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Un antiguo asentamiento minero en los Andes peruanos se ha convertido, con el paso de los años, en la ciudad del planeta ubicada a mayor altura. La vida en La Rinconada (Perú) transcurre a más de 5.100 metros de altura. Entre 2001 y 2009 su población creció de apenas unos cientos de habitantes de un campamento de prospección minera a una rudimentaria ciudad de más de 35.000. La razón: se descubrió oro y, además, en esos años el metal precioso se apreció casi un 300%.

La principal consecuencia de ese rápido crecimiento y las dificultades propias de acceso a un lugar tan extremo, La Rinconada parece poco más que un gigantesco barrio de chabolas. Y las condiciones de vida no son nada fáciles. A pesar de su cercanía con la línea del Ecuador, la temperatura media registrada es de solo 1,2 grados centígrados.

Además, no dispone de carreteras asfaltadas y, mucho menos, de servicios tan básicos como canalizaciones para el agua potable o alcantarillado. Los días pasan mientras los hombres van a la mina y las mujeres se dedican a la venta o a buscar restos de oro en las rocas. 

Sin embargo, el gran problema de La Rinconada es la salud: el uso descontrolado del mercurio ha contaminado el agua, el aire e incluso la nieve. Al no tratarse de una mina controlada por una gran empresa, sino una suerte de ciudad nacida de la fiebre del oro, no hay leyes ni medidas de seguridad y la mayor parte del oro que se arranca de la roca acaba en el mercado negro.

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