En el corazón de la fotografía analógica late una combinación entre la luz y la química. Y es que, más que un arte atemporal que captura momentos, la fotografía consigue reflejar cómo la luz pinta historias y relatos en las películas fotográficas. Se trata de una destreza sin igual que cambió la historia, marcando un hito en la forma de ver el mundo, pero que se mantiene hasta el día de hoy como una gran pasión para una gran parte de la población. 

Sin embargo, la forma en la que el destello del flash consigue inmortalizar un momento sigue pareciendo, en ocasiones, cuestión de magia. Pero te aseguramos que el único encanto que hay en ese proceso es científico. ¿Quieres saber cómo funciona una cámara fotográfica y los secretos que oculta cada imagen impresa? 

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LOS PRIMEROS AÑOS DE LA FOTOGRAFÍA

Ahora bien, la fotografía analógica, tal y como se la ha conocido en las últimas décadas, no ha sido siempre así. De hecho, la famosa película fotográfica donde la imagen se plasma como un negativo, no apareció hasta mediados de la década de 1930. Sin embargo, 100 años antes, el inventor francés Joseph-Nicéphore Niépce ya tenía su propio método para capturar lo que sucedía a su alrededor: se trataba de la heliografía. Este innovador procedimiento fotográfico implicaba utilizar una cámara oscura y diferentes materiales que presentasen alta sensibilidad a la luz, como el cobre o el estaño, y el tiempo de exposición era de, nada más y nada menos, que 8 horas. 

España, a pesar de haberse inventado esa técnica en 1826, no vio aparecer la heliografía hasta 1840. Sin embargo, su vigencia no duró mucho debido a los grandes problemas que acarreaba como, por ejemplo, que las imágenes capturadas acababan desapareciendo al cabo de algún tiempo. 

Basado en las experiencias de Niépce, Louis Daguerre diseñó pocos años después el daguerrotipo, un sistema fotográfico en el que la imagen se formaba sobre una superficie de plata, parecida a un espejo, que al ser revelada formaba la imagen con partículas de mercurio y plata. Fue un método revolucionario por el uso de la plata, pero seguía presentando inconvenientes, entre los que destacaban que las fotos eran pieza únicas sin posibilidad de copia, que las imágenes salían invertidas o que los vapores del mercurio eran extremadamente nocivos para la salud.

KODAK: LA GRAN REVOLUCIÓN FOTOGRÁFICA

Basados en estos dos primeros sistemas, los modelos fotográficos se fueron sucediendo. Con el paso de los años, se iban incorporando diferentes procesos que permitían mejorar la calidad de la fotografía , además de adecuar el tiempo de exposición y acortar la duración del revelado. Sin embargo, la verdadera revolución fotográfica llegó el 4 de septiembre de 1888, cuando el estadounidense George Eastman, fundador de Eastman Kodak Company, registró la marca Kodak y recibió una patente para su cámara: la primera en usar rollo de película.

Este hecho supuso un gran momento para la fotografía, cambiando por completo el modo en que se presentaba a los ojos de la población. Y es que, al sustituir la plaza de cristal utilizada hasta ese momento, basada en el diseño de Daguerre, por una película fotográfica, se ponía el arte de la captura de imágenes a disposición de todo el mundo.

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LA PELÍCULA FOTOGRÁFICA

Pero, ¿qué es exactamente la película fotográfica o el famoso carrete? Pues bien, se trata de un conjunto de diversas capas, cada una de ellas diferente a la anterior, en las que la luz, la química y la óptica, se combinan de forma asombrosa. Entre esa serie de capas encontramos algunas especializadas en la adhesión, otras en la curvación o, en el caso de la fotografía a color, en los filtros para los diferentes colores. Ahora bien, la más importante de todas ellas es la capa de gelatina y cristales de haluro de plata.

Esa tira es la verdaderamente fundamental para que la fotografía represente exactamente lo que se está capturando. Se compone de una base plástica cubierta por una sustancia de gelatina que recoge los cristales de haluro de plata. En ocasiones, esa gelatina se acompaña de pequeñas partículas de azufre, que ayudan a aumentar la sensibilidad lumínica de la plata.

Así, cuando se dispara la cámara, se abren el diafragma y el obturador, dejando pasar una cierta cantidad de luz por un determinado periodo de tiempo. Esa luz, formada por partículas lumínicas llamadas fotones, entra en dirección a la película fotográfica e impacta con los cristales de haluro de plata suspendidos en la gelatina. De esta forma, la plata incidida por los fotones queda “marcada” y se transforma en plata metálica, diferenciándose de aquellas partículas que no han recibido luz y sellando en la película fotográfica la imagen capturada por la cámara. Esta imagen impresa en la película fotográfica se dice que está en negativo, debido a que cuanta más luz captan los haluros, más oscuros se vuelven.

Sin embargo, una vez queda la fotografía plasmada en la película, la sensibilidad a la luz no disminuye, por lo que la exposición a más fotones provocaría que otras partes del rollo se vieran afectadas por ellos, y la imagen creada se modificara. Por esta razón, es importante que en las cámaras analógicas se mantenga el carrete en una “caja negra” ubicada en la oscuridad. Exponer una película fotográfica a la luz antes de ser revelada provocaría la pérdida de todo el material capturado.

EL REVELADO

Una vez la película se ha quedado marcada por imágenes, es el momento de revelarlas, es decir, hacer que la imagen latente del carrete, el negativo, se haga visible. Para evitar que la luz altere las imágenes del carrete y que más cantidad de haluros de plata se vean en interacción con los fotones, es necesario que este proceso ocurra en un cuarto oscuro. 

Para conseguir obtener los negativos visibles, el primer paso es colocar la película fotográfica en una solución llamada revelador. Esta sustancia se compone, en la mayor parte de los casos, de una mezcla de metol e hidroquinona. Ambas tienen la capacidad de interaccionar con las partículas de plata, desencadenando una reacción que las amplifica y las convierte en granos de plata negra. Los granos serán más negros de forma proporcional a cuanta luz hayan recibido en el momento de hacer la fotografía. Una vez listo, es necesario enjuagar la película fotográfica para eliminar el líquido revelador por completo y detener, de esa forma, la reacción química. 

A continuación, se debe hacer un fijado. Así, la película se introduce en un fijador cuyo objetivo es eliminar todos aquellos haluros no afectados por la exposición a la luz y permitiendo entonces que la película pueda ver la luz sin ser afectada o alterada por ello, pues ya no quedan partículas de plata que puedan transformarse y modificar la imagen representada. En este momento la imagen es permanente.

Tras esto es necesario volver a enjuagar el negativo y ponerlo a secar, eliminando todos los residuos y haciendo finalmente, visibles los negativos y, con ellos, las imágenes capturadas por la cámara. Para lograr obtener también la fotografía en positivo e impresa, se debería seguir una serie de pasos a continuación de este revelado, conocidos como positivado.