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Objetofilia: de Erika, divorciada de una grúa y casada con un patinete y otras personas enamoradas de objetos

Psicología

NOTICIA
BOGDANHODASHUTTERSTOCK

Como reza la canción Aquiles por su talón de Aquiles de Jorge Drexler: "Se es lo que se es. Lo que siempre se ha sido. Se siente lo que se siente [...] tenga o no tenga evidente sentido. Y rara vez se es tal y como se quiere. Se llora lo que se llora. Uno no elige de quién se enamora, ni elige qué cosas a uno lo hieren". Una reflexión que bien podría firmar cualquier diagnosticado con objetofilia, una parafilia que se basa en la atracción emocional y sentimental hacia un objeto.

Un trastorno muy poco común que, indica a FCINCO la psicoterapeuta especialista en fobias y ansiedad Teresa Llinás, sigue un patrón parecido a una fobia. "En este caso, en lugar de miedo lo que se crea es una atribución de cualidades humanas a un objeto inanimado, y la posterior proyección de las propias emociones en el objeto. Dicho de otra manera, ante una situación en la que nuestra mente se bloquea completamente (un suceso traumático, un episodio de maltrato infantil, etc.) decide canalizar esa carga emocional hacia un objeto, ya sea en forma de miedo en el caso de una fobia, o de amor en el caso de una filia".

Aunque no son muchos, los objetofílicos cuentan con su propia institución, OS Internationale, una plataforma en la que, desmarcándose de cualquier consideración médica, se habla de la objetofilia como "una orientación sexual o sentimiento innato que, como el resto de las sexualidades, despierta al comienzo de la pubertad" y en la que se definen a sí mismos como personas que aman los objetos "a un nivel diferente al resto y, en la mayoría de los casos, de una manera íntima".

Uno de los primeros casos de los que se tuvo constancia fue el de Eija-Riitta Eklöf, una mujer sueca que decidió casarse con el Muro de Berlín el 17 de junio de 1979 a través de una ceremonia sin validez legal y tras la que decidió cambiar su apellido por el de Berliner-Mauer (Muro de Berlín, en alemán). Según Eija-Riitta lo suyo fue un flechazo. Fue verlo y quedarse prendida. Tanto, que a pesar de la distancia no dejó de visitar a su amor hasta que, en su sexta visita a la capital alemana, decidió formalizar su relación. Tras la caída del muro en 1989, la escandinava, destrozada, declaró que habían "mutilado" a su marido.

Otro caso paradigmático de objetofilia es el de Erika Labrie, una ex militar estadounidense que se enamoró de Lance, un arco con el que llegó a proclamarse en campeona del mundo de tiro con arco. Años más tarde, tras romper su relación con Lance se 'comprometió' con la Torre Eiffel en una ceremonia a la que acudieron familiares y amigos y que concluyó con su cambio de apellido al de La Tour Eiffel. Desgraciadamente para Erika, este no sería su único matrimonio. Tras su sonado romance con la estructura parisina se volvió a casar con una grúa y más recientemente con un patinete. Algunos de los especialistas que han estudiado su caso creen que los abusos sexuales sufridos en la infancia y el desorden de estrés postraumático con el que fue diagnosticada han tenido mucho que ver en su objetofilia.

De las Torres Gemelas a la Estatua de la Libertad

En el caso de Sandy K. todo comenzó a los 8 años, cuando durante su primera visita al World Trade Center se quedó completamente absorta admirando unas Torres Gemelas que ya no podría olvidar. Fue al llegar a la pubertad cuando se dio cuenta de que lo que sentía por aquella obra no era fascinación, sino una incontrolable atracción hacia una construcción "masculina, atractiva y extremadamente deseable". Con los años su obsesión fue a más, hasta el punto de encargar la fabricación una maqueta a escala 1:1.000 que acabaría convirtiendo en su pareja.

Algo muy parecido le pasó a la británica Amanda Whittaker, quien tuvo en un kit de batería a su primer amor. Su conexión fue tan especial que su segundo amor también fue un objeto: nada más y nada menos que la Estatua de la Libertad, de quien se enamoró perdidamente confirmándola como objetofílica homosexual. Misma etiqueta con la que se identifica Bill Rifka, un estudiante de psicología que en 2007 reveló al mundo que mantenía una relación con su e-book. Según Rifka, lo suyo es objetofilia homosexual, ya que para él su "libro electrónico es un hombre, por lo que se podría decir que mantengo una relación homosexual con un objeto".

Las relaciones objetofílicas no son fáciles. Así lo asegura Doro, un hombre que se enamoró de la máquina de procesamiento de metales con la que trabajaba. Además de tener que superar los habituales problemas de pareja, como cuando a su "amorcito" le da por tener "rabietas" que le hace saber "vaciando su aparato de medición", tiene serios problemas para encontrar la intimidad que toda dupla necesita. Como le ocurre a otros muchos objetofílicos que por cuestiones de logística no pueden gozar de intimidad con sus medias naranjas, Doro se ve obligado a llevarse partes de su 'pareja' a su domicilio para así poder consumar su relación.

La otra cara de la objetofilia

Casos como los de Robert Stewart, denunciado por mantener relaciones sexuales con una bicicleta o Karl Watkins, procesado tras ser pillado con las manos en la masa penetrando el pavimento de la localidad inglesa de Redditch son sólo algunos ejemplos de objetofílicos que han tenido problemas legales tras ser sorprendidos desahogándose con sus 'parejas' fuera de casa. Como dijo Paulo Coelho, "lo difícil atrae, lo imposible seduce, lo complicado asusta y lo extremamente complicado enamora".