Un migrante indigente de Ghana, de 52 años, Abraham I., quien malvivía en una fábrica abandonada de la periferia de València, junto con otros sin techo, ha muerto de cáncer hepático “al raso de la noche”, descubriendo su fallecimiento horas después compañeros suyos del lugar, una veintena, que habitan el insalubre lugar

Abraham llegó a España desde Ghana hace varios años. En su país tenía esposa y tres hijos a quienes enviaba el dinero que aquí ganaba. En València sobrevivía de ir como temporero al campo cuando le contrataban, últimamente como collidor de naranjas, trabajo que realizaba muy a pesar de estar afectado por la grave enfermedad que le llevó a la muerte.

Su mal estado de salud fue descubierto por uno de los equipos de la Asociación Apostolado dela Divina Misericordia, fundada por el padre Pedro Miret, párroco de san Francisco de Borja de València, hace varios meses y lo llevaron a atención médica a un centro hospitalario donde comenzó a ser tratado, alternando el hospital con las instalaciones abandonadas en que se encontraba.

Los jóvenes de la asociación le gestionaron atención médica y le visitaban con frecuencia para atenderle en sus necesidades.

Su cuerpo fue velado en el tanatorio de Alfafar y algunos amigos de él residentes en España fueron avisados para el entierro. Se celebró un oficio religioso de su religión antes de su sepelio.

La asociación, de naturaleza católica, tiene previsto hacer un acto de oración por el fallecido este miércoles, 16 de febrero, a las 19 horas, en la parroquia de san Francisco de Borja, de Valencia, en la calle Cuba del barrio de Russafa.

El padre Pedro Miret recuerda que era invitado y acudía a las actividades del grupo. “Recordamos su asistencia al Jubileo (Año Jubilar de san Francisco de Borja) de los Pobres del pasado mes de noviembre donde, tuvimos ocasión de departir con él en aquella jornada. Joven trabajador, humilde, extrovertido y muy servicial pero, al que la vida no se lo puso fácil.

Ayuda sanitaria

En momentos concretos necesitó de ayuda sanitaria y la Asociación Apostolado de la Divina Misericordia se puso a su disposición y lo acompañó en diversas ocasiones al centro médico y hospital más cercanos.”

Miret lamenta que los indigentes y sin techo tengan que vivir en estas condiciones, faltos de albergue, más cuando están aquejados de enfermedades graves, como este caso, y hace un llamamiento a las autoridades y organismos oficiales de asistencia social para que ofrezcan recursos y alternativas que atiendan las necesidades básicas de estas personas. En los seis años de funcionamiento, hemos visto morir una decena de personas. El pasado año, uno murió en la calle de frío”.

Los equipos de la Asociación Divina Misericordia salen por las noches a distintos puntos de la ciudad, especialmente a la periferia, a visitar a gentes sin techo que viven en la calle o en zonas de chabolismo a llevarles alimentos, mantas, medicinas y aquellas cosas que puedan necesitar. También se interesan por cualquier tipo de problemas que se les exponga y esté en sus manos resolverlas. Actualmente, acuden a visitar y cuidar a otro enfermo de cáncer que está en las mismas instalaciones abandonadas y llenas de indigentes.