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Paleofuturismo I

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El ser humano existe porque la Tierra tiene un medio con características determinadas por su ubicación en el Sistema Solar, por su geología y por las cosas que han hecho en él animales y plantas durante miles de millones de años. El hombre está encajado ahí junto al resto de bichos formando parte de un todo, como una pareidolia que aparece en el cielo azul entre las nubes. Hay un alrededor que le da forma y por eso mismo somos parte del alrededor. Sin este conjunto de cosas que flotan a nuestro alrededor el ser humano desaparecería. Somos piezas de la Nave Espacial Tierra. Por esa razón en las naves que viajan a otros planetas o en las bases que se levantarían allí sería necesario recrear en su interior una pequeña copia de ese gigantesco conjunto de cosas que hace que existamos. Si la copia no sale bien tendremos a la tripulación persiguiéndose entre ellos con hachas y a la nave vagando solitaria por el espacio llevando poco más que pelusa.

Se ha soñado con explorar el cosmos mediante asépticos batiscafos dentro de los que viajan valientes personajes embutidos en leotardos, mezcla de marineros y eremitas, que subsisten durante sus largos periplos de descubrimiento gracias a píldoras y purés. Los relatos que han acompañado a la era de los vuelos espaciales tratan de las peripecias estrambóticas de estos tipos inhumanos y heroicos dentro de escenarios caribeños de corsarios e indios. Los alienígenas que intervienen en ellas no son muy diferentes de los tritones, sepias gigantes y otros seres fantásticos que encontramos en los mapas renacentistas. Trasladamos a la astronáutica el sueño de viejos exploradores que viajaban dentro de barcos dentro de un mundo, poniendo ahí arriba estrafalarias imágenes de galeones, escafandras y calamares monstruosos de látex pegados a las caras de los actores. Y sin embargo más que con la estilizada nave de Star Trek para los humanos el espacio tendrá que ver con las minas.

Y la gente baja a las minas, sube a las cumbres o bucea en el océano y pesca sus sepias, pero al rato suben de la mina, bajan de las montañas y salen del mar para preparar la sepia a la parrilla. Nadie se queda a subsistir por años en el interior de una cápsula anclada en la cima de una montaña, ni se mete con su familia en un cubículo con forma de lavadora en el fondo del mar ¡Nadie quiere ser amigo de una sepia! Los antiguos exploradores viajaban porque tenían una idea empírica de que podrían encontrar un mundo igual o mejor del que venían, pero en el espacio tenemos la certeza de que no hay un mundo como el nuestro esperándonos, debemos llevarlo a cuestas. El mundo mejor ya lo tenemos, y la gente va a querer disfrutar de la riqueza de su actividad en el espacio en el único mundo mejor que tienen. Por eso la actividad de los humanos fuera de la Tierra será más parecida a la minería que a la exploración, no mucho más lejos de la Luna, pocas veces será muy larga y siempre de ida y vuelta.

Los viajes tripulados al espacio que empezaron como una especie de submarinismo de altura, en lo que fue un espectáculo de poderío técnico, como expulsar al "hombre bala" de un cañón para asombrar a los espectadores del circo, no terminarán siendo el delirio himenóptero que habla de tribus propagándose por el cosmos cual plaga de langostas interplanetaria, eso no se realizará con hombres bala, ni con buzos de altura, ni con nada parecido a un mamífero, porque en la exploración del cosmos es cada vez menos necesario construir las aparatosas estructuras indispensables para contener humanos. Desde los inicios tuvimos sondas automáticas donde todo lo útil va perfectamente apiñado y lo inútil, a diferencia de las capsulas tripuladas, no sale de casa (subir una coleta o un pene a un cohete es cargar con un peso inútil). Y mientras los viajes tripulados a otros planetas se demoran durante décadas el desarrollo de las sondas computerizadas se acelera, así que cuanto más tiempo pasa menos sentido tiene llevar a otros mundos a temperamentales pedacitos de la biosfera.

Enviar seres humanos al espacio ocurrió cuando las potencias competían por ver quien tenía el cohete más grande y quien podía escupir patriotas más lejos. Esto no salió del todo mal, ya que conseguir que varios tipos dieran saltitos sobre la superficie lunar favoreció el desarrollo de tecnologías útiles. Pero la historia épica del viaje tripulado a otros planetas acabará en Marte si es que comienza algún día. En ese viaje trágico los tripulantes probablemente se coman entre ellos tras pintar con su sangre en las paredes de la nave macabros símbolos ininteligibles. Mientras tanto la astronáutica continuará produciendo ideas y cosas sin necesidad de poner a gente a dar brincos en otros planetas. Seguiremos teniendo estaciones orbitales, seguramente construyamos alguna modesta base en la Luna (quizá minería e industria en asteroides cercanos), porque esos son objetivos accesibles para los humanos, pero no prosperaremos sobre otros planetas, todo lo más que vamos a poder hacer es volar y rodar por ellos mediante sondas, y no será poco. La Galaxia es un lugar destinado a las computadoras.

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