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La mujer y el deporte

Las carreras de motos, descaradamente de hombres

El Mundial de Motociclismo ha sido una competición masculina desde su creación en 1949 | Este año el campeonato de motos solo cuenta con una mujer en sus filas, la piloto murciana Ana Carrasco, en la categoría de Moto3.

Ana Carrasco durante una sesión de entrenamientos libres para el Gran Premio de Motociclismo de Qatar en el Circuito Internacional de Losail.

Ni motos ni coches, al menos competitivamente, han sido creados y pensados para las mujeres en su afán por convertirse en pilotos. Si hay un mundo en el deporte descaradamente masculino es el del motor. Los hombres compiten y las mujeres son las que tradicionalmente reparten aplausos, besos y hasta no hace mucho, al menos en la Fórmula Uno, las que lucían su cuerpo en la parrilla de salida con trajes y escotes ajustados.

Desde la creación del Mundial de Motociclismo en 1949 el papel de la mujer ha sido simbólico. Muy pocas han conseguido competir, y cuando lo han hecho, ha sido con motos de segundo nivel, en escuderías modestas, con resultados muy discretos y sin apenas poder ver a los ases de la velocidad en las rectas y las curvas del circuito.

Ana Carrasco, Moto3

Y no parece que la recién estrenada temporada 2022 en el circuito de Qatar vaya a marcar la diferencia, porque solo hay una mujer compitiendo en un mundo de hombres. Se trata de la piloto murciana Ana Carrasco, quien el domingo terminó en la posición 20ª en la carrera de Moto3, una categoría, la menor de las tres que configuran el Mundial, donde solo espera poder ir creciendo para conseguir a lo largo del año motociclista puntuar en algún circuito.

En cambio, cerca de las monturas, como apoyo y como reclamo publicitario, las mujeres continúan haciendo de 'paragüeras' aunque ni llueva, ni haga sol, ni haya que resguardar a los pilotos de una hipotética insolación. 

Ana Carrasco, en Moto3, es por lo tanto la excepción. Forma parte de una escudería pequeña, la barcelonesa Boé SKX, de José Ángel Gutiérrez Boé, y con su KTM trata de escalar posiciones, aunque ella, apartándose de cualquier reivindicación, prefiera que se le considera más como un piloto que como una mujer. Y así lo acostumbra a reivindicar en las entrevistas que concede.

"No me siento un referente, aunque mi caso sirva para creer que lo sueños se pueden conseguir", afirmaba en 'As' la murciana que en septiembre de 2020 sufrió un grave accidente en el circuito portugués de Estoril donde se fracturó dos vértebras, un contratiempo del que todavía sigue teniendo secuelas que no le han cortado las alas para intentar cumplir el sueño de triunfar en un mundo con reserva masculina.

Un caso raro

Casi se podría considerar que las pilotos que han participado en el Mundial motociclista son un caso raro, al margen de las parejas de los pilotos. Una finlandesa, Taru Rinne, comenzó a marcar el difícil camino a las mujeres en 1987, sin conseguir triunfar, solo destacar esporádicamente por alguna circunstancia de carrera, en un Mundial de motos en el que también trató de dejarse ver la japonesa Tomoko Igata, en 1993. Y mucho más tarde, la alemana Katja Poensgen, que se atrevió a pilotar en la categoría de 250cc.

Desde entonces, la presencia femenina en la parrilla ha sido a cuentagotas y en este apartado las españolas se han mostrado como las más atrevidas, o al menos las que han tenido mucha más suerte. Elena Rosell, en Moto2, llegó a correr como sustituta de Julito Simón algunas carreras en 2011, lo que le sirvió para ganarse el derecho a correr el campeonato de 2012.

María Herrera y Laia Sanz

María Herrera, en los años 2014 y 2015, llegó a coincidir con Ana Carrasco, pero poco más a destacar en un mundo masculino de motos.

Quizá, centrados en el planeta de la gasolina, el Dakar ha sido el escenario del motor que más se ha abierto a la presencia femenina, hasta el punto de que en 2001 la alemana Jutta Kleinschmidt se convirtió en la primera y única mujer que ha ganado el maratoniano rally. Una sola victoria femenina desde la creación de la prueba en 1979, aunque sí es cierto que cada año acuden mujeres y algunas con resultados brillantes como la catalana Laia Sanz, quien este año cambió moto por coche.

La Fórmula Uno, en cambio, ya son palabras mayores para los mujeres aunque, por lo menos, han dejado de aparecer en aquellas parrillas donde reclamaban con sus anuncios el supuesto placer de fumar o el de beber, antes de que tabaco y alcohol fuesen eliminados en la publicidad de este deporte. 

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