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Los que llevan los pantalones

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Tras el último artículo se me ha cuestionado que lleve chándal y riñonera. Incluso hay quien me pregunta por qué la llevo llena de pan duro ¿? ¡Pues para dar de comer a los patos! Todas estas críticas de gente que aún se lía con nudos, cinturones y pantalones en la era del velcro, las gomas elásticas y las mallas transpirables forman parte de una persecución ideológica promovida por los sansculottes. Antes de ellos íbamos con nuestras calzas, como los toreros o los ciclistas, con los zapatitos o las botas de caballería con sus tacones, con chalecos largos y coloridos llenos de filigranas, y una panoplia original de vestimentas no estandarizadas porque no había grandes industrias. La ropa era arte y artesanía.

El problema fue que los sansculottes irrumpieron en la escena política cuando nos industrializábamos y estandarizábamos las cosas, y también cuando creábamos las repúblicas modernas. Pero los sansculottes eran los canis del extrarradio, el populacho de París, las clases bajas, el lumpen, los pordioseros, la chusma... que vestía lo más asequible para esa clase social: pantalones, chalequitos y unas alpargatas. Al ganar en Francia la ideología que defendieron su vestimenta se fue imponiendo como símbolo del republicanismo, y desde allí el resto de liberales de Europa importaron la moda a sus países, mientras la anterior vestimenta de calzas, mallas y cosas de toreros se asoció al antiguo régimen.

Entonces vino la tiranía de Napoleón y empeoró las cosas. Botas y calzas ajustadas de la caballeria de la vestimenta militar se vieron mal en la vida política dentro de la urbe, lo que reforzó la moda sansculottiana que debía adoptar el ciudadano en las nuevas repúblicas. Después de eso los dictadores, banqueros y empresarios de la burguesía adoptaron la vestimenta de los viejos canis para aparentar que ellos también eran ciudadanos de bien. Más tarde los fascistas y los comunistas darían un poco más de libertad creativa a lo de hacer cosas en botas y uniforme, pero precisamente por las razones que temían los republicanos, lo que reforzó todavía más la moda sansculottiana dentro de las sociedades liberales posteriores.

Igual que la palabra “democracia” tan pegajosa ha sido la moda que iniciaron los sansculottes que la mantuvieron los comunistas rusos, se la pegamos a los comunistas chinos, a los juches norcoreanos, a los vietnamitas, a toda Asia y buena parte del mundo islámico. Hasta los críticos más outsiders de nuestros regímenes suelen cargar con pantalones pesados y aparatosos pensados para pastorear manadas de vacas. Por suerte se libraron los marginales de occidente, los canis de los suburbios del París de hoy, y por supuesto las mujeres de nuestras democracias que no llegaron a ser ciudadanas a tiempo, con lo que llevan vestimenta más variada y creativa las unas y más funcional y cómoda los otros.

Hoy los trajes que utilizan nuestros políticos son una caricatura del atuendo de los sansculottes, un disfraz de la era industrial que gracias a la fábrica ha sido estandarizado y reproducido en cadena y se mantiene estático en el tiempo sin notables variaciones como el uniforme de los que trabajan en la vida pública. En esa esfera todos los hombres deben ser cortados a la medida del ciudadano ideal de la república; y nadie puede ser menos que eso, salvo los marginales, las mujeres o los "bárbaros". Y a pesar de que el tiempo no pasa en balde, y muchos cuando vemos un traje andante pensamos en un vendedor de crecepelo, este traje aun se mantiene como un símbolo del estatus del ciudadano virtuoso y responsable.

comentarios (2)
  1. Rob_Ben_Gebler
    Aquí lo que hace falta es una revolución impulsada por los sanschandall
    2    k 60
  2. macarty
    Si te preocupa lo que digan los demás, mal vas. Ser mainstream en estos días no trae nada bueno :troll:
    2    k 56
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