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Guevara, el juez de los atentados de Barcelona que enerva a los abogados por su intransigencia

El juez Guevara, durante la vista

Oriol Solé Altimira

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“Estamos constituidos en audiencia pública y yo guardo el orden”. La advertencia del magistrado Félix Alfonso Guevara al inicio del juicio de los atentados de Barcelona y Cambrils no era baladí. La primera semana de vista oral ha tenido en Guevara uno de los protagonistas inesperados del juicio. La tensión entre el presidente del tribunal y algunas acusaciones, que tildan sus formas de “autoritarias”, va en aumento.

Veterano de la Audiencia Nacional y presidente de la sección tercera de la Sala Penal, Guevara dirige el juicio con una constante mano de hierro que no ha sido del todo erradicada de las salas de vistas, aunque no es mayoritaria. No es que las nuevas generaciones de togados no impongan su autoridad cuando es necesario, pero lo hacen con otros modos, generalmente más educados que los exhibidos por Guevara.

Nadie puede discutir que Guevara no esté atento a las declaraciones del juicio. De hecho, ha demostrado en varias ocasiones una memoria fotográfica y tener todo el sumario de decenas de miles de folios en la cabeza, indicando incluso a una abogada la página por la que debía preguntar a un testigo. Lo que cuestionan algunas acusaciones son sus formas, que también han llamado la atención a varios colectivos de la abogacía barcelonesa. Este fin de semana los abogados y abogadas críticos ultiman las acciones que preparan de cara a la próxima semana para denunciar públicamente lo que consideran una actitud “inaceptable” y que “coarta el derecho de defensa”, según las fuentes consultadas.

Los que ya han reaccionado, y de forma oficial, han sido los 14 colegios de la abogacía de Catalunya. Los entes colegiales han expresado su “profundo rechazo e indignación” por el trato de Guevara a los abogados durante el juicio, lo que, añaden, supone “una grave limitación del derecho de defensa, pilar fundamental de cualquier Estado Democrático y de Derecho”.

Tampoco se puede alegar que Guevara, que formó parte del tribunal del juicio al 11M, haya sufrido un cambio repentino de carácter. Hace diez años, en el juicio que presidió contra los autores del atentado de ETA en la T-4 de Barajas, el diario El País, en un comentario editorial, expresó que Guevara “ha demostrado que un magistrado puede juzgar con criterio y valentía, como ha hecho en ocasiones anteriores, y ser al tiempo un perfecto maleducado”. Tres años después Guevara fue sancionado con 600 euros por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por decir a un procesado por narcotráfico que merecía “un culatazo” durante un juicio.

En el juicio por los ataques del 17-A, el magistrado Guevara no hace distinciones a la hora de echar broncas. “Cuando yo digo una cosa, se hace”, espetó el jueves a una funcionaria por una videoconferencia que no estaba lista. El martes, en los primeros minutos del juicio, gritó al abogado de uno de los acusados, Saïd Ben Iazza, quien había amagado con abandonar la defensa porque el tribunal lo había situado en los estrados detrás de la Fiscalía, lo que imposibilitaba que viera a su cliente (que está en la pecera de la sala de vistas de la sede de la Audiencia Nacional de San Fernando de Henares). “De aquí no se va nadie. No abandona la sala, no abandona la sala”, advirtió Guevara alzando la voz.

Para algunas fuentes jurídicas este episodio supone la peor forma posible de empezar una vista tan relevante como la de los atentados de Barcelona y Cambrils. Con un mal ambiente en la sala, advierten algunos letrados consultados que no participan en el juicio, los abogados pueden terminar autocensurándose y no desplegar toda su estrategia por temor a la reacción del juez.

En contraste con los dardos a los abogados, el juez Guevara ha mostrado más mano izquierda con las víctimas. El jueves permitió que una de las supervivientes del atropello de la Rambla declarara, pese a que no estaba previsto, como testigo protegido y nadie viera su rostro para que se sintiera “amparada”. Antes de la declaración, la víctima se encontraba muy nerviosa y llorando en la oficina de víctimas establecida en la sede de la Audiencia Nacional de San Fernando de Henares (Madrid). “Vamos a tratar que sea lo más breve posible y que no sufra más”, pidió Guevara a las partes antes de hacer pasar a la víctima. Al finalizar su declaración, además del “puede retirarse” con el que Guevara despide a los testigos, el magistrado añadió: “Muchas gracias por su declaración”.

Lo que no ha dejado Guevara a las víctimas es salirse del guion. El viernes el magistrado limitó la declaración de Javier García, padre del niño de tres años muerto en el atropello de la Rambla, Xavi, a cómo se produjo el atentado. “Suficiente, suficiente”, indicó Guevara cuando Martínez se disponía a abordar los aspectos que “le habían hecho dudar” de la investigación.

Precisamente el abogado con quien más se las ha tenido Guevara es el representante de Martínez, Jaume Alonso Cuevillas. El también diputado de Junts per Catalunya ha intentado introducir en el juicio sus teorías conspirativas sobre el imán de Ripoll (pone en duda que esté muerto, en contra de lo que mantienen los Mossos y las evidencias de sus restos hallados tras la explosión del chalé de Alcanar). Guevara advirtió de que el destino de todos los “escrititos” que presentaran las partes una vez empezado el juicio sería “la basura”. Uno de ellos era un informe pericial aportado por Cuevillas en el que se cuestionaba el análisis de ADN de Es Satty realizado por la Policía marroquí (pero no el de los forenses de Barcelona, que también concluyeron que el imán murió en la explosión).

Los cortes de Guevara a Cuevillas desprenden algo más que el habitual mal carácter del juez y denotan un enfado del magistrado con los juicios mediáticos paralelos a lo que se juzga en sala que promueve el letrado. Este jueves su jefa de filas en el Congreso y candidata a las primarias de JxCat para presidir la Generalitat, Laura Borràs, acompañó a Cuevillas y Martínez a la Audiencia Nacional; un gesto, el de los políticos merodeando los juzgados en vistas mediáticas, que ya no suele gustar a jueces con menos acritud que Guevara.

Tras ironizar Cuevillas sobre la “amabilidad” de Guevara en la vista, el magistrado fue tajante. “La ironía a otro lado, se lo advierto”, respondió Guevara, para a renglón seguido advertirle de que estudiaba poner su actitud en conocimiento del colegio de la abogacía. “Creo que no he faltado el respeto a ninguno, he elevado el tono, porque no me oían. A mí no se me contesta de esa forma. A mí personalmente sí, pero a lo que estoy representando, no. Si ahora es moda de no respetar las instituciones, aquí se respetan”, aseveró el magistrado.

Difícilmente cabe esperar un cambio de actitud del juez. El propio Guevara ha demostrado que no le afectan los comentarios sobre su forma de presidir el juicio. “Sé que me critican. Me da lo mismo. ¡Pero hombre! ¿Delante mío?”, le espetó el viernes a un abogado. Quedan dos meses de juicio por delante.

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