Idaho suspende la ejecución de un asesino en serie tras fallar ocho veces con la inyección letal

Historias del mundo

La chapuza cometida con Thomas Eugene Creech, medio siglo entre rejas y donde se casó con la madre de un funcionario de prisiones, pone de nuevo en cuestión el uso de vías intravenosas para la pena de muerte

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Esta fotografía, difundida por el Departamento Penitenciario de Idaho, muestra a Thomas Eugene Creech, hoy e 73 años, tal como era en  2009 

Uncredited / AP/LaPresse

Nadie parece hacer tanto en EE.UU. por desacreditar la pena de muerte como los propios estados que mantienen vigente este castigo.

Idaho, tras un paréntesis de doce años, protagonizó este miércoles otro de esos intentos de ejecución que causa espanto por su inhumanidad y de nuevo pone en cuestión el uso de la inyección letal. Las autoridades detuvieron el proceso contra el asesino en serie Thomas Eugene Creech después de casi una hora y ocho tentativas fallidas con pinchazos en varias partes de su cuerpo para conectar una vía intravenosa.

Creech, de 73 años, ha pasado en prisión medio siglo y es uno de los reclusos en Estados Unidos que lleva más tiempo en el corredor de la muerte. Está condenado por cinco asesinatos en tres estados diferentes y es el sospechoso de unos cuantos más. Ya cumplía cadena perpetua cuando mató a golpes a un compañero de presidio, David Dale Jensen, que tenía 22 años en aquella fecha de 1981. Este es el caso por el que iba a ser ajusticiado con la penal capital.

Al reo lo trasladaron en camilla desde la celda a la cámara de ejecución del centro de máxima seguridad de Kuna para dar su último suspiro, a las diez de la mañana (hora local). En esta ocasión, el equipo de verdugos estaba compuesto por voluntarios, informó el departamento penitenciario de Idaho.

Los ejecutores

Tres equipos de voluntarios pincharon en vano al reo en brazos, piernas, manos y pies

Eran tres equipos y todos sus miembros fueron entrenados para insertar la vía. Sus identidades se mantuvieron en secreto. Lucían cobertura facial con pasamontañas blanco y gorros médicos azul marino para ocultar sus rostros.

Estos tres equipos intentaron ocho veces establecer una conexión intravenosa sin lograrlo, explicó el director del centro, Josh Tewalt, en una rueda de prensa posterior al fracaso. En algunos casos no pudieron acceder a las venas y en otros si pudieron pero los desecharon por la mala calidad de esas venas.

Pincharon en vano al preso en sus brazos, piernas, manos y pies. Según los testigos, entre los que había seis funcionarios estatales, el fiscal general Raul Labrador y representantes de cuatro medios  de comunicación para dar fe, hubo un momento en el que un integrante del equipo médico abandonó la sala para ir a buscar más suministros.

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Una veintena de personas se concentraron afuera de la cárcel de máxima seguridad de Kuna para protestar contra la pena de muerte 

Sarah A. Miller / AP/LaPresse

El alguacil anunció que paraba la ejecución a los 58 minutos de iniciarse. El preso regresó a la celda con vida cuando ya se había despedido de este mundo.

El departamento penitenciario indicó que esta orden concreta de ejecución iba a expirar y que ahora debería considerar el paso siguiente. Mientras que otros procedimientos médicos podrían permitir la ejecución, e incluso el pelotón de fusilamiento, aprobado de nuevo en Idaho en el 2023, el estado es consciente de la prohibición de castigos crueles que establece la octava enmienda de la Constitución, recordó Tewalt.

Los abogados de Creech formularon de inmediato una moción de suspensión ante un tribunal de distrito. Los letrados argumentaron que la chapucera tentativa demuestra la incapacidad del departamento para llevar a cabo “una ejecución humana y constitucional”.

El tribunal concedió esa petición después de que las autoridades confirmaron que no trataran de ejecutarlo bajo la orden vigente, por lo que deberán obtener otra si quieren cumplir la sentencia.

“Esto es lo que ocurre cuando individuos desconocidos con preparación desconocida son asignados para realizar una ejecución”, remarcó en un comunicado el servicio de abogados de oficio del estado. “Este es el tipo de percances sobre el que alertamos al gobierno y a los tribunales que podía ocurrir al ejecutar a uno de los condenados a muerte más veteranos del país”, insistió.

Audiencia de clemencia

La fiscal dijo que era un psicópata y sus defensores replicaron que es un hombre diferente que escribe poesía

Los testigos explicaron que Creech miró con frecuencia hacia sus familiares y el resto de presentes, que estaban sentados en diferentes salas. Sus brazos estaban atados, pero a menudo extendió los dedos hacia sus seres queridos. En una ocasión pareció decir “te quiero” a alguien. Una vez que se paró la ejecución, el alguacil se le acercó y le susurró durante varios minutos, apretando su brazo.

Sus abogados habían planteado una serie de apelaciones de urgencia antes de la ejecución con la esperanza de impedirla. Sostuvieron que la audiencia de clemencia fue injusta, que era inconstitucional ejecutarlo porque recibió la sentencia de un juez en lugar de un jurado y que el estado no había ofrecido suficiente información sobre como había obtenido los fármacos letales o quien los suministro.

Los tribunales no encontraron, sin embargo, ninguna causa para la benevolencia y el recurso definitivo ante el Tribunal Supremo de EE.UU. fue denegado poco antes de la hora programada para la ejecución. La noche del martes estuvo con su esposa, que es la madre de un funcionario de prisiones, y su supuesta última cena consistió en pollo frito, salsa, puré de patatas y helado.

El historial

Ya cumplía cadena perpetua cuando mató a golpes a un compañero de presidio

Nacido en Ohio, Creech ha permanecido encerrado en Idaho la mayor parte de su existencia debido a un largo historial criminal. En 1973 logró ser absuelto de un asesinato en Tucson (Arizona), si bien las autoridades creen que lo cometió. Utilizó los documentos bancarios del difunto para trasladarse a Oregón. En 1974 fue condenado por sendos asesinatos en ese estado y en California, donde viajó al obtener un pase de fin de semana en un hospital psiquiátrico.

Ese mismo año lo detuvieron en Idaho después de matar a dos pintores de brocha gorda que habían acomodado en su coche  a él y a su novia de entonces cuando hacían autostop. Ya condenado a cadena perpetua mató al recluso Jensen, una persona con discapacidad que cumplía por robo de coche.

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En la audiencia de clemencia, su hija, que tenía cuatro años cuando murió, relató lo doloroso que había sido crecer sin su padre.

La fiscal Jill Longhorst no negó que este recluso pueda ser encantador, pero matizó que es un psicópata carente de remordimientos.

Pero las personas que apoyan la causa de Creech alegaron que este es un hombre diferente a aquel criminal gracias en buena medida a su matrimonio. Varios ex funcionarios de prisiones remarcaron que Creech era reconocido por escribir poesía y su buen trato. 

Su vida da para una novela con mucha sangre y su ejecución fallida le ofrece material para un relato de terror sobre muertos que regresan de la tumba. 

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