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Galletas de Doraemon, mochis y masajes con final feliz: la verdadera China Town madrileña
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Galletas de Doraemon, mochis y masajes con final feliz: la verdadera China Town madrileña

En solo 300 metros de calle, Leganitos ofrece a los turistas la cara más oriental de la capital: desde alimentos y productos asiáticos exclusivos hasta negocios al margen de la legalidad

Foto: Un cliente en un supermercado de la calle Leganitos. (L.F.)
Un cliente en un supermercado de la calle Leganitos. (L.F.)

Cruzar la Gran Vía a la altura de Plaza España es llegar a Pekín. En los trescientos metros que conforman la calle Leganitos, se pueden encontrar decenas de comercios chinos que ofrecen galletas de Doraemon, mochis y masajes con final feliz.

Almudena R, de 30 años, se ha vuelto una cliente fiel de los tres supermercados de la calle en donde solo se encuentran productos importados de China: "Me encanta ir a comprar especies y productos vegetarianos". Como ella, cientos de jóvenes atraídos por la viralidad en TikTok de estos productos hacen cola los fines de semana para poder probar la comida asiática que veían cuando eran pequeños en las series de televisión.

En la tienda JaponMarket24h, regentada por el chino Junrui Ying Ye, de 29 años, se venden figuras de anime como la famosa Sailor Moon o Naruto y comida famosa en las series como las galletas de Shinchan, las sodas de Ramune, los Mogu Mogu, una bebida con nata y coco, o los postres de mochi.

placeholder 'Sugoi Station'. (L.F.)
'Sugoi Station'. (L.F.)

"Todo es importado de Japón, y solo se consigue en España en esta tienda. Por eso somos tendencia en redes. Abrimos hace un año y la gente no para de hacer cola", asegura el dependiente de la tienda, Jan Marco Vísenlo. Fuera del establecimiento tienen una máquina expendedora en donde la gente puede comprar sus productos las 24 horas del día.

Justo enfrente, a la altura del portal número 18, se sitúa uno de los seis locales de uñas y masajes de la calle. En su puerta se sitúa estratégicamente una mujer que luce una falda de cuero corta y botas de caña alta de tacón. A las transeúntes que pasan por su lado no les dice nada. Sin embargo, a los hombres les ofrece masajes.

La mujer interpela a un hombre de 30 años:

—Masaje 20 euros.

—¿Y dónde es el masaje?—pregunta el interlocutor con una sonrisa de oreja a oreja. La mujer entiende de inmediato a qué se refiere y se deja de sutilezas:

—En todo el cuerpo. La paja son 20 euros más.

El cliente la escucha y promete volver más tarde. Otro hombre se anima a entrar. Pasa por delante de las mujeres que están en el salón haciéndose la manicura y la pedicura, entra en la cabina y un letrero cambia: ocupado.

Foto: Uno de los restaurantes que mejor están funcionando actualmente. (A. F.)

La comisaría de la Policía Nacional queda en esta calle a la altura del número 19 y, aunque todo el mundo en la calle sabe lo que pasa, nadie hace nada: "Esto ha sido así siempre", asegura un policía que está tomando un café en el bar de la esquina. El camarero del bar escucha la conversación e interviene: "Son famosas, todo el mundo sabe lo que pasa en las cabinas de esos locales de uñas. Aquí vienen todos los hombres de Madrid a eso".

La razón por la cual en los últimos años casi todos los comercios de la calle son de chinos responde a que los dueños españoles de toda la vida de estos negocios se han ido jubilando, y solo esta población con gran nivel adquisitivo ha podido comprar unos locales que quedan tan cerca de la Gran Vía. “Son una comunidad muy hermética”, asegura el camarero de la Cafetería Priper, que lleva 15 años tras la barra.

placeholder Productos asiáticos en la calle Leganitos. (L.F.)
Productos asiáticos en la calle Leganitos. (L.F.)

La comunidad china en Madrid crece cada año más. Según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística, ha pasado de los 33.489 censados en 2008 a los 63 549 de 2021, casi el doble.

Xien, de 32 años, es uno de ellos. Llegó hace seis meses a España y abrió un local de té con burbujas de tapioca que se ha convertido en la última moda entre las influencers en las redes sociales. "Estudié Derecho, pero como aquí no puedo ejercer, decidí volverme empresario", afirma. Además, resalta que desde que llegó todo ha sido muy fácil porque en la calle Leganitos se siente como en casa.

El último local en abrir en la calle se llama Shangrila. Allí cocina el mítico chef Liang Wang, y las colas para comer comida casera auténtica china empiezan a las 13.00 todos los días. El secreto: la comida está fresca y tiene precios muy baratos.

Foto: Oficina china de Usera. (A. V.)

El tráfico de peatones es alto en la China Town madrileña, que corre paralela a la Gran Vía, la calle más transitada de España. Para Merche B., de 67 años, vecina de 40 años de la calle, la transformación que ha sufrido se debe a que solo los chinos pueden comprar los locales: "Aquí todos se han ido yendo cuando se jubilan, y los chinos lo han comprado todo. La mayoría también viven en los edificios de la zona. Son muy silenciosos, nunca crean problemas", asegura.

Los restaurantes asiáticos no se limitan solo a la calle Leganitos. Detrás del Zara más grande del mundo, a unos 100 metros del hotel de cinco estrellas Riu, en la calle de los Reyes, hay más de seis restaurantes míticos como el chino de Winnie de Pooh o el Rey de los Tallarines. Su éxito: precios asequibles y un servicio muy eficaz. Decir China en Madrid ya no es solo decir Usera: el gigante asiático se abre al mundo en Leganitos.

Cruzar la Gran Vía a la altura de Plaza España es llegar a Pekín. En los trescientos metros que conforman la calle Leganitos, se pueden encontrar decenas de comercios chinos que ofrecen galletas de Doraemon, mochis y masajes con final feliz.

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