La hostelería de Ferrolterra se rinde: «Si no hay personal habrá que cambiar el modelo de negocio»

ANA F. CUBA FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Terraza de la cafetería, restaurante y pensión Las Palomas, en Espasante, el jueves
Terraza de la cafetería, restaurante y pensión Las Palomas, en Espasante, el jueves I. F.

Numerosos locales de la comarca buscan camareros, cocineros o ayudantes, a una semana de que comience julio; varios renuncian a las cenas o cierran algún día

22 jun 2023 . Actualizado a las 22:45 h.

Sin personal no hay negocio que funcione, y menos en verano, cuando la afluencia de gente se multiplica en la hostelería de las comarcas de Ferrolterra, Ortegal o Eume. Por eso los empresarios tratan de ingeniárselas para encontrar soluciones que les permitan salvar la temporada. Francisco Javier Pardo Obra, al frente del hotel de naturaleza Semáforo de Bares (Mañón), ha echado mano de «un hijo de una prima de Ciempozuelos, una sobrina y una amiga, y un chico de Covas [Viveiro] hijo de unos amigos». «Es gente muy joven, los que son familiares los alojo en mi piso, y me olvido de complicaciones de buscarles dónde quedarse como me pasó otros años», explica.

Pardo Obra ha experimentado diversas fórmulas en los últimos veranos, igual que Dolores Vázquez, responsable de Las Palomas, pensión, cafetería y restaurante, en Espasante, que busca de refuerzos para cocina y sala. «Al final he tenido que tirar de gente de casa [sus hijos y personal fijo de todo el año], pero ahora no damos abasto. Este es el tercer año que traigo gente de fuera, les doy alojamiento, algunos ya saben trabajar y a otros los formamos nosotros», señala. Reconoce el cansancio por una situación que no parece fácil de revertir: «Si no hay personal habrá que cambiar el modelo de negocio, reducir la carga, funcionar con reservas. Acabaremos haciendo lo que podamos los que somos, pero no muriéndonos para tratar de hacer lo mismo que una plantilla completa. Me planteo reducir horarios, pero no es fácil».

En el restaurante O Gitano, en Valdoviño, que lleva más de cuatro décadas en manos de Charo Vergara, ya jubilada, y su marido, Paco, han prescindido de las cenas (alargan el horario de las comidas, con turnos hasta las cuatro de la tarde) y han decidido cerrar los lunes. «No teníamos día libre, piensas en los obreros que comen fuera de lunes a viernes, y los fines de semana es cuando tienes más clientela... pero al final, necesitamos descansar (el personal ya tenía su día libre)», comenta Charo, que se ocupa de atender el teléfono del negocio.

En Doniños (Ferrol), el Valverde New confía en conseguir un cocinero para reforzar las noches. «Tenemos dos entrevistas pendientes, pero está fastidiado», admiten. A Ana Muíño, del Kilowatio (Cedeira), la baja de una de las empleadas le ha alterado los planes. «Si no no tendría problema, pero ahora, si me dejan ampliar la terraza en verano habrá que meter más gente», dice.

Numerosos locales lanzan mensajes en las redes sociales con ofertas de trabajo. Faltan camareros, cocineros y ayudantes, y a menos de una semana del inicio de la temporada muchos no saben con qué equipo van a contar. «Encontré de casualidad», celebraba ayer Nerea, hostelera de Cariño. El problema se extiende a varios sectores en la zona.

María Fernández, ayudante de cocina: «Estoy cansada, no tengo ni un solo día libre en todo el verano»

María Fernández es un nombre ficticio, pero su relato es real. Esta mujer de 47 años vive desde antes de la pandemia en la comarca de Ortegal, aunque es originaria de la provincia de Ourense. Después de varios años trabajando en el comercio, con experiencias de todo tipo —«tuve un jefe al que tenía que devolverle parte del salario que me ingresaba en la cuenta, y si aparecían 1.200, lo que yo cobraba era la mitad»—, entró en la hostelería, actividad en la que continúa.

Lleva tiempo en el mismo establecimiento, en una población costera. «Durante el año se lleva bien porque tienes descanso, pero los tres meses del verano son durísimos, no tengo ni un solo día libre, ni yo ni los demás... yo aguanto porque el ambiente es muy bueno y no tengo ninguna queja del trato, pero en cuanto tenga ocasión me iré, estoy cansada», declara.

María recibe sus retribuciones puntualmente, pero considera que por los poco más de 1.200 euros que estipula el convenio laboral del sector «no merece la pena tanto esfuerzo». «Me pagan lo mismo que la gente que viene temporal, aunque no sepa trabajar, pero lo que llevo peor es no tener ni siquiera un día libre a la semana. Con eso me bastaría, ya ves que no pido mucho», repite. Cuando comenta algo con sus jefes le repiten que ellos tampoco paran. «Pero ellos son los empresarios —constata— y tampoco reparten los beneficios».