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El Sitio de Baler: algunas conclusiones personales. (III) Sobre Fusilados y Final del asedio

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El asedio de Baler, entre penurias y sufrimientos, iba avanzando.

Las autoridades españolas de Manila no estaban completamente ignorantes de la resistencia en Baler.1 Los sanitarios filipinos que desertaron el 27 de Junio (Sus, Palacios, o ambos; hay discrepancias) habían desinformado a la Comandancia de Manila, a su llegada a la capital sobre el 13 de Diciembre, haciéndoles creer que el destacamento de Baler se había rendido en Octubre ante un ataque masivo de los tagalos. De esta manera, se evitó que se enviara una misión de rescate. Cuando días después (quizás sobre el 25) el capitán Jesús Roldán Maizonada (que se había evadido tras ser prisionero de los filipinos) descubrió que era una falsedad y Baler no había capitulado, los filipinos huyeron y se volvió a pensar en hacer algo por los asediados.

Sin embargo, para entonces, la derrotada España se había visto obligada a vender las Filipinas a EEUU, y no podía hacer otra cosa sino transmitir la soberanía a los vencedores.2 No pudiendo enviar tropas, trataron de convencer a los asediados de deponer las armas mediante enviados militares que hicieran valer la orden del General Diego de los Ríos, Gobernador-General de Filipinas hasta el fin de la dominación española.

En Febrero se presentó ante Baler el capitán Miguel Olmedo, que había sido compañero de colegio (y, parece ser, pariente lejano) del capitán Enrique de Las Morenas. Por ello, y por haber cesado el estado de guerra, se presentó de paisano. Habló con Martín Cerezo, y pidió ver a Las Morenas. Martín Cerezo, que desconfió de su atuendo de paisano, fingió consultar a su capitán, que ya había fallecido,3 y le dijo que su superior no quería verle, y se negó a dejarle entrar en la iglesia.4

En Abril, las autoridades españolas aún presentes en Filipinas pidieron a los EEUU que intervinieran para enviar una misión de socorro. Los yanquis enviaron el destructor Yorktown, con la intención de contactar con los sitiados y conseguir informarles de la situación actual, pero también fracasaron.5

A partir de Mayo, los ataques a Baler se hicieron diarios, coincidiendo con la necesidad de los filipinos de acabar con este reducto español y dedicar todas sus tropas a luchar contra EEUU. El día 8 de Mayo, los tres desertores que habían sido capturados en Febrero resultaron heridos por una granada que explotó en su prisión improvisada. Durante su traslado a la enfermería provisional situada en la iglesia, uno de ellos (Alcaide) logró escapar, quedando prisioneros los otros dos (González Toca y Antonio Menache).6

El día 29 de Mayo se presentó ante los sitiados el Teniente Coronel de Estado Mayor Cristóbal Aguilar y Castañeda, comisionado por Diego de Los Ríos. Tras hablar con Martín Cerezo, afirmó tener un barco (el Uranus) dispuesto para la evacuación. La guarnición, nuevamente, creyó que todo era una añagaza. Aguilar se retiró, el día 30, convencido de lo inútil de su misión, y dejó unos periódicos españoles en la puerta, para que fueran leídos por los asediados.

La situación de los sitiados era desesperada. Tan sólo disponían de algunas cajas de sardinas; y sus municiones también escaseaban dramáticamente; ya antes de la visita de Aguilar se había decidido realizar una salida a la desesperada, para esperar al socorro de las autoridades españolas (recordemos que los asediados tomaron el Yorktown por español).7

Martín Cerezo creyó haber ganado unos días mediante el parlamento con Aguilar –a quien él creía un agente de los filipinos- y dispuso la huida para el 1 de Junio.

Aquí viene la acción más polémica del asedio; y es que, la mañana del 1 de Junio, Martín Cerezo hizo fusilar a los dos desertores (González Toca y Antonio Menache).

Martín Cerezo era consciente de la ilegalidad del hecho (por no realizar las formalidades legales de formar un pelotón de fusilamiento, o de recibir la Unción de Enfermos) pero, al mismo tiempo, estaba convencido de que era imposible actuar de otra manera; que no podía dejar a sus espaldas posibles traidores; y que, de todos modos, el Bando del 23 de Abril de 1898 de D.Basilio Augustí -que él creía en vigor- no dejaba otra opción.8.

Para evitar que dispararan sobre ellos posibles amigos de los ajusticiados, Martín Cerezo eligió a dos soldados de absoluta confianza.9 que ejecutaron a los desertores sobre las 11 a.m.

Sin embargo, la noche elegida era excesivamente clara, y se decidió retrasar hasta el día siguiente la salida.

Es ya conocido como, el día 2 por la mañana, Martín Cerezo, habiendo recogido los diarios recogidos por Aguilar, leyó una noticia que le confirmaba que eran periódicos auténticos… y decidió capitular.

Y si quieren más datos, prepararé otra serie

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