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Manuel Murciano, alcalde de su pueblo desde 1979: “Todo lo que se acuerda se trata en asamblea”

Moscardón resiste por encima del medio centenar de vecinos pese a su declive demográfico

Eduardo Bayona

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“Todo lo que se acuerda se trata en asamblea. Exponemos, se habla y si hay que votar se vota. No he tenido nunca ningún problema ni voy a tenerlo. Yo creo que es la forma de democracia más directa”, expone Manuel Murciano, que lleva más de media vida, desde las primeras elecciones democráticas de 1979, como alcalde de Moscardón, un pequeño municipio de la Sierra de Albarracín que resiste por encima del medio centenar de vecinos tras haber perdido en la última década la veintena que había ganado en la anterior.

Moscardón es uno de los últimos setenta reductos de la democracia directa municipal que quedan en Aragón, localizada en poblaciones de menos de un centenar de habitantes que eligen a un alcalde que, con los tenientes que nombra, responde ante una asamblea en la que pueden participar todos los vecinos mayores de edad.

“La gente decide, y lo mejor de todo es que la gente sepa lo que queremos hacer”, explica, al tiempo que reivindica el formato del concejo abierto. “Es lo mejor para un pueblo”, dice.

Apoyos superiores al 66%

Murciano, decano de los alcaldes de Aragón que lleva veinte años en el Par tras otros tantos en el PP y los cuatro previos en UCD, tendrá tres competidores el 28M, tres ‘cuneros’ presentados por PSOE, Vox y los populares con la intención de arrancar algún voto que mejore sus posiciones en la Comarca o la Diputación.

“Siempre se presenta alguien, tenemos variedad”, anota Murciano, quien destaca como “lo principal que puedo destacar” de su paso por la alcaldía “es que la gente ha confiado en mí”. 

Y no poco: hace cuatro años casi triplicó en apoyos (27-10) al candidato del PP, un respaldo que en 2015 había sido del doble (24-12) tras otro triple (30-9) en 2011 posterior a la cosecha del 88% de los votos en 2007, cuando obtuvo 39 frente a cuatro de los conservadores y uno de los socialistas. 

No parece poco mantenerse por encima del 66% en cuatro convocatorias, un respaldo cuya amplitud le permite ahora compatibilizar la alcaldía con el hecho de ser, con 80 años, el vecino de mayor edad del lugar.

“Son casi demasiados años”, dice. Aunque al mismo tiempo destaca cómo “parece que la gente mayor no tenemos derechos, pero tenemos sabiduría y a lo mejor hacemos las cosas mejor que de jóvenes. Yo siento que tengo más sabiduría y que soy mucho mejor alcalde”, añade.

Calles de tierra, sin agua potable y luz con intermitencias

Murciano, natural de Moscardón, regresó a su pueblo en los años 70, tras haber pasado algo más de una década trabajando en una fábrica de vidrio a 40 kilómetros de París y puso en marcha una de las primeras granjas de conejos de la provincia cuando ni siquiera había mataderos para sacrificarlos.

Andando el tiempo aceptó presentarse para alcalde con UCD. “Estábamos como todos los pueblos, con calles de tierra, gallinas por ellas, sin agua potable en las casas y con una luz que funcionaba cuando quería”, recuerda. 

“Yo nunca habría sido alcalde si hubiera seguido lo que había antes”, señala, en referencia a la dictadura del general Franco, al tiempo que muestra su estupor por el goteo de cartas que siguen llegando al ayuntamiento con el número 1 de la plaza del Generalísimo como dirección: “Es plaza Mayor desde hace más de 30 años. En 1983 decidimos en asamblea retirar la placa y cambiar el nombre”.

La instalación del agua comenzó en 1976, “con una tubería de hierro que hubo que quitar de tantas averías que provocaba”, y luego llegarían los asfaltados, la iluminación y otros servicios. “Nos faltan muchas cosas. El camino ha sido largo y ha habido de todo, aciertos y errores. Lo que nos falta es dinero para llevar a cabo lo que queremos hacer, sin recursos no se puede hacer nada”, anota.

“Se trata de ir mejorando sobre la marcha”

¿Y en qué consiste ese proyecto? No está claro. Y ahí reside, quizás, el truco: “cada tiempo tiene sus necesidades. Hace veinte años nos paramos a pensar qué pasaría si no viniera gente, y llegamos a la conclusión de que hoy quedaríamos cuatro o cinco. Habrá que volver a pensar en qué hemos de hacer para que venga gente. No podemos esperar a que vengan a resolver nuestros problemas”, explica.

De aquella ‘tormenta de ideas’ surgió la orientación hacia el turismo de Moscardón, situado a 1.400 metros de altitud en un terreno donde la agricultura y la ganadería languidecen y ubicado en una zona donde el paisaje ofrece oportunidades de negocio en actividades de naturaleza, unos kilómetros al este de los Pinares de Rodeno y otros tantos al este de los nacimientos del Tajo y del Turia (Guadalaviar en Teruel) en los Montes Universales.

“Hay dos hoteles y un restaurante y eso ha permitido que viniera gente de fuera”, señala el alcalde, que remarca que el grueso del vecindario tiene entre 40 y 60 años y que en él se incluye una docena de chavales de hasta 17 años. 

“Lo mejor de todo es que cada año podemos ir mejorando la vida de quienes vivimos aquí ¿Cómo? Sobre la marcha”, sostiene el alcalde, que ha decidido seguir en el PAR, formación que, con un congreso anulado, dos escisiones y el relevo de un presidente vía moción de censura, atraviesa un año convulso, aunque quizás no tanto como tratan de difundir ciertas narrativas.

“Me quedo. Si hay que ‘morir’ será con las botas puestas”, ironiza, con un toque de épica, mientras pone sobre la mesa uno de los principales rasgos de contraste entre las bases del PAR y sus sucesivas dirigencias, algo que explica en parte la supervivencia del partido pese a sus cíclicas crisis, escisiones y abandonos: “No me voy a ir a ningún sitio porque algunas personas no se entiendan”.

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