De Buenas a Primeras
Sociedad
Un mal día lo tiene cualquiera

Condenado a muerte por ser un incordio social

El 15 de febrero del año 399 A.C. es el día que pasó a la Historia por la condena de muerte a Sócrates. El filósofo no quiso huir y cumplió su sentencia: se suicidó acompañado de sus amigos

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En la historia del mundo, pocas personas han existido que fuesen más tocapelotas que Sócrates. Y ojo, que eso lo digo con el máximo respeto por el noble arte de incordiar a tus conciudadanos. Aún así, no deja de resultar un poco exagerado que te condenen a muerte por ser un incordio social. Y eso es exactamente lo que le sucedió a Sócrates el 15 de febrero del año 399 A.C.

La sentencia básicamente consideraba que el filósofo estaba faltando al respeto a los dioses de su ciudad, Atenas, al introducir divinidades nuevas, y que estaba corrompiendo a la juventud. Para los malpensados entre vosotros, especifico que el último cargo no tenía absolutamente nada de sexual; se refería a que ponía dudas en la cabeza de la juventud, y eso nunca es muy bien visto por el estado, por muy democrático que sea.

Sócrates, que siempre se había considerado un ciudadano modélico, también lo fue en sus últimas horas. Podría haber huido de Atenas fácilmente, pero consideró que eso hubiese ido en contra de todo lo que llevaba tantos años predicando. Así que se reunió con sus amigos y cumplió con la sentencia, que no era por ejecución, sino por suicidio. Bebió una copa de cicuta y espero a que llegara la muerte. Por cierto, según parece, sus últimas palabras fueron “Critón, le debemos un gallo a Asclepio”.

Pero la última lección de Sócrates fue que la razón estaba de su parte. Sus ideas y sus preguntas sobrevivieron el paso de los siglos, mientras que a los dioses de Atenas ya no los adora nadie.

 
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