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Crónica
Texto informativo con interpretación

“Bastardos democráticos”

¿Deberíamos cubrir manifestaciones ultras como la del 12 de octubre?

Rebeca Carranco
Varias personas reciben en Montjuïc la marha ultra.
Varias personas reciben en Montjuïc la marha ultra.R. Carranco

A las nueve y media de la mañana nos hemos citado unos cuantos periodistas para desayunar. Uno llega a la hora, otro casi a la hora y el resto casi casi a la hora. Fuera nos ganan en puntualidad. Su cita es a las diez, y quince minutos antes hay ya varias personas de Democracia Nacional, de La Falange y del Movimiento Católico Español esperando en la avenida de Paral·lel, a la altura del metro de Poble Sec. Los antidisturbios les observan a escasos metros, con las furgonetas apostadas en los márgenes de la calle. El cielo está gris. Es el día de la Hispanidad.

La marcha arranca. Son unas setenta personas encapsuladas por los Mossos d’Esquadra en una avenida vacía de tres carriles por sentido. Los cánticos rompen el silencio de un miércoles festivo en una ciudad que se despereza: “¡España 1 y no 51!”, “¡Separatistas, terroristas!”. Un hombre enjuto con gafas Ray-ban se desgañita micrófono en mano: “¡España cristiana y no musulmana!”, “¡No son refugiados, son invasores!”.

Un señor vestido con una túnica color crema los mira desfilar desde la otra acera. Coge de la mano a su hijo pequeño, que también los mira. Igual que los miran dos jóvenes con el pelo azabache trenzado, sentados en la parada del bus. “¡Pan para los nuestros!”, retumban los cánticos. Un espontáneo sale a un balcón agitando apasionadamente una bandera con gritos de “¡Arriba España!”. Los manifestantes saltan, le corean y le aplauden. Desde otro balcón, llega el eco ahogado de unos abucheos.

Ya casi en plaza España, aparece un hombre recio, con una camiseta blanca de Democracia Nacional, que toma el mando: “¡Moved las banderas! ¡Vamos! ¡Todos a la vez!”. La marcha obedece y enarbola las de España, las de La Falange, las de Democracia Nacional; banderas preconstitucionales, águilas, el yugo y el haz de flechas, cruces celtas… “¡Cantad! ¡Pero no cada uno lo que quiera, todos lo mismo! ¿Es posible?”, les grita. Ellos, otra vez, cumplen su voluntad mientras suben la montaña de Montjuïc.

Con La Conquista del Paraíso de Vangelis de fondo, los manifestantes son recibidos en la plaza de Sant Jordi, donde se reúnen cada 12 de octubre. Hacen su entrada flanqueados por varias personas con bengalas que tiñen de rojo el paisaje y con más banderas. Es el fin de la marcha y el momento de sentarse a charlar y a comer.

Algunos cogen ya sitio en las sillas de madera frente a una tarima que hace de escenario. Otros curiosean entre las mesas que ofrecen souvenirs, como un abridor con la cara de Franco, llaveros de La Falange o libros de las JONS. Una mujer pasea incansable vendiendo lotería de Navidad: “¿Seguro que no quieres el último número de La Falange?”. Dos jóvenes rapados al cero, con chaquetas bombers, intercambian pareceres sobre sus botas negras, mientras se señalan la puntera de hierro.

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La plaza está llena cuando empiezan los parlamentos. Primero habla José Luis Corral, del Movimiento Católico español. A él le sigue Manuel Andrino, jefe de La Falange, con antecedentes por haber estafado a una anciana y condenado por un delito de desórdenes y otro de daños por el asalto a la librería Blanquerna, en Madrid, cuando varias personas celebraban la Diada en 2013.

Recibido con aplausos, Andrino llama a dar “un puñetazo en la mesa o en la cara” ante la “escoria separatista”. Habla de “la rata llamada Arturo Mas”. “Tenemos la obligación de actuar, e impedirlo a cualquier precio, sean cuales sean las consecuencias que de ello se deriven”, anima, sobre el proceso independentista.

Coreado, se refiere a los “bastardos democráticos” que consideran que la negación del holocausto es apología del genocidio. “Ese llamado holocausto judío”, sigue, y define como “perros de presa” a quienes ordenaron el cierre de la librería Europa en julio, del neonazi Pedro Varela, que fue detenido por difundir libros que promueven el odio y la discriminación, y con dos condenas previas por difusión de ideas genocidas. “Tanto Pedro Varela como yo mismo llevamos décadas luchando contra el pensamiento único”, le apoya. “Nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. La única rueda es la que vamos a atar al cuello del separatismo catalán para que se hunda, allá donde con buen tino señala la estatua de Colón, en el fondo del mar”, remacha, entre aplausos.

Andrino pide “acabar con el estado de las autonomías”, “recuperar las competencias transferidas”, “disolver los cuerpos policiales autonómicos, una verdadera policía política al servicio de los intereses antiespañoles”. Y avisa: “Si piensan que con sus chicos de la porra y su fiscal de odio nos van a amedrentar, se equivocan de cabo a rabo”.

Luego llama “inculta y borrega” a Ada Colau, “una alcaldesa algo retrasadilla, como la de Madrid” por ofrecer la ciudad para acoger a refugiados, a quienes tacha de “verdaderos terroristas”. “No queremos ni un refugiado más. Hay que ponerles de patitas en la puñetera frontera, devolverles a sus países de origen por las buenas o por las malas”.

“No me importa en absoluto que me llamen fascista, es más, me hace muchísima ilusión”, afirma Andrino jaleado. Y cierra su intervención parafraseando a José Antonio Primo de Rivera: “El mejor destino de las urnas es ser rotas y lanzarlas a la papelera”.

Entre fervorosos aplausos, coge el micro Manuel Canduela, presidente de Democracia Nacional, condenado en 1993 por formar parte del grupo nazi ya disuelto Acción Radical. Al poco los periodistas decidimos irnos, animados por las amenazas, los gritos de hijos de puta, chivatos, o frases como “si fueses Jordi Borràs estarías muerto” o “fotografíame la cara, mándasela a tu hermano y te arranco la cabeza” que dedican al hermano del fotoperiodista, que mantiene un litigio con ellos, y a otro informador.

De camino al diario, y con el desayuno ya en los pies, me asaltan algunas dudas: ¿Deberíamos cubrir este tipo de manifestaciones con una participación tan poco significativa? ¿O al contrario? ¿Deberíamos contar hasta el último detalle? ¿Y las autoridades? ¿Pueden plantearse no permitirlas?

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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