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Marcos de Quinto, Girauta y Javier Negre ya tienen su respuesta

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Hace unos días twitter se llenó de mensajes que prácticamente llamaban a una insurrección popular contra el Gobierno: "¿Hasta cuándo van a aguantar los españoles?"; "Es difícil entender la paciencia de los españoles"; "O nos movilizamos o venderán España a sus enemigos"; "Salgamos a las calles contra este Gobierno ilegítimo y traidor"...sus autores eran millonarios que consideran basura a la clase trabajadora, como Marcos de Quinto, siervos mediáticos de esos millonarios como Javier Negre y sicarios políticos al servicio de sus intereses como Abascal (ya cerca de ser millonario sin haber cotizado un solo día de su vida gracias a los sueldazos que cobra tanto de Vox como del Congreso).

El motivo de dichos mensajes era la rebaja de penas para el delito de sedición que el Gobierno ha promovido a fin de equipararlo en su castigo al Derecho Penal de no pocos Estados europeos (es sedición, según el Código Penal, alzarse pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o al margen de las vías legales, la aplicación de las leyes, o impedir a una autoridad o funcionario público el cumplimiento y legítimo ejercicio de sus funciones y atribuciones...de modo que incluso parar un desahucio podría ser sedición).

Porque claro, los españoles somos, según estos charlatanes mercaderes de odio, lo suficientemente imbéciles como para tragar alegremente salarios de miseria, explotación laboral, pensiones exiguas, enfermedades sin tratamiento adecuado porque los hospitales están carcomidos por los recortes...pero si la derecha patria nos agita la banderita, embestimos cual toro aunque sean ellos mismos los que nos esperan tras el trapo pintado para clavarnos el estoque, es decir, para bajar drásticamente los impuestos a los millonarios, congelar las pensiones, destruir las garantías legales frente a la explotación laboral y hundir los servicios públicos. En resumen, para cebarse todavía más a costa de nuestra miseria.

Pero ya no somos la masa analfabeta y manipulable que ellos querrían. No somos el patético populacho que, por ejemplo, puede verse en la novela "El Obispo Leproso", una amalgama de campesinos que se lanzaba violentamente contra el gobierno liberal movida por los señoritos carlistas debido a que la ermita del pueblo tenía el techo roto y no lo restauraban, mientras aceptaba vivir en la miseria para que esos mismos señoritos engordaran cada vez más gracias a su sufrimiento. No somos imbéciles a quienes puedan estafar con trapos, crucifijos y rencillas tribales. Exigimos un Estado al servicio del pueblo donde las élites económicas no sean dioses, todo el mundo pague en proporción a su riqueza y los servicios públicos garanticen que el enfermo sea curado a tiempo, los jóvenes reciban la educación que merecen, los ancianos vean cubiertas todas sus necesidades y nadie sufra pobreza por quedarse en paro y no encontrar empleo. Porque esa es la misión del Estado, y no imponer dogmas religiosos y tradicionalistas apolillados ni fomentar el tribalismo y el odio entre los ciudadanos.

Marcos de Quinto, Javier Negre, Abascal o Feijoo representan lo más negro y abyecto de la derecha patria. Una derecha que miente, manipula y desprecia profundamente a las clases populares. Que ve normal que la gente muera de cáncer por falta de atención médica a tiempo, que ancianos se tiren más de un año postrados porque no hay quirófanos para operarles de una hernia, que la gente no pueda calentarse en casa, que haya miles de niños que no pueden comer los alimentos que precisan para su crecimiento adecuado porque sus padres no pueden comprarlos, que haya albañiles de 50 años mendigando porque les han despedido por dos duros de indemnización, se les han acabado las prestaciones sociales y ya nadie les contrata...mientras la élite económica del país, en un solo día, se funde en lujos estúpidos el capital que millones de españoles precisan para vivir con dignidad.

Marcos de Quinto, Javier Negre, Abascal o Feijoo son la misma basura política que ha oprimido a este país durante décadas. Pero el pueblo ya no es el mismo. Y hoy lo ha demostrado en Madrid.

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