Batalla pacífica

Drakkars, saqueos y mucho vino: el pueblo de Galicia que celebra una romería vikinga

Cada mes de agosto se conmemora la batalla que tuvo lugar entre los piratas y los gallegos entre teatros, pasacalles, actuaciones y un desembarco épico.

Corre el siglo XI y los piratas normandos y sarracenos se acercan peligrosamente a las Torres de Oeste, en Catoira, dispuestos a hacerse con las tierras que baña el río Ulla en su camino a Santiago de Compostela. Los habitantes del pueblo, poco dispuestos a dejarse invadir por los vikingos, luchan incansablemente por defender Galicia y su patrimonio.

Diez siglos después, esa misma contienda acaba en baños de vino, pulpo a la brasa y música en directo. Ya no hay piratas, ni vikingos, pero sí una de las fiestas más conocidas de Galicia, declarada de Interés Turístico Nacional e Internacional que, en esta localidad de menos de 3.500 habitantes, reúne a gente de todo el mundo para homenajear la valentía del pueblo gallego.

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UNA FIESTA A LA VIKINGA

La Romería Vikinga de Catoira, en la provincia de Pontevedra, es totalmente laica y un espectáculo en el que se mezcla la historia y la gastronomía. Celebrada por primera vez en los años 60, esta fiesta trata de recordarle al mundo la importancia que tuvo este lugar de Galicia en la empresa de frenarle los pies a los vikingos que buscaban saquear la región.

Las tropas del Castellum Honesti impidieron que los piratas utilizasen el río como vía de invasión, siendo considerado así el lugar como la llave y sello de Galicia. Muchos siglos después, los miembros del Ateneo do Ullán decidieron convertir aquella época oscura en una celebración donde la barbarie y el odio se convirtiera en fraternidad y convivencia.

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A partir de los 90 era ya tan conocida que no solo empezó a ganar proyección autonómica, nacional e incluso internacional, sino que también llegó a hermanarse la localidad con la de Frederikssund, en Dinamarca, y desde entonces no dejó de evolucionar. De hecho, en el 1993 algunos artesanos de Catoira viajaron al país nórdico para estudiar las naves vikingas, las drakkar, llevándose los planos del Skuldelev 5, un navío hallado en aguas danesas que inspiraría el Torres de Oeste.

Mientras tanto, el barco bautizado como Frederikssund es una adaptación del Gokstad, encontrado en Noruega. Hace cuatro años se construyó una tercera nave, la Ardglass-Catoira, que homenajea la asociación irlandesa con la que la localidad está hermanada. En total, tres navíos que forman parte del plato fuerte de la romería.

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UN DESEMBARCO PACÍFICO

En Torres de Oeste, un conjunto fortificado del siglo IX, después de años de asedios y ataques, solo permanecen en pie los restos de dos torres y una ermita dedicada al Apóstol Santiago. Es a su alrededor donde se establece, durante los días que dura la fiesta, un mercadillo medieval donde el olor de los mejillones, la paella de marisco y otras delicias gallegas se mezcla con la música de ambiente y puestecitos diversos.

Dada la gran popularidad de la festividad, con los años se ha tenido que alargar en el tiempo, pues si bien tiene su plato fuerte el primer domingo de agosto con el desembarco, hay toda una antesala de eventos, como actuaciones teatrales, pasacalles, conciertos y comidas grupales. Es el día clave cuando, por la mañana, a bordo del Torre de Oeste, el Frederikssund y el Ardglass-Catoira, una horda de invasores trata de tomar la costa.

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Unas 200 personas se enfrentan en ese punto. Habitantes de la villa y piratas se encaran para batallar… con vino – de Ulla, por supuesto – y acabar empapados en una simulación de contienda en la que, a diferencia de la original, el objetivo es pasarlo bien. A continuación, mejillonadas al son de las gaitas y muchas viandas típicas serán las que llenen el estómago de los valientes antes del conjuro de la queimada entre un espectáculo de luz y antorchas donde se simboliza la hermandad entre pueblos.