Tristeza y resignación en las colas del hambre de A Coruña, cada vez más extensas

Emiliano Mouzo A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Colas para recoger alimentos en la asociación Renacer
Colas para recoger alimentos en la asociación Renacer Eduardo Pérez

El paro disparado lleva cada día a más gente a las puertas de instituciones benéficas

03 nov 2020 . Actualizado a las 17:33 h.

 El virus no da tregua, ni en el ámbito sanitario, ni tampoco en el económico. Con una tasa de paro en A Coruña del 12,4 % en el tercer trimestre, punto y medio por encima del anterior, según los datos de la EPA, el covid-19 se alía con la miseria y castiga con más fuerza a los más necesitados. La precariedad se adentra cada día más en los hogares y se cuela entre las familias.

La calamidad social se aprecia de forma especial a las puertas de las instituciones benéficas en forma de colas que cada día crecen más, al tiempo que las despensas sociales se van vaciando. «No sabemos cuánto más podremos aguantar», dicen con preocupación desde el banco de alimentos. «Las donaciones no llegan para atender las necesidades de tantas personas», recalcan. «Tenemos que hacer algo y urgente. La gente no se puede morir de hambre».

Los ejemplos se multiplican. Gloria ya atraviesa graves problemas «para poner un plato de comida en la mesa». Y no le duele por ella ni por su marido, en el paro desde que comenzó la pandemia: «Temo por mis tres pequeños», dice desconsolada en la cola de la Cocina Económica.

Antonio, que trabajaba de camarero, cree que «para el Gobierno somos los malos, los causantes de esta desgracia, y nos lo hacen pagar con el paro, sin cobrar los ERTE... y para salir adelante tengo que venir a rogar por una bolsa de comida», cuenta con tristeza a las puertas de un dispensario de Cáritas mientras ante Renacer está José, médico llegado de Cuba hace un año y pendiente de homologar su título, que acude con su padre para pedir comida «para los dos, mi esposa y dos hijos». Hizo gestiones para poner su experiencia a luchar contra el virus: «Dicen que falta médicos, pero a mi no me cogen», lamenta.

Ana Belén
Ana Belén Emiliano Mouzo

«Entre los dos ganamos 715 euros y 400 ya se van en pagar el piso»

La triste historia reciente de Ana Belén se escribe a la vez que la del coronavirus. A ella, a su marido y a su hija de 10 años la vida no les sonreía del todo, «pero tampoco me hacía llorar, como lo hago ahora por culpa de esta maldita pandemia».

Tanto Ana Belén como su esposo trabajaban hasta el mismo día en que se decretó el estado de alarma. Ella en la cocina de un restaurante, y su marido, de camarero: «En el sector que demonizaron los políticos y a los trabajadores nos echaron a la basura, al contenedor», comenta entre la rabia y la tristeza.

Entre ella y su esposo ganan en total 715 euros al mes, pero 400 ya les cuesta el alquiler del piso, «y con lo que queda come, viste, lava la ropa...».

María Teresa, de 69 años
María Teresa, de 69 años Emiliano Mouzo

«Trabajé desde muy niña, nunca me aseguraron y ahora paso hambre»

María Teresa es de A Coruña. Asegura que trabajó siempre, «desde muy niña, por desgracia». Pero a pesar de su edad ya conoció y vivió en sus carnes la economía sumergida, los pagos en B.

Afirma que ningún patrono la aseguró y ahora sufre las consecuencias: «No tengo paro y no cobro nada de jubilación», explica con pena en la cola de la institución benéfica para que le den algo de comida.

María Teresa solo percibe una pequeña ayuda de la Xunta «y no me llega para nada», lamenta. Insiste en que no le importaría trabajar, pero «¿a dónde voy a ir ahora, quién me va a coger aunque sea solo para limpiar? Y menos ahora con el problema del coronavirus, que aún los jóvenes están en el paro», subraya.

Pilar tiene 60 años
Pilar tiene 60 años Emiliano Mouzo

«Limpié en casas, fui camarera.... pero el covid me arruinó»

Pilar también espera por una bolsa de comida en las ya denominadas «colas del hambre», en el centro benéfico Renacer. Afirma que jamás pensó tener que llegar a esta situación.

Esta mujer trabajó toda su vida, limpiando en casas, de camarera... «y me encuentro en un buen estado de salud y con fuerzas y ganas para continuar haciéndolo», explica. Pero todas sus ilusiones y ánimos se ahogaron en la desesperanza, «todo se fue a la maldita papelera del virus».

Solamente le queda la comida de los centros benéficos, y las ayudas de algunas amigas «que de vez en cuando me llaman para que les haga unas cuantas horas de limpieza». Pero al mes no suma más de 300 euros .

El Banco de Alimentos lanza un grito de socorro: «Ya no podemos enviar los 4.200 kilos de alimentos diarios a las instituciones»

Las restricciones le obligaron a reinventar los métodos para no perder las donaciones

Emiliano Mouzo

De los suministros alimenticios del Banco de Alimentos Rías Altas dependen más de veinte instituciones benéficas. Cada día salen de las instalaciones de A Grela y de Meicende 4.200 kilos de alimentos, «y 583.000 al mes», explicó María Capelán, conocida como Mariquiña. Pero las graves consecuencias derivadas de la pandemia, incremento del paro, gente sin cobrar los ERTE... «hicieron que nuestras estanterías estén vacías», anunció Mariquiña.

«Nos vemos obligados a comprar las alimentos más necesarios con el poco dinero que nos queda»

De hecho, ante la falta de donaciones «nos vemos obligados a comprar las alimentos más necesarios con el poco dinero que nos queda de las aportaciones que recibimos durante el confinamiento», explica preocupada Capelán. En estos momentos, el Banco de Alimentos está desabastecido de galletas, conservas de pescado, garbanzos, alubias, cereales... «y leche tenemos poca y, además, con fecha de caducidad en diciembre, por lo que si no llega quedaremos sin este alimento fundamental», recordó Mariquiña.

La situación es desesperante, y cada día que pasa las instituciones benéficas les piden más productos, «pero tenemos que hacer verdaderas ecuaciones matemáticas para atender sus necesidades, y a veces, muchas, tenemos que, incluso, recortar sus pedidos», subrayó Capelán. Las restricciones para luchar contra la pandemia tampoco son buenas aliadas para rellenar las estanterías del Banco de Alimentos. La prohibición de concentración de personas «nos prohíbe hacer la recogida de alimentos en todas las grandes áreas comerciales». Pero tanto los directivos y voluntarios del Rías Altas se tuvieron que reinventar, «buscar nuevas fórmulas para minimizar este gravísimo problema de abastecimiento», explicó Mariquiña.

De hecho, desde el próximo día 16 y hasta el 22 de este mes se hará la gran recogida de alimentos 2020, «pero de forma virtual», anunció Capelán. Los voluntarios de la institución informarán a las puertas de los 100 establecimientos el funcionamiento de las nuevas fórmulas. Y lo mismo harán las cajeras de los supermercados, «a las que agradecemos su importante colaboración», indicó Mariquiña.

La recogida se adapta a las restricciones 

Así, los donantes pueden comprar una tarjeta en las cajas de los supermercados por el importe que deseen «y ese dinero se utilizará para comprar alimentos. Es como si coges una tarjeta de teléfono móvil y lo recargas», matizó Mariquiña. Pero además, otras áreas comerciales optarán por pasar el código de barras de aquellos productos que clientes quieren donar las veces que quieran, el cliente, «y los que no lleven también llegarán a nuestras despensas».

Los donantes también pueden utilizar la vía online, pueden entrar en la web del Banco de Alimentos, www.granrecogidadealimentos.org, y hacer la donación económica que puedan, «es como una cuenta cero», explicó Mariquiña.

La carrera solidaria será virtual

La reinvención también llega a la carrera 5 KM Solidaridad, que por primera vez se hará a nivel nacional, tampoco puede celebrarse presencialmente, como en los últimos cinco años. La prueba, patrocinada por Estrella Galicia y el propio Banco de Alimentos se hará de forma virtual. Los que deseen no tienen más que inscribirse, abonar los 5 euros, y recibirán la camiseta y el dorsal «para después correr donde deseen, pero cumpliendo siempre con las normas sanitarias», recuerda Mariquiña. El año pasado participaron unas 1.300 personas, y los directivos del Banco de Alimentos esperan «que sean muchos más, porque la gravísima situación que vive el país así lo necesita».

Desde las diez de la mañana de este martes comenzaron a llegar las furgonetas o, incluso, taxis desde todas las instituciones benéficas para recoger sus lotes y poder, un día más dar de comer a sus beneficiarios, 21.000 personas en A Coruña y su área de influencia.