En el año 1975, llegó a la pantalla grande la película Saló, o los 120 días de Sodoma, considerada ampliamente como una de las más polémicas del cine. El director Pier Paolo Pasolini adaptó la obra homónima del controvertido Marqués de Sade y la convirtió en una combinación de violencia, horror y sexo. Todo, en el escenario de una Italia en ruinas, devastada por el fascismo y arrasada hasta los cimientos por la Segunda Guerra Mundial. 

Pero más allá de sus controvertidas escenas de abuso sexual, agresiones y violencia, la cinta tiene un claro trasfondo político y filosófico. El director convierte a las víctimas de los poderosos del pueblo de Saló, en una alegoría dolorosa de la sumisión cultural a las ideas totalitarias. Más angustioso aún, en una visión de cómo el poder puede convertirse en un monstruo sanguinario y depravado en las manos incorrectas. Mientras las terribles escenas de violaciones y asesinatos se muestran en pantalla, la película también reflexiona acerca del mal, la humanidad y el futuro en clave de símbolos angustiosos. 

Durante los últimos años, el cine ha logrado varias de sus mejores obras gracias a combinaciones semejantes. La mezcla entre filosofía y el cine, no solo es capaz de profundizar en los grandes dilemas de la historia y la sociedad, con agudeza. Al mismo tiempo, tiene la capacidad de mostrar, en imágenes alegóricas, el poder de la imaginación del hombre como creador de su propia realidad. Te dejamos, a continuación, diez películas con un poderoso trasfondo filosófico que deberías ver si te interesa explorar la dimensión intelectual y metafísica del cine. De una versión del miedo colectivo basado en la paranoia al concepto del monstruo como paradigma sobre la tolerancia. La selección abarca varios títulos que llevarán a reflexionar con cuidado acerca de la humanidad, la identidad moderna e incluso, tu propia espiritualidad. 

Dejar el mundo atrás

El director Sam Esmail demostró con la serie Mr Robot, la forma en que la realidad puede deformarse a través de la distorsión de los sentidos. Mucho más, cuando la tecnología y el aislamiento contemporáneo, a menudo es un límite doloroso para la identidad. 

Algo parecido podría decirse de su más reciente cinta Dejar el mundo atrás, que narra el escenario de un apocalipsis en ciernes. A través de la premisa, el realizador medita sobre la desconfianza y la paranoia colectiva como terreno de cultivo mental para el desastre. 

Pero, también, da un paso más en una dirección perturbadora. Si el apocalipsis que, al parecer enfrentan los personajes, derrumba la civilización, ¿qué debe sobrevivir como huella de la humanidad que desaparece? Una idea que coincide con las reflexiones del filósofo griego Anaximandro, que imaginaba el fin de los tiempos como un proceso que debía dejar a su paso, una historia que contar. Algo que la trama recuerda en su debatida escena final. 

Llaman a la puerta

La película de M. Night Shyamalan, plantea lo que, a primera vista, parece un dilema imposible. Según la premisa del argumento (basado en el libro de Paul Tremblay), una familia se ve en la obligación de asesinar a uno de sus miembros para evitar un cataclismo global. El sacrificio ha de ser voluntario, no puede ser un suicidio ni ocurrir bajo coacción. Por lo que obligará a los elegidos, a decidir la desgracia propia, en beneficio de la supervivencia del mundo, tal y como lo conoce. 

El giro de argumento, se basa en el llamado Summum bonum, un postulado filosófico que aspira a un bienestar supremo por encima del personal. Algo que el director lleva a su punto más alto, cuando sus protagonistas, deben tomar una decisión que, incluso, le enfrentará a la discriminación y al prejuicio que han sufrido. ¿Es necesario un sacrificio privado en consideración a un mundo en esencia injusto? Es la gran interrogante que plantea el argumento y que se resuelve en una poderosa y dura escena final. Como dato curioso, Shyamalan cambió la conclusión del libro en beneficio de la tensión de la narración cinematográfica. 

Men: Terror en las sombras

Alex Garland plantea en esta obra de terror, con tintes filosóficos, la raíz, el mal. ¿Se trata de una fuerza externa o una que sobrevive y se manifiesta a partir de las decisiones del ser humano? La película no intenta resolver el dilema de Platón de forma directa, sino que lo plantea a partir de la experiencia de Harper (Jessie Buckley). Luego de sobrevivir a un acto de violencia que le dejará heridas físicas y mentales, el personaje intentará recuperarse, apartándose de la ciudad.

Pero su retiro rural, la llevará a enfrentarse a una posibilidad terrorífica. ¿Está el mal en todas partes, se manifiesta en matices de una idea semejante y siempre está al acecho? Garland evita dar respuestas dramáticas, por lo que se decanta por el miedo, para analizar la posibilidad que lo maligno, sea una fuerza e incluso, una entidad ajena al hombre. Uno de más radicales de la trama de la cinta. 

El hoyo

El largometraje de Galder Gaztelu-Urrutia, analiza la supervivencia del ser humano a través de la preeminencia del más fuerte. Y lo hace de la manera más despiadada posible. En un futuro indeterminado, los centros de reclusión — la película no aclara de qué naturaleza — someterán a los reos a una despiadada prueba. Morir de hambre o enfrentar una lucha sangrienta para conservar la vida. 

Todo, mientras una plataforma desciende lentamente de nivel en nivel, con una mesa repleta de suculentos manjares. ¿La cruel trampa que trae aparejado el sistema? Que, debido a que los prisioneros son cambiados de lugar con frecuencia, podrían encontrarse en la situación de tener que depender de la decisión de otros para sobrevivir. 

De modo que la cinta pondera sobre el egoísmo humano, que cada prisionero debe decidir si dejar a un lado o no, para seguir adelante un día más. La prueba más dura que tendrán que afrontar. 

Aniquilación

También de Alex Garland, la película explora al ser humano como creador de su propia realidad. De lo sublime a lo monstruoso, lo que comienza por el recorrido por un territorio desconocido, se convierte en la expresión de los paisajes interiores de sus personajes. También, en una singular versión de la desesperanza, que se hace más dura a medida que un grupo de investigadoras científicas, sucumben al horror y al miedo. 

No es un tema sencillo y la cinta — basada en el libro el mismo nombre de Jeff VanderMeer — no se prodiga en explicaciones. De modo que apoya buena parte de su premisa en escenas de extraordinaria belleza, que aparentemente carecen de contexto. O en el mejor de los casos, se convierten en un enigma detrás de otro. Cuando, por último, solo una de las investigadoras sobreviva, la incertidumbre se mostrarán como una escena de cierre dolorosa. Eso, a través de un reencuentro de pesadilla

Saga The Matrix

En 1999, Lilly y Lana Wachowski cambiaron para siempre la ciencia ficción cinematográfica. Con referencias obvias a obras como el anime Ghost in the Shell, los libros Neuromancer de William Gibson y Paprika de Yasutaka Tsutsui, The Matrix revolucionó a su paso. No solo por combinar la distopía con temas como religión y filosofía, sino por crear su propia mitología a partir de la mezcla. 

Neo (Keanu Reeves) es un mesías predestinado cuyo propósito es salvar a una sociedad futurista, devastada por la crueldad de las máquinas. Morfeo (Laurence Fishburne) es el hombre que le guiará para comprender la naturaleza de la realidad. Pero lo que comienza como una batalla por la libertad de la raza humana, se transforma en algo a mayor escala. 

Cuatro cintas, cuatro juegos y una serie de cortos después, la premisa de lo real y generado por la tecnología, tomó ribetes de puro pensamiento existencialista. Con toques de todo tipo de credos religiosos, mitología y referencias a la cultura pop, la saga de The Matrix refundo la idea del origen de la identidad colectiva. 

Desde el Jardín

La película de Hal Ashby basada en el libro del mismo nombre de Jerzy Kosiński, es una fábula. Pero a la vez, una crítica burlona a la sociedad vanidosa y ególatra, obsesionada con sus ideas superficiales. El guion lleva todo lo anterior al contexto de un personaje en apariencia inofensivo, que pondrá a prueba la credulidad de un país entero. Eso, al hacerse pasar por un político sin otro aval que una serie de malentendidos extravagantes. 

Pero lo que parece un juego tramposo de giros argumentales, se hace cada vez más profundo y singular a medida que descubre sus mejores alegorías. Chauncey Gardiner (Peter Sellers), es un jardinero que ascenderá en la escala de poder, gracias a sus largos silencios y monosílabos. Los equívocos, sobreentendidos y supuestos de una cultura arrogante, hará el resto. Para su escena final, con el misterioso convertido en casi una ilusión colectiva, la historia deja a su paso la gran interrogante del sentido de la verdad. Un subtexto filosófico que hace a la cinta un clásico discreto.

El show de Truman

Mucho antes de la obsesión por la exposición de lo privado a través de los medios de comunicación, el director Peter Weir ponderó sobre el tema. Lo hizo, en una película durísima, con un trasfondo burlón, que permitió a Jim Carrey, brindar una de sus mejores y más recordadas actuaciones. 

Truman Burbank (Carrey) tiene una vida corriente, en un pueblo común, en medio de un matrimonio plácido. Al menos, hasta que ocurren esporádicas situaciones inexplicables, como el hecho que su esposa parezca vender productos a un público invisible. O que algún desconocido corra en su dirección con entusiasmo, declarando estar en televisión. 

Este relato sobre la exposición al ojo público, la cultura de la vanidad y al final, la avaricia por el reconocimiento, se vuelve más tétrico por momentos. En especial, cuando finalmente Truman descubre que hay una realidad esperándole al otro lado del cielo siempre azul que conoció desde su nacimiento. Con un final apoteósico, doloroso y levemente tétrico, la cinta es, quizás, la mejor alegoría al desarraigo moderno en el cine de los últimos cincuenta años. 

Contacto

La épica científica por excelencia, es también una exploración filosófica del sentido de la vida y el futuro del hombre. Basada en el libro del mismo nombre del astrofísico Carl Sagan, relata los esfuerzos de la doctora Ellie Arroway (Jodie Foster) por encontrar huellas de alguna civilización extraterrestre. Pero también, su búsqueda privada acerca del sentido del propósito individual, el poder de la imaginación creativa humana y al final, los misterios del cosmos. 

Pero la historia, que se mantiene en un estricto terreno científico, analiza la existencia y sus dimensiones, desde cierta neutralidad distante. No obstante, una vez que el primer contacto ocurra y que la posibilidad de comprender al universo como parte de un plan mayor, Ellie encontrará su objetivo íntimo. El de demostrar que cada cosa que ocurre dentro del estrato de la realidad, está destinado a un bien mayor. A la vez, a la búsqueda de una sublime comunión con lo infinito que rodea a nuestro mundo. El mensaje más curioso y potente de este clásico de la ciencia ficción. 

El hombre elefante

THE ELEPHANT MAN, John Hurt, 1980. ©Paramount/courtesy

Basada en historia de John Merrick, convertido en una atracción circense debido a su padecimiento de elefantiasis, la cinta de David Lynch es una joya trágica. A la vez, una especulación filosófica de la belleza, el bien y el mal, la sociedad discriminatoria y al final, la búsqueda del propósito personalísimo. 

Todo, en una trama sensible, bien construida y con un guion que narra a detalle la transformación de Merrick (John Hurt), hasta encontrar su plenitud espiritual. Lo que comienza a la manera de un cuento macabro acerca del maltrato y la fealdad, acaba en una oda a la esperanza que explora en la naturaleza del ser humano y sus creencias. Una historia que utiliza la filosofía para meditar sobre el prejuicio y la discriminación como las dimensiones más oscuras de la arrogancia contemporánea. 

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