Opinión | La curiosa impertinente
Orzowei
Mis queridísimas monjas de Jesús María, las que me enseñaron los quebrados con regletas de colores y la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano rodeando la enorme clase y sorteando pupitres como aquellos héroes doblaron cabos, atravesaron estrechos y surcaron mares, las que en los años 70 impartían clases de catalán y, a la vez que nos entrenaban en baloncesto, enseñaban corte y confección y vainica, pedagogas modernísimas con las que escenificábamos el sacrificio frustrado de Isaac lleno del mejor suspense, al que Yahveh salvaba en el tiempo de descuento, y cómo Judith degollaba a Holofernes sin inmutarse, con las que los martes asistíamos al Palau y conocimos la viola de gamba, nos llevaron en una de nuestras salidas culturales a las que eran tan aficionadas, -con ellas vi Tiempo del 98, que seguramente tiene mucha culpa de mi amor al teatro- al Salón del libro infantil y juvenil que se celebraba en el Tinell.
No olvidaré nunca aquella mágica visita porque entre arcos de medio punto, capiteles esculpidos, bóvedas de cañón y estanterías repletas de poesía, sabiduría, aventuras y diversión, me cautivó un libro con el extraño título de Orzowei. Los personajes utilizaban el mote para expresar en él su enorme odio, desprecio y asco hacia el protagonista, y el expresivo grito de ¡Orzowei! era un escupitajo cargado con todos los mocos y sangre de sus prejuicios de falsos justicieros poseedores del color de la piel adecuados, y no como aquel desecho de la tribu.
No sé si fue en aquel momento o mi cerebro de adulta se lo adjudica a la niña que fui, pero creo que entonces fui consciente de que aquel ¡Orzowei! encerraba todos los ¡judío!, ¡negro!, ¡maricón!, ¡rojo de mierda!, ¡charnego! y demás insultos supremacistas, racistas y excluyentes que a usted, amigo lector, se le puedan ocurrir.
Ayer oí a la ministra Montero llamar ultraderecha a los camioneros desesperados por la ruina y obligados a trabajar a pérdidas por un gobierno que ni siquiera se digna recibirlos. Idéntico a Orzowei. Ultraderecha. Merecedores de nada. El mismo desprecio. La misma saña.
* Profesora
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