Hace unas semanas, una mujer llamó a emergencias desde un domicilio de Palma y solicitó que un facultativo certificara la muerte de su tía nonagenaria. Según ella, había rodado por las escaleras de su casa fatalmente. Cuando la policía se presentó en la vivienda, desmontó esa teoría. La posición en la que se encontraba el cadáver, los golpes que podían apreciarse y una herida de arma blanca en el tórax daban a entender que la causa de la muerte era otra. Todas las sospechas apuntaron a la sobrina, de 54 años, quien acabó confesando el crimen y