a la línea editorial de El Mercurio la efectuaron medios afines a la Unidad Popular, como El Clarín y El Siglo, con una penetración definitivamente inferior a la que tenía el bloque de los Edwards, y no Allende directamente ni ningún miembro de su gabinete.

Paradójicamente, dentro del propio diario, Sonia Edwards, hermana de Agustín y simpatizante de la Unidad Popular, intentó a toda costa, junto con los trabajadores afiliados a los sindicatos de izquierda, que el diario asumiera una postura más equilibrada para con el Gobierno socialista e inclusive clamó por su estatización. "El Mercurio miente y parece que es verdad", denunciaba a viva voz. Sus esfuerzos fueron completamente inútiles.

La abierta hostilidad de El Mercurio contra la Administración allendista reconocida por la CIA en abril de 1972 solo se agudizó con el paso del tiempo. De conformidad con el rol asignado por la agencia, el medio respondió con titulares como "Chile al borde de la quiebra de su sistema democrático", "Inseguridad en las carreteras", "Ola de tomas", "Huelgas paralizan al país" o "Crece alarma por el desabastecimiento".

Aunque aquellos ejercicios periodísticos se vendieron como el esfuerzo de la prensa libre en mostrar el malestar social, su interés era empeorar la crispación derivada de los efectos de los ataques externos e internos contra la economía, que para el momento se expresaba con huelgas, escasez inducida de productos de primera necesidad, alto costo de la vida y atentados a instalaciones estratégicas.

Empero, aún le faltaban vergüenzas a El Mercurio. El 12 de septiembre de 1973, su primera página abría con la frase: "Junta militar controla el país", tras lo cual se mostraban los retratos de los generales de la componenda y se aclaraba que Pinochet era el líder.

Se omitió toda mención a las circunstancias en las que el grupo había accedido al poder y el deceso de Allende se reseñó en un recuadro mucho más pequeño, bajo el título "Murió Allende".

Agustín Edwards Eastman falleció en Santiago de Chile el 24 de abril de 2017. Nunca fue juzgado por su responsabilidad en el plan para deponer al Gobierno socialista de la Unidad Popular ni por la complicidad de El Mercurio en el ocultamiento y justificación de los crímenes cometidos por la dictadura pinochetista. 

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