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El misterio de Nadiuska, el mito del cine erótico que cayó en el olvido entre dificultades económicas y problemas de salud mental

Un documental de próximo estreno recupera la historia de la actriz alemana, que llegó a ser la más taquillera de España

Nadiuska, estrella del cine español de los 70.

Nadiuska, estrella del cine español de los 70. / Archivo

Álex Ander

Desde mediados de la década de los setenta, las revistas de chicas desnudas empezaron a copar los quioscos y el llamado cine de destape supuso una especie de revulsivo para una sociedad hastiada por el franquismo. Una de sus grandes figuras, Nadiuska, se convirtió en aquellos años de la transición política en el mayor icono sexual que ha brindado el cine español. Sin embargo, la estrella de esta actriz y modelo alemana se fue apagando con el paso del tiempo, hasta que llegó un momento en el que su figura cayó totalmente en el olvido, algo de lo que dará fe El enigma de Nadiuska, un documental producido por Atresmedia TV en colaboración con Lavinia Audiovisual que verá la luz dentro de poco.

Realidad y fantasía conviven en la biografía de Roswicha Bertasha, más conocida por todos como Nadiuska. De madre polaca y padre ruso, ella misma dijo que fue pobre de niña, que durante varios años estudió danza clásica en Alemania, y que siendo adolescente trabajó como bailarina de varietés por distintos lugares de Europa. También contó que a los 15 años se enamoró de un judío alemán que le sacaba 20: “Era un superviviente del campo de concentración de Auschwitz. Con él aprendí a ser mujer y a ver la vida. Quedé embarazada a los 15 años y a los 16 fui madre por primera vez. No pudimos superar la muerte de nuestro hijo, ni siquiera con la boda que planeábamos. Por eso hui”.

Con 19 años, Nadiuska viajó a Barcelona en busca de un porvenir para ella y su enferma madre. Como le gustó lo que vio, decidió quedarse a vivir en un país que tardó poco en caer rendido a sus encantos y que le ofreció trabajo como modelo en colecciones prêt-à-porter. Sus rasgos exóticos llamaron la atención del cineasta José Antonio de la Loma, quien le ofreció un papel secundario en su película Timanfaya: amor prohibido (1972). “Puse reparos, porque ni era actriz, ni hablaba bien español”, recordó ella luego. “Pero él me convenció diciéndome que me doblarían y que el director era él y sabía lo que buscaba para ese personaje”.

Tras el estreno de aquel filme, Nadiuska comenzó a recibir atención mediática y Damián Rabal —hermano del recordado Paco Rabal— la ficharía como parte de su cartera de representados. Después de aceptar varios papeles secundarios en películas de poca trascendencia, Vicente Escrivá le ofreció el rol protagonista en su comedia con tintes eróticos Zorrita Martínez (1975). A partir de ahí, Nadiuska se consagró encarnando una y otra vez el estereotipo de tentación prohibida en entretenidas cintas empecinadas en mostrar más chicha que talento humano.

Durante su etapa de esplendor, Nadiuska ganó cierto poder adquisitivo. Ahora bien, aunque se dijo que fue la primera actriz protagonista cuyo caché alcanzó los cuatro millones de pesetas por película, ella misma ha asegurado que lo máximo que llegó a sus manos fue un millón y medio por proyecto. “Damián me obligaba a comprarme joyas fabulosas y pieles que valían millones para dar la imagen de estrella”, dijo a Semana. “Las joyas y las pieles eran mi única propiedad. Nunca tuve un piso ni una casa a mi nombre. Vivía como una estrella de Hollywood, pero en un ático alquilado. El dinero que gané lo manejaba Damián, quien, después de detraer porcentajes y pagar gastos, ponía en mi cuenta lo que era mío”.

Las joyas y las pieles eran mi única propiedad. Nunca tuve un piso ni una casa a mi nombre. Vivía como una estrella de Hollywood, pero en un ático alquilado. El dinero que gané lo manejaba Damián"

Nadiuska

Con aquel frenético ritmo de trabajo, hubo momentos en los que Nadiuska llegó a sentirse incomprendida y utilizada. Sin embargo, su representante le prohibió rechazar cualquier proyecto que llegara a sus manos. “Había momentos en los que estaba agotada y tenía miedo, pero obedecía a Damián, no decía ‘no puedo’, pero a veces me escapaba con un ‘estoy mareada’ o ‘tengo vértigo’, que para mí significaba lo mismo”, apuntó en una ocasión. “Tenía una agenda diaria que solo me permitía dormir tres horas y me mantenía alejada de cualquier tipo de diversión, porque cuando se terminaba el trabajo yo debía dormir para que a las seis de la mañana me recogiese el coche de producción y me llevase al siguiente rodaje, aunque ya ni sabía apenas de cuál se trataba”.

Cuando el destape empezó a perder fuelle, el teléfono de Nadiuska también fue dejando de sonar. Más de una vez, la actriz culpó de su declive profesional a Rabal, con quien mantuvo una relación sentimental (pese a que él estaba casado) que al terminar, según la versión de ella, llevó al representante de artistas a hacer valer su influencia en la industria para que nadie volviera a contratarla. “Empecé un aislamiento brutal”, relató la alemana. “Me volqué en mi interior y busqué a Dios, navegando por distintas religiones. Fue un milagro que se hiciera en mí la luz otra vez y me costó años volver a ser yo misma. Había llegado un momento en el que yo no era dueña de mí misma: estaba robotizada y me estaba volviendo loca. Si no hubiéramos roto, Nadiuska hubiera acabado devorando a la persona que había bajo la estrella”.

Había llegado un momento en el que yo no era dueña de mí misma"

Nadiuska

Antes de la complicada ruptura, Rabal se encargó de organizar la boda de Nadiuska con un hombre analfabeto y con problemas mentales al que engañaron con la intención de que la actriz pudiera obtener rápidamente la nacionalidad española. Después de que la revista Diez Minutos destapara el pastel en 1977, aquel matrimonio de conveniencia fue anulado. “Al indigente le dieron una propina de tres mil pesetas y (después de la ceremonia) lo soltaron donde lo recogieron, en un campo de escombros y basuras donde se ganaba la vida buscando hierro y metales", contó el escritor Fernando Gracia en su libro Lo que se ocultó de Nadiuska.

Nadiuska seguía siendo la actriz más taquillera del cine español, pero muchos periodistas la empezaron a poner de vuelta y media por aquel polémico montaje. Con la opinión pública en su contra, la alemana decidió marcharse un tiempo a Estados Unidos, donde compartió créditos con gente como Arnold Schwarzenegger. Por lo visto, el actor y exgobernador le tiró los tejos durante la producción de Conan, el bárbaro (1982), una cinta de John Milius en la que, para encarnar a la madre del famoso héroe del cómic, Nadiuska tuvo que aprender a manejar sables y practicar artes marciales.

Nadiuska en 'Conan el Bárbaro' en el 82.

Nadiuska en 'Conan el Bárbaro' en el 82. / Archivo

También en aquella época la actriz pasó una larga temporada en la India, donde se entregó al yoga y la meditación, y hasta se convirtió al catolicismo, algo que la ayudó a combatir el profundo sentimiento de soledad que la invadía. Como las ofertas para hacer cine escaseaban, Nadiuska probó suerte como empresaria, aunque ninguna de las aventuras que emprendió (desde la apertura de un restaurante hasta el diseño de bisutería) resultó realmente rentable. Esa circunstancia, unida al hecho de que llevaba años ayudando a su madre y a su padrastro, invirtiendo dinero en viajes y realizando aportaciones económicas a asociaciones dedicadas a defender los derechos de la infancia, hizo que su cuenta corriente se viera notablemente mermada.

Ya en los noventa, la alemana empezó a señalar en varias entrevistas lo mal que lo había pasado al sentirse traicionada y engañada por amigos, amantes y compañeros de una industria que, en su opinión, le dio la espalda cuando consideró que ya la había exprimido suficientemente. Aquellas intervenciones en medios valieron para que Nadiuska consiguiera un papel en las que fueron sus dos últimas películas. Por un lado, la entretenida comedia de terror de Álvaro Sáenz de Heredia Brácula: Condemor II (1997), coprotagonizada por Chiquito de la Calzada. Por otro, una película de Belén Anguas que no llegó a estrenarse, Las dudas de Judas y María Magdalena (1998), y en cuyo rodaje experimentó la actriz serias dificultades para memorizar sus líneas (lo que generó en ella sentimientos de frustración).

Al poco de participar en aquellos filmes, vieron la luz unas imágenes en las que la actriz aparecía deambulando por las calles de Madrid, ataviada con un chándal y demacrada, lo que preocupó a sus seguidores y amigos. Nadiuska reconoció entonces que vivía una situación precaria y que el origen de sus males estaba en un complot urdido contra su persona por “un hombre poderoso” del país con el que ella había mantenido una relación (a un periodista le dijo que había “personas cercanas al rey [emérito Juan Carlos I] que quieren deshacerse de mí. No les gusta que estemos juntos, por eso tengo sábanas negras en la ventana, para que no me descubran”).

Después de haber vivido en un ático en el Paseo del Prado y en un chalé de cuatro plantas en el lujoso barrio de El Viso, Nadiuska sufrió un desahucio por impago de alquiler de uno de los últimos pisos que habitó. A principios del año 2000, abordaría en una entrevista con Semana su triste vida en el hostal madrileño donde había acabado residiendo y los problemas de salud mental que la habían llevado a pasar diez días ingresada en un hospital psiquiátrico.

“Aunque físicamente no haya tenido compañía exterior, no he sentido la soledad, porque estoy llena por dentro”, confesó a la revista la actriz, que acabó siendo diagnosticada de esquizofrenia. “Soy muy creyente y confío en un ser superior, por encima de muchas religiones. Él me acompaña siempre [...] Mi madre, que actualmente está casada por segunda vez y vive en Alemania, es la única familia que tengo. Mi padre es ruso y apenas tengo ni he tenido contacto con él durante toda mi vida”. En aquella misma charla mencionó sus ganas de remontar el vuelo, asegurando que había recibido varias ofertas para volver a ponerse delante de las cámaras.

Al cabo de un tiempo, se le perdió la pista a una intérprete que según se ha contado terminó alimentándose de las sobras de los contenedores y durmiendo en el portal del cine Lope de Vega, en el que años atrás se habían estrenado sus películas. Ahora, a sus 71 años, Nadiuska vive tutelada e interna en el Complejo Asistencial Benito Menni, especializado en la asistencia y cuidado de enfermos mentales, en la madrileña localidad de Ciempozuelos. Según un reportero gráfico que hace unos años logró colarse en el interior del centro, la actriz luce un aspecto desmejorado y apenas se relaciona con el resto de internos. Un triste final para alguien que hoy es ya incapaz de recordar aquellos tiempos de vino y rosas en los que fue icono de un cine quizá necesario y también extravagante.

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