Preocupación diplomática

El fracaso africano de Macron: el lema “Francia, ¡lárgate!" se extiende

Níger, Chad, Malí, Furkina Faso o Gabón. El recelo de varios países francófonos hacia París se hace cada vez más patente en el Elíseo y se ha convertido en una de las grandes preocupaciones diplomáticas

Emmanuel Macron conlos miembros del Consejo Presidencial encargados de las relaciones con África.
Emmanuel Macron con los miembros del Consejo Presidencial encargados de las relaciones con África.larazon

África se aleja de Francia a pasos acelerados. El recelo de varios países francófonos hacia París se hace cada vez más patente y la sensación de contagio lleva tiempo preocupando al gobierno francés.Níger, Chad, Malí, Burkina Faso, Gabón…las crisis sucesivas, los golpes de estado, los ultimátums diplomáticos y la sombra rusa de Wagner planeando en varios de esos casos parecen configurar una partida de dominó donde una tras otra van cayendo las fichas de la influencia francesa y también los dirigentes, de distinto pelaje, que París ha ido apoyando en la región.

El lema “France dégage!” (“Francia, ¡lárgate!”) se extiende en las protestas de varias capitales del África francófona. El propio presidente Macron hablaba hace unos días de “epidemia” de golpes de Estado en la región. El último episodio ha sido el de Gabón, donde el presidente Ali Bongo fue depuesto el pasado miércoles por miembros del ejército poco después de que las autoridades electorales anunciaran su reelección para un tercer mandato. La votación, condenada por la oposición como fraudulenta, fue anulada por los militares.

Justo horas antes, Macron confirmaba en su puesto al embajador de Francia en Níger, a pesar del ultimátum de 48 horas lanzado por los militares en el poder para que abandonase el puesto. Francia ya había condenado el golpe del 26 de julio que depuso al presidente Mohamed Bazoum, uno de los últimos aliados de los países occidentales para la lucha antiyihadista en el Sahel.

“Sí que podemos hablar de efecto contagio” dice para LA RAZÓN Christopher Ventura, director de investigación del IRIS, instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas en París. “El contagio tiene que ver con una vulnerabilidad derivada de varios factores, algunos internos como la corrupción y otros externos como el terrorismo yihadista. Todo junto va determinando un ambiente que fomenta los golpes de estado y las rupturas políticas”, añade Ventura.

Un 78% de los 27 golpes de Estado en África subsahariana desde 1990 se han producido en naciones francófonas, lo que ha llevado a expertos a preguntarse si Francia, o el legado del colonialismo francés, es responsable de esto. En Níger se acusó al presidente Mohamed Bazoum de ser un títere de los intereses franceses para legitimar su reciente destitución del poder, y desde entonces la junta encabezada por el general Abdourahmane Tchiani ha revocado cinco acuerdos militares con Francia.

“Los procesos de descolonización en el África francófona han sido muy distintos a los de la parte anglófona. Francia ha querido seguir manteniendo influencia mediante alianzas estrechas con sus excolonias. Ahora vivimos una especie de segunda ola de descolonización de estos países que quieren configurar sus propias alianzas según sus intereses y no los que diga Francia” dice para LA RAZÓN Robin Guittard, director adjunto de abogacía en la ONG CCFD Terre Solidaire, que subraya la actitud crítica con la presencia militar francesa de los jóvenes en las calles de Bamako, Nimey o Ouagadougou. “Francia no ha estado despierta a estas señales. Ahora está pagando la factura” explica Guittard.

“Ni paternalismo ni debilidad” así subrayaba Macron a inicios de esta semana en la tradicional reunión con embajadores de inicio de curso. Macron defendió en el discurso en París la política africana de Francia, acusada por muchos en el continente de injerencia neocolonialista. Sostuvo que, sin la intervención militar de 2013, bajo la presidencia del socialista François Hollande y a petición del Gobierno de Malí, países como el propio Malí, Burkina Faso o Níger habrían sucumbido ante el avance yihadista y no existirían en sus fronteras actuales.

Un gallo con los colores de la bandera francesa picoteando un enorme saco de grano con la forma de África. Esa caricatura aparecida a finales de 2019 se propagó como la pólvora por las redes sociales africanas. Su éxito simbolizaba una ola sin precedentes de críticas contra Francia en lo que todavía recientemente se denominaba su “coto privado”. Después las fichas de dominó han ido cayendo una tras otra. La primera fue Malí que vivió dos golpes de estado en un periodo de nueve meses en 2020.

El coronel Abdoulaye Maiga, nombrado primer ministro por la junta militar de Mali en septiembre de 2022, lanzó un duro ataque contra Francia. Tras criticar sus "políticas neocolonialistas, condescendientes, paternalistas y vengativas", Maiga alegó que el país europeo "repudió los valores morales universales" y apuñaló a Mali "por la espalda”. El resentimiento antifrancés también estalló en Burkina Faso, donde el gobierno militar puso fin en febrero a un acuerdo que desde hace años permitía a las tropas francesas operar en el país, otorgando a Francia un plazo de un mes para retirar sus fuerzas.

Y todo pese a los constantes esfuerzos de Macron por enterrar la llamada Françafrique, vocablo geopolítico que designa en francés a la red clientelar de intereses económicos, políticos y militares que París tejió a partir de los años de De Gaulle con sus antiguas colonias. “La era de la Françafrique ha pasado”, sentenció Macron en un discurso el pasado mes de marzo ante la comunidad francesa en Libreville, capital de Gabón, escenario de actualidad esta semana.

Macron ya tenía por entonces claro el diagnóstico: Francia ha visto en los últimos años cómo su imagen y su influencia se deterioraron. La única solución pasaba por rediseñar su estrategia, empezando por un repliegue militar. Y luego está la otra pata, la económica. Francia no ha dejado de perder terreno ante China o Turquía. Macron, en el discurso, sacudió ya hace meses a las empresas francesas que creen poder vivir de la herencia de la Françafrique y han perdido capacidad para competir.

Macron llegó al poder en 2017 con el propósito de refundar la política africana de Francia. Impulsó la reforma del franco CFA, la herencia de la política monetaria de la metrópoli, para que fuese una moneda menos dependiente de París. Encaró el pasado colonial y puso en marcha restituciones de obras de arte expoliadas. Asumió los errores de Francia en episodios como el genocidio de Ruanda. Quiso distanciarse de los viejos líderes y hablar directamente a la juventud como un presidente joven que no cargaba con los lastres del colonialismo. Ahora parece que su discurso favorable a la reconciliación no ha servido para atajar los recelos ante la potencia colonial y la propaganda antifrancesa.