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Las cárceles donde los parásitos matan lentamente a sus víctimas

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Peter Scully era un estafador australiano que huyó a Filipinas para no ser detenido. Allí descubrió que podía ganar decenas de miles de dólares al mes gracias a los niños de la calle. Los secuestraba y, con la ayuda de una de sus primeras víctimas (una prostituta a la que secuestró a los 14 años y que acabó convirtiéndose en su ayudante) violaba y maltrataba sádicamente a niños de entre 1 año y medio y 15 años, grabándolo todo en vídeo. Una de sus víctimas acabó muriendo y la enterró en el jardín de su casa.

Luego vendía los vídeos en la Dark Web (parte de internet integrada por las páginas configuradas para que los buscadores no puedan detectarlas y sólo la gente "de confianza" pueda acceder a ellas) por hasta 10.000 euros el vídeo. Cuando fue detenido, dijo que no era ningún pervertido ni disfrutaba sexualmente con esas prácticas, pero que había gente muy rica dispuesta a pagar mucho dinero por esa clase de cosas, y él simplemente se aprovechaba.

Dejando aparte determinados frutos de la mente humana, siempre me ha parecido que los parásitos representan la expresión más cruel de la naturaleza. Imagina cientos de gusanos comiendo lentamente tu cerebro o tu hígado hasta que acabas muriendo tras una terrible agonía de meses. Esos gusanos existen y, de hecho, siguen infectando a seres humanos que no cumplen las normas básicas de seguridad alimentaria, muchas veces porque no tienen opción y otras porque son turistas sin mucho sentido común que se comen lo primero que pillan. Lo terrible del parásito es que te va pudriendo lentamente y eres consciente de todo el proceso y de sus horrendas manifestaciones.

Dentro de la fauna humana, millones de personas son parasitadas de la forma más cruel, de un modo análogo al de ciertos insectos que inoculan sus huevos en otros, los paralizan con veneno y los llevan a sus madrigueras, donde viven sin poder mover una antena durante meses, y sintiendo cómo las larvas se los comen poco a poco. Los parásitos suelen tener dinero y mentes muy perversas, y sus víctimas ocupan en el ecosistema humano la misma posición que la del pequeño insecto solitario que sobrevive escondiéndose y hurgando en la basura.

La expresión más general de estas situaciones se da en los prostíbulos donde víctimas de trata de blancas o mujeres adictas a la droga son devoradas por parásitos de cuello blanco que, en muchos casos, nos parasitan de una forma menos sórdida y evidente a la ciudadanía en general (grandes empresarios y políticos que cierran sus tratos "con coca, con putas..." como dijo el gran Villarejo en una comisión de investigación del Congreso).

El Caso Mediador del PSOE (como el Gurtel del PP y las orgías pagadas por Correa) nos vuelve a poner ante los ojos un submundo de alimañas que no tienen bastante con robar, sino que también encuentran un oscuro placer en dominar y humillar a sus semejantes, y hallan en los prostíbulos el lugar idóneo para olvidar que son decadentes sacos de huesos y carne flácida, y soñar que son dioses a cuyos pies se postran hermosas mujeres para adorarles.

Luego están las expresiones de parasitismo singularmente escabrosas, y que se manifiestan en la prostitución infantil (en España se desarticulan redes cada pocos meses, y en países como Filipinas es masiva), las palizas extremas a prostitutas a cambio de grandes sumas de dinero...y todo lo que la repulsiva mente de quienes pueden pagar logre imaginar.

En el mundo de los insectos, la generalidad de los parásitos sale a cazar a otros o deposita sus huevos en excrementos o carne que su víctima comerá. En el mundo humano es muy parecido, y los sirvientes de los parásitos (porque ellos nunca cazan, sino que pagan para que cacen por ellos) hacen sus cacerías en los barrios marginales de Europa y en los países más pobres del mundo. Envenenando a sus víctimas con drogas o aprovechando su necesidad extrema, porque todo el mundo sabe que si quieres que otro te entregue lo más valioso que tiene, debes colocarle en una situación de debilidad y vulnerabilidad extremas, pues cuanto más débil y desesperado esté, más fácilmente se arrodillará ante ti.

La mafia necesita a la pobreza y la pobreza necesita a la mafia. Esta frase, cierta en su primer enunciado y falsa en el segundo, fue dicha por el capo supremo de la Cosa Nostra Toto Riina. La lógica de que todo puede comprarse con el dinero suficiente, no sólo implica que Bárcenas, Tito Berni, los políticos de quienes eran intermediarios y tantos grandes empresarios nos roben cientos de millones de euros cada año. También implica un infierno subterráneo destinado a satisfacer sus más asquerosos impulsos a cambio de matar en vida, lentamente, a tantas personas que no han tenido otra opción más que tragarse su veneno y sentir como les pudre lentamente.

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