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La realidad tumba la doctrina neoliberal

La primera ministra británica, Liz Truss, tras el anuncio de su dimisión

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La realidad se está imponiendo ante sus versiones interesadas y maltrechas teorías. Y eso es quizás lo más positivo del momento que vivimos. El Reino Unido, Italia, de alguna manera Francia, dan contundentes lecciones: el dogma neoliberal es una filfa, descarnada cuando vienen mal dadas para todos, y ni a los sacrosantos mercados les gusta la inoperancia, ni el fascismo. El problema de España es cómo la derecha más acartonada se empeña en ir contracorriente confiada en que una vez más funcionará aquello de ser la reserva espiritual aislada bajo los Pirineos.

El Reino Unido se derrumba conducido por los tories a unos niveles insólitos. Todo ese pasado que atesoran de gran potencia económica, instituciones sólidas, influencia mundial, personalidad manifiesta, hace aguas en sus últimas decisiones políticas. La primera de esta parte del hundimiento fue, sin duda, abrazar un Brexit emocional que ha resultado caótico. A continuación, la labor de una prensa británica que disuadió cuanto pudo la elección del laborista Jeremy Corbyn en las elecciones que dieron el triunfo a Boris Johnson, conociendo cómo era. A su partido, empeñado en hacerle su candidato basado únicamente en su popularidad. A la sociedad que se la otorgó y se guía por espejismos fluorescentes. Es asombroso, sí, lo que está pasando en el Reino Unido de Gran Bretaña y sus etcéteras.

Liz Truss no gustaba, pero hablaba algo así como de resucitar esplendores imperiales y prometió bajar impuestos para solucionar la enorme y compleja crisis económica de su país. 44 días ha durado como primera ministra, un récord. La realidad se ha impuesto. La cotización de la libra se fue al suelo, subió la prima de riesgo. Cuando la gente lo pasa mal, cuando una guerra y múltiples errores dejan temblando los bolsillos, se demuestra que es el Estado sólido el que funciona y que ni en sueños se regulan los mercados, ni se han regulado jamás, por sí mismos.  

Más aún, las recientes crisis profundas han demostrado el fracaso o ineficacia del sistema. Para la mayoría, por supuesto. Siempre hay alguien que gana con ello. Ha ocurrido en el derrumbe del casino financiero de 2008, en la pandemia o en la guerra. No ha sido ningún “gobierno socio-comunista” el causante, como dicen sus hienas con desprecio, si algo se ha salvado ha sido precisamente gracias a ellos.

La libra y la prima de riesgo se han equilibrado ya solo con la dimisión de Truss, pero el caos británico no lleva visos de solucionarse en un día. Entre los candidatos a sustituir a la primera ministra designada por su partido vuelve a estar Boris Johnson. Deberían pronunciarse los votantes, con una potente llamada a la reflexión, porque el patetismo alcanzado por el Reino Unido es difícilmente superable.

En España tenemos un problema grave en esa misma línea: el Partido Popular comparte las tesis de Liz Truss. Lo firma Feijóo. Moreno Bonilla se proclamó pionero en bajar impuestos (a los ricos además) pero el ranking del entusiasmo lo encabeza Ayuso. Y, en su error, ataca una vez más al gobierno de España para incrementar su ridículo. Entre quienes se enteren, claro, porque el blindaje mediático de esta política es de los que hacen historia. 

No se puede diezmar sin freno la sanidad pública –por hablar solo de lo más esencial- y dedicar el dinero de los impuestos de los ciudadanos a subvencionar a las grandes fortunas.  Y lo está haciendo el PP en las comunidades donde gobierna por el voto de personas normales. “Normales” como una señora de profesión famosa, Carmen Lomana, que así lo ha definido. No eternamente. No es lógico. Los impuestos pagan los servicios de todos. Por más que lloren los privilegiados y sus defensores sí han de pagar lo que les corresponde.

Jueves, 20 de octubre. Dimitida ya Liz Truss en el Reino Unido, López Miras, presidente de la Comunidad de Murcia, promete crear 6.200 millones de empleos (casi para toda la Humanidad en edad de trabajar) que ya sabemos es un error aunque no se desdice de otro: estar basados en el neoliberalismo y las bajadas de impuestos que han llevado al efímero viaje presidencial de la tori Truss en el Reino Unido .

El gobierno de Murcia es otro caos de cuidado por las tensiones políticas entre sus miembros. Pero lo que de verdad debe preocuparnos y mucho es la exigencia de los dos diputados ex miembros de Vox a López Miras, quiere que suprima las becas a mujeres que se matriculen en ciencias si quiere que le apoye en los presupuestos. Esta altísima alarma nos sitúa en puertas de un futuro que no tiene nada que envidiar a los talibanes afganos. Cuidado, mucho cuidado.

La crisis es real y el malestar ciudadano crece en distintos grados en varios países. Añadamos Francia a la lista. En huelga porque muchas personas siguen sin entender las restricciones vitales mientras se privilegian beneficios a las grandes energéticas, por ejemplo.

Tampoco Italia atraviesa un buen momento. La larga crisis ha desembocado en una gran abstención y al voto volcado en la ultraderecha. Andan formando gobierno. Pero a “los mercados” tampoco le gustan las marcas blancas del fascismo, quién lo hubiera dicho. O, tal vez, la inestabilidad que se presupone. No total. La derecha sabe unirse pese a discrepancias si se trata de ostentar el poder. 

De entrada, el mercado castiga al gobierno que llega: la diferencia entre las primas de riesgo italiana y española se dispara a máximos de los últimos cuatro años y se prevé una recesión en la que es la tercera economía de la eurozona.

No son buenas las relaciones entre los dos partidos de ultraderecha, entre Meloni y Salvini, pero además se han destapado nuevos escándalos con Berlusconi, al hacerse público un audio en el que Il Cavaliere critica a Zelenski y justifica a Putin. Pero ni siquiera es lo único que ha sobresaltado de su conducta. Pasan los años y siguen asombrándose de cosas como que en los Casinos de Casablanca se juega.      

Dicen que en democracia los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. Últimamente se diría que son los que merecen y propician quienes mueven los hilos. Ante una ciudadanía más o menos absorta cuyos miembros más avisados se diría que empiezan a reaccionar, visto lo duro de la situación. Malo que no lo hagan, que sigan tragando los tóxicos que se suministran para el mal de todos. Lo llamativo, por asirse a ese brote de realismo que se apunta, es que ni los mercados secundan ya los experimentos Truss o Meloni/Salvini/Berlusconi. Solo parece seguir protegida en su arcadia feliz esa derecha española tan en el envés de la realidad.

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