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Cientos de exempleados de Amena, obligados a reincorporarse de inmediato porque un señor ha encendido su viejo Nokia

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«Me he despertado a las tres de la mañana porque oía un pitido dentro de un cajón de la mesita de noche. El busca aún tenía batería. Era mi exjefe de Amena diciendo que debía volver a la acción. Y que era urgente». Con estas palabras relata José Antonio Cabriñas, exempleado de la compañía Amena, desaparecida en 2021, su vuelta repentina al trabajo. ¿El motivo? Un abonado había decidido desempolvar su viejo Nokia 3310, que reclamó la señal de la extinta operadora.

Desde las antiguas oficinas de Amena, que albergan ahora un H&M, más de 120 profesionales trabajan para mantener activa la señal de este cliente que nunca llegó a dar de baja la línea de teléfono móvil. «Es posible que no estemos obligados a prestar servicio, pero qué coño, en Amena no dejamos tirado a nadie, y este señor nos necesita», comenta el supervisor, que ha tenido que pedir el día libre en Orange, donde trabaja ahora, para atender esta emergencia.

«El abonado tenía decenas de mensajes pendientes en el buzón de voz y los está escuchando poco a poco. Nosotros trabajamos a destajo para recuperar los datos, hemos tenido que traer de Ávila seis discos duros y algunos no funcionan ya. Es todo un reto, pero estamos excitados y contentos de volver a la acción, muchos lo necesitábamos», explica Cabriñas.

Nadie sabe cuánto durará la batería del 3310, ni cuándo decidirá el cliente volver a apagar el teléfono para dejarlo olvidado de nuevo. «Es lo típico que haces una mudanza y lo encuentras y lo enciendes y te pones a jugar a la serpiente como antaño. Igual se cansa en media hora o no, puede que lo recupere. Mucha gente se está hartando de los móviles actuales», dice el supervisor, que ha improvisado un despacho en uno de los probadores de la tienda de ropa. «Antes todo esto eran cables», comenta nostálgico señalando un mostrador lleno de jerséis.

El reencuentro de antiguos trabajadores de Amena ha dado pie a momentos de gran emotividad. «Éramos los mejores, coño. Los mejores. Como el ave que escapó de su prisión, podemos al fin volar», exclamaba uno de los empleados con lágrimas en los ojos, recordando la canción de Nino Bravo que Amena empleaba en sus anuncios.

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