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Los comentarios de Cristina Seguí: crueldad, ninfomanía y otras ideas que me inspiran

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He hablado con muchísima gente a lo largo de mi vida porque, en lo que a conversar se refiere, no pongo límites. La mejor forma de entender a cualquier sujeto, así como cualquier objeto o fenómeno, es la empírica que nace del contacto sensorial con aquellos, y precisamente por ello he disfrutado conversando con gente tan dispar como la hermana ciega de Campechano, el ex ministro de Franco Fernando Suarez, carlistas, falangistas, curas de ultraderecha y mucha gente interesante más que me ha permitido entender cosmovisiones radicalmente distintas a la mía pero tristemente imperantes en ámbitos de la sociedad poco desdeñables.

En una de estas conversaciones descubrí lo absolutamente destructiva que puede ser la represión sexual. Un chico de la alta sociedad madrileña, homosexual y visiblemente adicto al sexo, me contó las penurias que sufrió en uno de esos programas para "curar" la homosexualidad que organizan sacerdotes y grupos ultracatólicos. Su padre lo metió allí por la fuerza y, directamente, salió roto. El chico necesitaba acostarse con cualquier tío que pillase, era una necesidad compulsiva y enfermiza ¿Reacción visceral contra la brutal represión sexual que padeció durante los meses que duró el programa, aparte del continuo acoso de su padre por ser homosexual? Ésa es mi tesis. Apostaría a que, de haberse respetado y asumido su legítima orientación sexual, habría tenido una vida feliz, con relaciones afectivo-sexuales sanas y plenas.

En otra conversación que mantuve con un hombre manifiestamente ultraderechista y de la alta sociedad andaluza, éste me confesó que, pese a ir a misa todos los domingos, no creía en Dios, pero que la religión tenía un papel insustituible en el buen funcionamiento de la sociedad, por lo que había que promoverla fuese como fuese. Básicamente me decía que el pueblo es incapaz de gobernar sus pasiones, ser disciplinado y cumplir su papel, y que para eso es imprescindible hacerle creer que tendrá un premio si se porta bien y un castigo si se porta mal. Es decir, concebía a los ciudadanos como eternos menores de edad a los que es lícito mentir y manipular con cuentos para exprimirlos sin que se quejen. Todo por su bien (bien que consiste en malvivir, callar, tragar y cebar a los ricos deslomándose en sus fábricas y empresas por 4 duros).

Estos recuerdos me han venido a la cabeza tras la última desvergüenza de la fundadora de Vox Cristina Seguí, consistente en calumniar a un restaurante acusándole (sin ninguna imaginación) de que le sirvió gambas con pelos humanos en platos con costras de suciedad. Todo porque no le dejaron entrar debido a que no tenía pasaporte COVID (y por ende nunca llegaron a servirle nada) www.informacion.es/nacional/2021/12/08/tromba-criticas-cristina-segui-

Automáticamente recordé aquel tweet suyo donde, ante la imagen de una cooperante abrazando a un inmigrante roto por el dolor y el agotamiento tras llegar en patera y ser interceptado, acusaba a éste último de aprovecharse de los pechos de la chica www.larazon.es/comunidad-valenciana/20210519/s245i6xglffcth5apucohqv4m Más allá del racismo y la xenofobia ¿Alguien que no sea un obseso sexual puede pensar en tetas viendo esa imagen? Una persona que ha pagado una millonada a una mafia, se ha jugado la vida metiéndose en una bañera medio rota, cruzado el estrecho en tras precarias condiciones... es interceptada por la policía y sabe que le van a devolver al pozo de miseria de donde vino, y que su esfuerzo no ha servido de nada. Obviamente rompe a llorar desesperado y otra persona le abraza ¿Alguien que no padezca ninfomanía puede ver sexo ahí?

Cristina Seguí representa la esencia de la ultraderecha (y del partido ultraderechista que fundó), que no es sino la sustitución de la racionalidad y la aceptación de la naturaleza humana por los dogmas más hediondos, arcaicos y enmohecidos. El deseo sexual es inherente al ser humano, una necesidad más que si se satisface sanamente (sea mediante la masturbación si carecemos de otro que quiera compartirlo con nosotros, o sea mediante esa experiencia compartida) no nos causa daño alguno, sino que muy al contrario fortalece nuestro sistema inmunitario, nos genera endorfinas muy beneficiosas para nuestra salud mental...y se convierte en una parte más de nuestra vida. No una obsesión, no el centro de la vida...sólo una parte, igual que comer y dormir. Lo malo viene cuando te reprimes porque un libro dice que es pecado. De ahí vienen los trastornos (como analógicamente lo son a nivel alimentario anorexia o la bulimia) fruto de esa relación antinatural con el sexo. Y entre esos trastornos está el de ver sexo en una mujer abrazando a un hombre destrozado por el sufrimiento, porque estás tan salido que te pone hasta ver el pomo de una puerta.

Y otra negación de la racionalidad es la concepción del otro como alguien inferior a ti, pese a que la igual dignidad de todos los seres humanos es apreciable por cualquiera que no tenga la mente y el corazón envenenados. Y ojo, no lo hacen sólo con el inmigrante. Lo hacen con el currante medio. La religión y la raza como códigos de mitos para que el español de a pie trague y obedezca soñando con una recompensa etérea. La mentira sobre el restaurante que no le dejó entrar para cumplir la ley (terrible pecado, pues ella obviamente está por encima de la ley). La infinidad de fake news obscenas que deliberadamente Vox difunde día a día www.publico.es/politica/entramado-webs-noticias-falsas-afines-vox-ampl Ellos son los llamados por la gracia de Dios para gobernar, y es lícito que, por nuestro bien, mientan y manipulen a la carne de cañón que deberemos mantenerles con nuestros impuestos. En el fondo es como contarle a un niño que si no va al colegio se lo comerá un ogro, porque para ellos no somos más que eso. Con una diferencia: al niño lo quieren sus padres, pero para ellos nosotros no somos más que chusma que vive en vertederos multiculturales, como llaman a los barrios humildes de Madrid. Chusma a la que es lícito manipular para asegurar el orden natural de las cosas: ellos en la cima, nosotros en el fango y cualquiera que les haga frente en la cuneta.

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