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España es el país de Europa con más delfines cautivos: una joven reúne 150.000 firmas para liberarlos

La activista por los derechos de los animales Olivia Mandle y la ONG World Animal Protection piden en el Congreso la prohibición de los delfinarios

Una hembra de delfín en el acuario del zoológico de Madrid.
Una hembra de delfín en el acuario del zoológico de Madrid.LightRocket via Getty Images
Lucía Foraster Garriga

La activista por los derechos de los animales Olivia Mandle, de 16 años, ha entregado este jueves en el Congreso de los Diputados las más de 150.000 firmas que ha recogido para pedir la prohibición del cautiverio de delfines en España, acompañada de la organización World Animal Protection y un grupo de científicos que la apoyan. “Pedimos al Gobierno español una ley de prohibición de delfinarios en España, como ya han aprobado otros países”, ha señalado la joven. Con 10 de estas instalaciones, España tiene más de una tercera parte de los delfinarios de Europa y más del 33% de todos los delfines en cautividad del continente, y es la sexta mayor cárcel de delfines y cetáceos del mundo.

España no es país para delfines

“La reciente ley de bienestar animal, aprobada en marzo de 2023, ha dejado a los delfines de lado. Por eso, solicitamos a los diputados que modifiquen y prohíban la captura y cría de cetáceos en cautividad”, añade, en conversación con este diario, sobre una norma que sigue permitiendo la tenencia, el intercambio y la cría en cautividad de animales y respalda no solo la tenencia de cetáceos, sino su uso en espectáculos. “Pedimos un cierre progresivo de los delfinarios de España. Que se reinventen en, por ejemplo, santuarios marinos en los que se enseñe a vivir en libertad a los que un día se les privó de ella. Queremos que la generación actual sea la última generación de cetáceos que nazca, crezca, viva y muera en confinamiento”, continúa. “Pero lo más urgente es acabar con los espectáculos y la cría forzada”.

Mandle inició su campaña contra el cautiverio de cetáceos en España hace más de dos años, cuando solo tenía 14. En marzo de 2020, la joven activista lanzó su primera campaña en Change.org, con el objetivo de liberar a los tres delfines que aún quedaban en el Zoo de Barcelona y trasladarlos a un santuario marino. En tan solo cinco meses, recogió más de 56.000 firmas. Sin embargo, y muy a su pesar, los trasladaron a otro zoológico, el de Atenas. “Este triste desenlace no hizo que me rindiera, sino que me dio más fuerzas para lanzar mi actual campaña: Por el fin de los delfinarios en España #noesPaísparaDelfines”, expresa la joven.

“Ahora, pido al Gobierno español que haga lo que ya han hecho otros países. Estos han reconocido que delfines y otros cetáceos son animales dotados de una alta inteligencia social, necesitados de su comunidad para desarrollarse, seres autónomos y autoconscientes y que quieren tomar sus decisiones sobre qué hacen y a dónde van”, concluye. Con más de 100 cetáceos en cautividad, de los 3.000 que hay en todo el mundo, España es el país con mayor número de ejemplares en cautividad de Europa y uno de los primeros a nivel mundial, solo por detrás de países como China, Estados Unidos y Rusia.

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El sufrimiento de los delfines

“Queremos detener el sufrimiento de estas criaturas de gran inteligencia que deberían estar disfrutando de su hábitat natural”, ha denunciado Sandra Campinas, responsable de campañas de World Animal Protection en España. “Los delfines son animales muy inteligentes y sociables que sufren enormemente en cautiverio. Actualmente, hay 100 delfines en cautiverio en nuestro país, cada uno de los cuales pasa hasta 50 años sufriendo con fines de entretenimiento humano. Un tanque es, en promedio, 200.000 veces más pequeño que el área de distribución natural de un delfín en la naturaleza y nunca se aproximará a la riqueza de la vida en el océano”, ha explicado en conversación con este periódico.

Por todo ello, World Animal Protection se ha unido a Mandle este jueves para reclamar que España siga el ejemplo de muchos países que ya han prohibido los espectáculos con cetáceos. Como Francia, que estableció una desaparición programada de la cautividad de delfines en su ley contra el maltrato animal en 2021; Canadá, que en 2019 aprobó una ley conocida como la Ley Liberad a Willy (en honor a la película de 1993), que garantiza que la actual será la última generación de cetáceos que vive en cautividad; y México, que está dando pasos a nivel legislativo en esta misma dirección.

Estos países se suman a otros como Bolivia, Chile, Costa Rica, Croacia, Chipre, Hungría, Nicaragua, Eslovenia o Suiza, donde la exhibición de cetáceos en espectáculos está prohibida. Y a otros como Brasil o Reino Unido, donde las condiciones establecidas en la legislación para poder mantener cetáceos en cautividad son tan exigentes que es prácticamente imposible hacerlo en la práctica.

“En la exposición de París de 1989, se exhibían aborígenes en jaulas. En los circos de antes, los elefantes estaban encadenados. Pero las cosas cambian, y ya es hora de que abramos los ojos y empecemos a basarnos en el conocimiento y el respeto a los animales”, añade Bruno Díaz, científico con más de 20 años de experiencia como investigador de cetáceos. “Los delfines son animales con una alta capacidad cognitiva, y necesitan explorar, descubrir, jugar, cambiar de ambientes... Enjaulados no pueden cubrir sus necesidades sociales. Tampoco sus necesidades físicas. Son animales que nadan hasta 240 kilómetros diarios. Imagina nadar 240 kilómetros diarios en una piscina de 400 metros cuadrados... El cautiverio acaba siendo una tortura mental”, expone, en conversación con este diario, sobre las consecuencias psicológicas del cautiverio en los delfines.

“Otros impactos, tanto psicológicos como físicos, dependen de los cuidados de cada parque acuático. Del ejercicio, de la dieta... Pero al final nada es natural, porque ellos no eligen ni cómo se mueven ni qué comen”, subraya. “Que los delfines no se mueran en los delfinarios, como les pasaría a las sardinas en un acuario de pez rojo, no significa que estén bien allí”. Díaz termina con una pregunta retórica: “¿Es justificable la privación de las necesidades básicas de una especie como el delfín mular por el lucro de unos pocos?”.

Dinero y mala educación

Campinas, de World Animal Protection, incide en la cuestión monetaria: “El cautiverio no deja de ser un negocio millonario, hay mucho dinero detrás”. Un delfín en cautividad, señala, puede suponer entre 400.000 y dos millones de euros al año, dependiendo del país y del número de espectáculos. Según un estudio de su organización de 2019, hay 355 delfinarios en 58 países, y el 93% de estas instalaciones ofrecen espectáculos con delfines y otros cetáceos.

Para la responsable de campañas esta organización, la sensibilización de la población sobre la cuestión es imprescindible. “En el Reino Unido, el último delfinario cerró hace 30 años. Pero los británicos, cuando vienen de turismo a España, asisten a estos espectáculos, y eso no puede ser”, ejemplifica. “Las personas van a los delfinarios porque les gustan los delfines, porque los quieren, pensando que allí los delfines están bien. Hay mucho desconocimiento”, continúa. Y plantea alternativas a estas formas de ocio: “Ahora hay miles de posibilidades para ver a los delfines en su hábitat natural. Los santuarios, por ejemplo, pero también los viajes organizados para ver a estos animales en el mar, libres”.

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Sobre la firma

Lucía Foraster Garriga
Reportera en Sociedad y Planeta Futuro desde 2021. Licenciada en Relaciones Internacionales por la Blanquerna - Universitat Ramón Llull y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre temas migratorios, de género, violencia sexual y derechos humanos. Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2022 por la investigación de abusos sexuales en la Iglesia española.

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