Sherlock Holmes y los Meneantes (XII)
La respuesta de Dupla fue una enérgica patada para aceptar nuestra oferta. Holmes y yo tiramos de sus piernas para sacarle. Su estado era calamitoso: embadurnado en excrementos, nos era materialmente imposible permanecer en sus proximidades debido a la peste que desprendía. El malhechor se aprovechó de ello. Cuando cogió un poco de aliento, se arrojó sobre la alcantarilla -que aún no habíamos cerrado- y se lanzó abajo por la escalerilla. -No se apure, Watson; en el estado el que está, incluso el policía más desprovisto de olfato de Scotland Yard sería capaz de seguir su rastro y…