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Millones de Libélulas cruzan el Océano todos los años

Sobre el blog

  • Millones Libélulas cruzan Océano todos años

Muchos describen al señor Anderson como un tipo algo huraño. Sus gafas de metal redondas cuyos cristales se confunden con el color claro de sus ojos, tampoco ayudan mucho a desmitificar esta impresión. A sus 50 años Anderson sigue siendo un hombre dedicado por y para la ciencia. Pero cuando uno le conoce en profundidad, uno se da cuenta de que está delante de una brillante mente científica, una de esas que, en un hallazgo causal o impositivo, pueden cambiar el rumbo que tome la humanidad en un futuro próximo.

La suerte se alió conmigo cuando Anderson aceptó a que le pudiese acompañar en uno de sus viajes. La emoción me embargó desde el primer momento. Al estrechar su mano, noté cómo su energía eléctrica recorrió mis venas hasta agitar los latidos de mi corazón.

Fue un viaje largo, no exento de sacrificios y pruebas. Pero cuando superábamos uno de los muchos escollos que encontrábamos en el camino, la satisfacción interior se tornaba siempre más plena y profunda.

Durante toda esta travesía, le seguimos los pasos a una leyenda en particular, a una que hablaba de nubes negras que flotaban por encima de las nubes y que se movían de continente a continente, dejándose llevar por las corrientes de aire, persiguiendo el rocío de la mañana y la humedad latente de la atmósfera mucho antes de que se convirtiese en nubes. Los pueblos más antiguos que habitaban la Tierra protegían esta leyenda como si fuese parte de sus orígenes ancestrales.

Y entonces ocurrió. Descubrimos la verdad. Fue un hallazgo memorable.

Encontramos la primera migración conocida de un insecto de forma masiva. La leyenda confirmó lo que muy pocos sospechaban, que millones de Libélulas cruzaban el océano todos los años. Entonces, una idea obsesiva se alojó en nuestros cerebros: ¿Por qué, por qué lo hacían?

La respuesta a este misterio la dio el agua.

La migración se realizaba de manera continuada desde los meses de Octubre y hasta Enero del año siguiente. Estos pequeños insectos tenían un destino final totalmente inusitado.

El pistoletazo de salida comenzaba en el Sur de la India. Desde allí, las libélulas atravesaban el océano Índico hasta llegar a las Islas Maldivas. Fue en este archipiélago compuesto por más de 1.100 islas dónde se hizo constancia de esta migración. Anderson y yo desembarcamos de nuestro pequeño velero en una mañana de Noviembre donde el aire soplaba con tanta fuerza que las velas de la embarcación acabaron seriamente dañadas. Pero eso no importaba. Habíamos llegado a uno de los destinos clave para desentrañar el misterio de las Libélulas.

Allí, en medio de profundas aguas, pudimos desvelar una duda lógica: ¿cuál era el propósito de la Libélula para volar hasta las Islas Maldivas si esa zona carecía de cantidades importantes de agua dulce? Porque lo único claro que teníamos desde el principio de nuestra investigación era que las libélulas necesitaban agua dulce para sobrevivir.

Mientras la población local reparaba nuestra embarcación y reponía los víveres que ya habíamos consumido, observamos que las Libélulas también estaban presentes en otros archipiélagos como el de las Islas Seychelles (cuya distancia distaba unos 2.700 kilómetros de la India, el punto de origen). Con el tiempo entendimos que tanto Las Maldivas como Las Seychelles eran lugares de avituallamiento para este insecto, no su destino final.

Aquello nos resultó tan maravilloso que Anderson y yo, una noche bajo la luz mística de las estrellas, quisimos llamar a aquel descubrimiento como lo que realmente era: una Migración. Y que lo hiciese un diminuto insecto no mermaba en absoluto la proeza que significaba: que hasta los pequeños pueden sobresalir en un mundo de gigantes. Así nos sentimos Anderson y yo aquella noche, como seres diminutos, insignificantes, rodeados de gigantes, de homéricos seres hercúleos.

En nuestro informe marcamos la ruta de la migración de este insecto y también su increíble trayecto. Las Libélulas continuaban su viaje hasta África llegando a países como Uganda, Tanzania y Mozambique. Ese era su destino final, el continente africano. Allí nos perdimos en la noche de los tiempos para llegar a entender lo imposible.

La sentencia final de nuestra Tesis remarcó un hecho irrefutable: este insecto realizaba un recorrido de más de 9.000 kilómetros que, además y para mayor sorpresa, después debería de recorrer en sentido contrario. Era, sin lugar a dudas, una migración superior a la de la mariposa monarca de cuya proeza también había ya hecho constancia la ciencia.

Sí, las Libélulas perseguían el agua dulce, de la misma manera que Anderson perseguía la verdad sobre las cosas. De igual forma que el hombre había comenzado a matar por el control del agua.

Quisimos dotar a nuestra investigación de axiomas pragmáticos: constatamos que estos insectos se reproducían en zonas estancas de agua de lluvia. De ahí que su meta en la vida fuese la de perseguir las lluvias. El Galgo persigue la liebre. El Oso anhela la miel. Las Libélulas viven por y para el agua dulce. Por ello, persiguen el monzón de la India, después las lluvias de África Oriental y continúan con las lluvias de África del Sur para finalmente regresar a la India esperando el nuevo monzón.

Otra pregunta surgió hacia la mitad de la transcripción del informe: ¿cómo era posible que este frágil insecto pudiese sobrevolar durante miles de kilómetros el océano?

Porque estaban diseñados de manera maravillosa.

Las libélulas poseen características sobresalientes. Por ejemplo, pueden ver a través de dos ojos compuestos. Cada uno de ellos posee cerca de 30.000 lentes. Con estos increíbles visores, su diminuto cerebro puede descifrar, recibir y detectar hasta el más mínimo movimiento que tenga a su alrededor. Además su resistencia es inigualable. Para efectuar su viaje migratorio, es capaz de ascender hasta alturas de más de 6.000 metros. Aprovecha los vientos y las condiciones climáticas especiales que suceden durante su viaje.

Y aquí va otro dato increíble que no quisimos excluir en las páginas finales del informe, antes de su envío oficial a la comunidad científica del planeta: el agua lo mueve todo en el Reino animal porque gracias a que la Libélula hace su viaje transoceánico, otras especies de aves (que hacen recorridos similares), como el chotacabras, el halcón o el cucú, se pueden alimentar de estos insectos durante sus travesías.

Finalmente y con gemidos no expresados, Anderson y yo nos estrechamos la mano cuando nuestro trabajo terminó. Ninguno de los dos sabíamos si nuestros caminos se volverían a encontrar.

A fecha de hoy, mientras escribo estas líneas, eso aún no ha ocurrido. Pero estoy seguro de que los caprichos del destino harán que, en un futuro, unamos de nuevo nuestros esfuerzos para seguir desvelando los misterios que el mundo aún oculta.