El abismo del olvido. Nunca olvidemos nuestro pasado

La caída en el olvido se asemeja a una danza con sombras, donde las figuras que alguna vez fuimos se desvanecen lentamente en la penumbra, dejando solo un eco fantasmagórico de lo que alguna vez fuimos. Es un proceso silencioso, casi imperceptible, donde los recuerdos se deslizan como arena entre los dedos, escapándose de nuestra comprensión y dejándonos con la incertidumbre de lo que una vez fue. La pregunta que se plantea es inquietante: «¿qué significa perderse en el olvido? ¿Cómo cambia nuestra percepción del yo y del mundo que nos rodea cuando las piezas de nuestro pasado se desvanecen como polvo en el viento?» Estas son cuestiones que se pueden ir viendo en la paginas del último tebeo de Paco Roca y Rodrigo Terrasa llamado “El Abismo del olvido”.

Las sombras del pasado se extienden sobre el tejido de la memoria española, entre los pliegues del tiempo y la historia, donde el sufrimiento de las víctimas del franquismo se entrelaza con la imposibilidad de buscar y otorgar una sepultura digna a aquellos que fueron brutalmente arrebatados de la vida. Un doloroso capítulo de la posguerra española emerge como un recordatorio penetrante de las cicatrices invisibles que persisten en esta sociedad, una narrativa de silencio y olvido que pesa sobre las generaciones presentes. La represión franquista se desplegó como una oscura tormenta que engulló a aquellos que se resistieron al yugo del régimen. Hombres y mujeres que no tenían ninguna culpa, pero se encontraron atrapados en una red de persecución implacable. La crudeza de la coacción al «no afecto al régimen» se manifestó en ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas y el despliegue de un aparato represivo que silenció voces disidentes y dejó un rastro de sufrimiento insondable. De esta manera la búsqueda de la verdad y la justicia se ve entorpeció por el manto del silencio impuesto durante décadas, un silencio que se convirtió en cómplice de la impunidad. Familias rotas, hijos e hijas que crecieron sin respuestas, obligados a cargar con la pesada carga de la incertidumbre, la ausencia de certezas sobre el destino final de sus seres queridos. Aquellos que fueron arrancados de sus hogares y comunidades desaparecieron en un abismo sin nombre, sin lápidas ni memoriales que testificaran su existencia. La negación de un entierro digno no solo perpetuó el sufrimiento de las familias, sino que también dejó un vacío simbólico en la conciencia colectiva, un espacio donde las historias de los desaparecidos se evaporaron en la oscuridad. El negacionismo institucionalizado durante la dictadura franquista y los años posteriores contribuyó a la erosión de la verdad histórica. La imposibilidad de rendir homenaje a los caídos, de construir monumentos que testimoniaran su sacrificio, perpetuó una cultura de silencio que restringió la expresión del duelo y la memoria. Porque en la España que quedó tras la guerra civil hubo victoria, pero no paz. La victoria de unos frente a otros y, como consecuencia, queda la herida abierta de una sociedad que aún busca reconciliarse con su pasado, enfrentándose a la compleja tarea de reconstruir la verdad histórica y otorgar reconocimiento a las víctimas.

La lucha por la ley de Memoria Histórica y la recuperación de la dignidad de los desaparecidos se convierten en actos de resistencia y justicia. Los movimientos de memoria, compuestos por familiares, activistas y ciudadanos comprometidos, buscan desenterrar la verdad sepultada y rendir homenaje a aquellos que fueron silenciados. El proceso de exhumación de fosas comunes se erige como un testimonio tangible de esta búsqueda incansable, un esfuerzo para romper las cadenas del olvido y devolver a las víctimas su humanidad y su lugar en la historia. No obstante, la tarea de encontrar, identificar y honrar a los desaparecidos es un viaje arduo y complejo. La falta de registros precisos, la degradación de los restos a lo largo del tiempo y la resistencia de las autoridades a colaborar añaden capas de dificultad al proceso. Cada exhumación se convierte en un acto de desentrañar el tejido del olvido, enfrentándose a la reticencia de aquellos que prefieren mantener enterradas las verdades incómodas. La búsqueda de justicia y la recuperación de la memoria también plantean interrogantes éticos y emocionales. ¿Cómo enfrentar la verdad brutal de los crímenes perpetrados? ¿Cómo reconciliarse con un pasado marcado por la violencia y la injusticia? Estas preguntas retumban no solo en los corazones de los familiares de las víctimas, sino también en la conciencia colectiva de una sociedad que se esfuerza por reconciliarse su historia, aunque muchos intolerantes en la actualidad confundan humanidad con ideología y estén abogando por destruir una ley que solo busca la dignidad para las víctimas, esa que cuarenta años de dictadura robó. Esa es la espina clavada realmente en este país llamado España.

Es en este escenario de dolor y resistencia donde Paco Roca y Rodrigo Terrasa emprenden la creación de un tebeo que da vida a las historias que el franquismo oficial intentó enterrar. En sus viñetas, las penurias de las víctimas y la lucha por la memoria encuentran una expresión única y conmovedora. La labor de estos creadores no solo es un acto imaginativo, sino también un compromiso con la verdad histórica y un puente entre las generaciones que buscan comprender su pasado. El tebeo, como medio artístico, se convierte en un canal poderoso para transmitir las emociones y los hechos que de otra manera podrían perderse en el vasto paisaje del tiempo. Los trazos de Paco Roca y los guiones Rodrigo Terrasa, imbuidos de sensibilidad y profundidad, capturan la esencia de la tragedia y la esperanza que emerge de las cenizas de la opresión. A través de la combinación única de imágenes y palabras, logran destilar la complejidad de la experiencia humana y provocar una reflexión profunda sobre el sufrimiento y la resiliencia. Cada viñeta es una pincelada en el lienzo de la verdad, revelando rostros y relatos que la historia oficial pretendió sepultar. En un gesto de valentía, los artistas desafían las sombras del olvido y dan vida a personajes que, aunque silenciados en su tiempo, emergen en la actualidad como testigos del pasado. Es a través de esta representación visual que las víctimas del franquismo dejan de ser meras estadísticas en los archivos y se convierten en protagonistas de una historia compartida. La creación del tebeo no es un esfuerzo solitario, sino un diálogo entre creadores, víctimas, sus familias, los historiadores y la sociedad en su conjunto. Esta colaboración enriquece la obra con perspectivas, construyendo puentes entre generaciones y permitiendo que la memoria se transmita de una manera que trascienda las barreras del tiempo.

La edición de este relato proviene de la mano de Astiberri Ediciones, donde nos ofrece un tomo en tapa dura. En formato apaisado (24 x 17 cm), con 296 páginas en color. Al final del volumen tenemos un epilogo de una de las protagonistas del tebeo llamada Josefa Celda, también conocida como “Pepica” Celda. Al cerrar El abismo del olvido, quedamos imbuidos de una sensación de urgencia, la necesidad de preservar la memoria de aquellos que sufrieron en silencio. La historia de Leoncio Badía, José Celda Beneyto y de muchos otros, entrelazada con la búsqueda incansable de “Pepica” Celda, se convierte en un eco que resuena en la conciencia colectiva, recordándonos que la verdad no puede ser sepultada eternamente. La España que emerge de estas páginas es una nación desafiada a exorcizar su pasado, a reconciliarse con su memoria y a construir un futuro donde la justicia y la verdad sean los cimientos sobre los cuales debe erigirse la sociedad.

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